A las 11:50 de la mañana, el cielo romano estaba cubierto por una ligera neblina y las cámaras apuntaban, como siempre durante el cónclave, hacia la pequeña chimenea de la Capilla Sixtina. Pero esta vez no solo se miraba desde abajo. Por primera vez en la historia de una elección papal, el momento de la fumata negra fue captado desde el aire: un drone de la Policía Italiana sobrevoló discretamente los tejados del Vaticano y ofreció una perspectiva inédita de la señal que anunció que, por ahora, la Iglesia Católica sigue sin nuevo papa.
Las imágenes muestran con nitidez cómo el humo oscuro se enrosca en el aire y se disuelve entre los techos de la Ciudad del Vaticano. Abajo, en la Plaza de San Pedro, la multitud reacciona: algunos bajan la vista, otros continúan rezando en silencio, y hay quienes simplemente observan sin moverse, como si esperaran que del humo saliera algo más que un simple color.
Este es el segundo día del cónclave que busca al sucesor del Papa Francisco, fallecido el mes pasado. Los 133 cardenales electores, todos menores de 80 años, iniciaron el miércoles 7 de mayo un proceso que mezcla lo ceremonial con lo secreto: cuatro votaciones por día, dos por la mañana y dos por la tarde, encerrados sin contacto con el exterior, siguiendo reglas que datan de siglos.
La sesión matutina de este jueves tampoco produjo el consenso necesario. Para que haya un papa, hacen falta dos tercios de los votos. Con 133 electores, eso significa 89 votos. No se alcanzó el número, y por eso las papeletas fueron quemadas con una mezcla química que garantizara el mensaje: humo negro, no hay papa.
“Nunca antes se había visto una fumata desde esa perspectiva: la chimenea elevándose sobre un mar de tejados”. También se aprecia el humo esparciéndose hacia el cielo, y la plaza —vista desde arriba— como un mosaico humano que espera. Es la misma señal, la misma incertidumbre, pero con un nuevo ángulo.
Mientras tanto, a las afueras de la Capilla Sixtina la vida continuaba. Un grupo de monjas rezaban con los ojos cerrados. Una mujer dormía sentada, con la cabeza apoyada en una mochila. Alguien sostenía un cartel con la foto de Francisco. Un hombre tomaba una foto con su celular y una perrita disfrazada con un hábito religioso pasea en brazos de su dueña en la Plaza del Vaticano.
Clare Martin, una fiel australiana, dijo a Reuters: “El líder de la Iglesia tiene una influencia enorme, más allá de lo religioso. Estar aquí y acompañar con mi oración era algo que no quería dejar pasar”. La misma idea de espera paciente la repitió María Cecilia, religiosa vietnamita: “Como todos, esperamos los tiempos de Dios, así que seguimos aquí”.
Las escenas se repiten, con pequeñas variaciones, cada vez que se acerca una fumata. La tensión, si la hay, es contenida. El murmullo nunca se apaga del todo. Hay silencio, sí, pero es un silencio lleno de pasos, de cámaras encendidas, de suspiros contenidos.
Neil Aquilina, de Malta, expresó su leve decepción: “La verdad, esperaba que ya tuviéramos papa, pero bueno, al menos ahora tengo un motivo para volver esta tarde”.
Y así, el calendario del cónclave sigue.
La Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, que regula el procedimiento, establece que las papeletas solo se queman tras dos votaciones. El sistema está diseñado para evitar apresuramientos y permitir reflexión. El ritmo es otro. Aquí no hay filtraciones, ni encuestas, ni anticipos. Solo una chimenea y dos colores.
“La elección del papa, una de las pocas ceremonias universales que todavía depende de señales de humo, se volvió este jueves un poco más moderna, sin perder su esencia”. La fumata negra, ahora también vista desde las alturas, sigue marcando el tiempo en el Vaticano. El mundo, una vez más, espera.