El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habla con los medios de comunicación en la sala de prensa de la Casa Blanca en Washington D.C., EEUU, el 27 de junio de 2025. REUTERS/Ken Cedeno

El presidente de EEUU, Donald Trump, descartó este domingo la necesidad de extender la tregua arancelaria más allá del plazo del 9 de julio, prefiriendo en su lugar enviar directamente a los países una carta que establezca los aranceles que deberán pagar para hacer negocios con Estados Unidos.

“No creo que necesitaré hacerlo. Podría, no es gran cosa, pero lo que quiero hacer y lo que haré en algún momento antes del 9 es mandar una carta a todos esos países”, declaró Trump en una entrevista en el programa “Sunday Morning Futures” de la cadena Fox News.

El mandatario republicano explicó que no es factible mantener negociaciones individuales con todos los socios comerciales estadounidenses. “Hay 200. No se puede hablar en todos. No importa cuántas personas tengas, no se puede. Enviaremos una carta y les diremos ‘Esto es lo que tendrán que hacer para comprar en Estados Unidos’, como en unos grandes almacenes”, afirmó.

Trump subrayó que Washington determinará unilateralmente los aranceles y que, en caso de que los países no los acepten, les desea “mucha suerte” porque ese será el fin del acuerdo comercial.

La declaración marca un endurecimiento en la postura comercial del presidente, quien desde su regreso al poder el 20 de enero ha implementado una política arancelaria agresiva que ha generado tensiones con socios comerciales tradicionales.

Desde enero, Trump ha impuesto gravámenes globales de 10% sobre las importaciones de la mayoría de países, además de aranceles “recíprocos” más altos que van del 11% al 50% contra naciones con las que Estados Unidos mantiene déficits comerciales. Sin embargo, suspendió temporalmente estos últimos por 90 días para dar oportunidad a las negociaciones, período que vence el 9 de julio.

Acuerdos con China y Reino Unido y ruptura con Canadá

Durante este tiempo de tregua, la administración Trump ha logrado sellar algunos acuerdos. El más significativo fue con China, anunciado a principios de junio tras meses de tensiones que llevaron los aranceles entre ambos países a niveles sin precedentes, llegando hasta 145% contra productos chinos y 125% contra estadounidenses. El acuerdo redujo estos gravámenes a 30% para Estados Unidos y 10% para China, e incluyó facilidades chinas para que empresas estadounidenses accedan a tierras raras y minerales críticos.

También se alcanzó un entendimiento con el Reino Unido, aunque los detalles de este acuerdo no han sido completamente divulgados.

Sin embargo, no todas las relaciones comerciales han mejorado. Esta misma semana, Trump rompió abruptamente las conversaciones comerciales con Canadá tras anunciar ese país que mantendría su impuesto a los servicios digitales, que afectará a gigantes tecnológicos estadounidenses como Amazon, Google, Meta, Uber y Airbnb con un gravamen del 3% sobre sus ingresos de usuarios canadienses.

“Basándose en este impuesto atroz, por la presente terminamos TODAS las discusiones sobre comercio con Canadá, con efecto inmediato”, declaró Trump en sus redes sociales el viernes, calificando la medida canadiense como “un ataque directo y descarado a nuestro país”.

El impuesto canadiense, que entrará en vigor el lunes, se aplicará retroactivamente, dejando a las empresas estadounidenses con una factura de 2 mil millones de dólares que vence a fin de mes.

La postura inflexible de Trump contrasta con declaraciones previas del secretario del Tesoro, Scott Bessent, quien había sugerido que las negociaciones podrían extenderse más allá del plazo del 9 de julio y concluir para el Día del Trabajo, el 1 de septiembre, con 10 a 12 de los socios comerciales más importantes de Estados Unidos.

El secretario del Tesoro, Scott Bessent (REUTERS/Elizabeth Frantz)

Los mercados financieros han reaccionado con nerviosismo ante la incertidumbre comercial. Las amenazas arancelarias de Trump han generado preocupaciones sobre posibles disrupciones al comercio mundial y el impacto en los consumidores estadounidenses, quienes típicamente absorben el costo de los aranceles a través de precios más altos.

La estrategia comercial de Trump se basa en su convicción de que el sistema comercial global es injusto para Estados Unidos y sus trabajadores. El presidente ha argumentado que los aranceles son una herramienta efectiva para nivelar el campo de juego comercial y proteger la industria estadounidense.