En el corazón del Soho londinense, un restaurante de apenas 13 plazas sirve un menú omakase de 16 platos servidos en secuencia elegidos por el chef a USD 315 por persona. Bajo el nombre de Humble Chicken 3.0, el local es el escenario donde Angelo Sato, un chef japonés de 32 años, busca alcanzar la máxima distinción de la alta cocina: la tercera estrella Michelin.
Su cocina, que ya suma dos estrellas, se desarrolla en un ambiente íntimo y meticuloso, con platos que van desde chawanmushi (natillas saladas al vapor) hasta el enigmático “humilde pigeon” (una paloma joven criada para el consumo).
Detrás del perfeccionismo culinario de Sato se encuentra una infancia atípica: creció dentro de los Hijos de Dios, una secta religiosa fundada por el predicador David Berg, conocida por promover prácticas sexuales abiertas, la vida en comunidad y la ausencia total de educación formal. Lejos de considerarse una víctima, el chef afirmó a The Times: “Mi infancia fue normal… aunque no sé realmente qué es normal”.
Infancia en los Hijos de Dios
Sato nació en Japón en el seno de una familia misionera, padre japonés y madre alemana, y vivió sus primeros años rodeado de unas 300 personas en una comuna de los Hijos de Dios.
La organización, rebautizada como Familia Internacional, llegó a tener unos 15.000 miembros en el mundo. Las enseñanzas de Berg promovían la llamada “Ley del Amor”, que alentaba las relaciones sexuales fuera del matrimonio como expresión espiritual.
“Incluso si estabas casado, te animaban mucho a acostarte con otras personas como una forma de mostrar el amor de Jesús a través de ti”, explicó Sato. En ese entorno, los anticonceptivos estaban prohibidos, lo que llevó a múltiples nacimientos dentro de la comunidad sin claros vínculos familiares. “Hemos identificado a muchas personas… que se acostaron con algunos de sus medio hermanos sin darse cuenta”, añadió.
Sato no recibió educación formal y se crió lejos de los medios tradicionales de comunicación, ya que la televisión también estaba prohibida. Su familia se mudaba constantemente, aproximadamente cada 18 meses, como parte del estilo de vida itinerante de la secta.
Participaba en actividades callejeras como la música, tocaba la batería, y la recaudación de fondos. La cocina fue un espacio de descubrimiento personal y sobre sus primeros intentos por conseguir ingredientes donados en mercados comentó que “realmente te hace darte cuenta de lo genuina que es la gente y cuánto les encanta ayudar”.
Del aislamiento a las grandes cocinas
Cuando Sato tenía 14 años, su familia dejó definitivamente la secta, y al año siguiente falleció su padre. A los 15, sin estructura familiar, decidió dedicarse a la gastronomía. Comenzó en Tokio, trabajando sin paga en el mercado de pescado desde las 3:30 hasta las 7 de la mañana para mejorar sus habilidades de fileteador, antes de cumplir su turno en una cocina.
“No sabía leer ni escribir, todavía no sé bien pero ahora ChatGPT me ayuda, pero por suerte caí en una industria donde la educación no significa nada. Si trabajas duro, ves resultados y eso se acumula con el tiempo”, reconoció durante la entrevista.
Obsesionado con el documental Boiling Point de Gordon Ramsay, compró un pasaje a Londres a los 18 años y se presentó sin avisar en el restaurante del célebre chef en Chelsea. Con solo USD 576, terminó durmiendo durante cinco meses en el sótano de un cibercafé mientras trabajaba como ayudante de cocina.
“Durante los primeros cinco meses simplemente sobreviví”, recordó. Sato describió el trabajo junto a Ramsay como una experiencia extremadamente exigente y aseguró a The Times que “era como ser un Navy Seal”. Más tarde, amplió su aprendizaje en prestigiosos restaurantes como Eleven Madison Park, en Nueva York y Trinity, en Londres.
El nacimiento de Humble Chicken
Tras varios intentos fallidos de abrir un negocio propio, su oportunidad llegó durante el confinamiento por la pandemia. Consiguió un local en el Soho y lanzó Humble Chicken como parrilla de yakitori en 2021. En menos de dos años, reformuló el concepto hacia la alta cocina y logró su primera estrella Michelin. La segunda llegó cuatro meses después.
En lugar de conformarse con las dos estrellas, decidió cerrar temporalmente el restaurante para llevar a cabo una reforma de aproximadamente 1,34 millones de dólares, buscando elevar la calidad y apuntar a la codiciada tercera estrella Michelin. “Dos estrellas no era nuestro objetivo”, afirmó a The Times.
Una vida marcada por la resiliencia
Actualmente vive en Camden y mantiene contacto con sus hermanos, quienes también dejaron la secta. Aunque le gustaría ayudar a su madre, sabe que donaría cualquier dinero que le envíe. “Si le envío 100.000 libras ahora, donaría 99.900”, comentó.
Para Sato, crecer en un entorno restrictivo le dio herramientas únicas para enfrentar el mundo. “Tengo una tolerancia al riesgo-recompensa extremadamente alta. No tenía mucho que perder, así que siempre lo he intentado”, sostuvo. Desde una comuna japonesa hasta las mesas de la crítica gastronómica más exigente del Reino Unido, su historia avanza al ritmo de su cocina.