Max Verstappen junto a su hermana Victoria Jane y su madre, Sophie Kumpen

Esa calurosa noche del 12 de diciembre del 2021, los presentes en el circuito Yas Marina, sede del Gran Premio de Abu Dhabi, y los millones que vieron la dramática definición del título de la Fórmula 1 por TV, vibraron por esa última vuelta en la que Max Verstappen fue más rápido que Lewis Hamilton y celebró el primero de sus cuatro títulos en la Máxima. En medio de los festejos, una mujer se destacó entre ingenieros, mecánicos y directivos de la escudería Red Bull. Un personaje trascendental en su meteórico ascenso como una figura del mundo del deporte. Su madre, Sophie Kumpen.

Nacida en Bélgica en una familia con tradición automovilística, de pequeña se subió a un karting por primera vez a los 11 años. Su destreza al volante se hizo evidente rápidamente y, durante la década del 90, se consolidó como una de las mejores pilotos del mundo. Así fue como en 1991, con solo 16 años, terminó en el puesto 9 en el Campeonato Mundial de Fórmula A. Es más, al poco tiempo, a los cuatro años, conquistó el Trofeo Andrea Margutti, superando a rivales como Jarno Trulli, quien venía de ganar su segundo mundial de karting y quien tiempo después sería corredor en la categoría top del automovilismo mundial.

Kumpen no solo compitió, sino que también venció a futuros pilotos de F1 como Jenson Button, el propio Trulli y Giancarlo Fisichella. El británico, campeón del mundo en 2009 con el Brawn GP y compañero de equipo de la mamá de Max en 1995, la describió como “una piloto fantástica” y recordó: “Vi cómo pilotaba y era muy buena”, en declaraciones recogidas por De Limburger. Christian Horner, jefe todopoderoso de Red Bull, que este año fue despedido de la estructura de la bebida energizante, y antiguo rival en las pistas de karting, afirmó: “Estaba entre los diez mejores pilotos de karting del mundo, sin duda. Había pilotos con mucho talento como Jarno Trulli, Giancarlo Fisichella, Jan Magnussen o Dario Franchitti, y Sophie estaba a su nivel”.

Pero cuando su posibilidad de llegar a la Fórmula 1 era real, la vida de Kumpen cambió de rumbo. Conoció a Jos Verstappen, entonces piloto de la máxima categoría, y decidió dejar las carreras a los 21 años (1997) luego de quedar embarazada de quien luego sería su faro en la vida. “Yo quería llegar a la Fórmula 1. Había probado ya algunos coches, pero me casé con el padre de Max y tuve que tomar una decisión. Él era piloto de Fórmula 1 y viajábamos mucho. Así que abandoné mi sueño, pero ahora me estoy divirtiendo mucho viendo que mi hijo está haciendo lo que yo quería hacer”, relató Kumpen en una entrevista citada por el mencionado medio de los Países Bajos.

Kumpen junto a un pequeño Max

La maternidad y el apoyo a la carrera de Jos marcaron el final de su trayectoria deportiva. Tras el nacimiento de Max y Victoria Jane, su otra hija y hermana del famoso corredor, se dedicó a su familia. Tiempos después, tras un turbulento matrimonio que terminó en divorcio (2008), intentó regresar a las pistas, pero un accidente en el trazado neerlandés de Zandvoort -sufrió la fractura de una vértebra-, frustró su retorno.

La pasión y el talento de Kumpen por el automovilismo se transmitieron a Max, quien desde pequeño mostró interés por las carreras. Aunque papá Jos fue el principal impulsor de la carrera de su hijo, el propio múltiple campeón reconoció la influencia materna: “Mi padre también corrió en Fórmula 1, claro, pero mi madre solía competir en karts contra pilotos que luego llegaron a la Fórmula 1, como Button y Fisichella. Así que incluso diría que la afición por las carreras en la familia viene más bien por parte de mi madre”, declaró el piloto en un video que se puede encontrar en el canal de YouTube de Red Bull Racing.

La leyenda cuenta que fue Kumpen quien, tras la insistencia de su pequeño, la que accedió a comprarle su primer kart, iniciando así el camino que lo llevaría a la élite del automovilismo. Aunque tras el divorcio Jos asumió el rol principal en la formación de Verstappen hijo, Sophie continuó apoyando a su hijo desde la distancia, consciente de que su propio sueño se realizaba a través de él.

Más allá del apoyo deportivo que Kumpen le dio a su hijo a lo largo de los años, el soporte espiritual que desarrolló la madre de Max para acompañarlo se convirtió en un ritual personal en la antesala de cada carrera. La historia da cuenta que en cada Gran Premio, esa mujer que dejó su idea de brillar en una pista para formar una familia, visita “la capilla de las velas” en Heppeneert, un tranquilo pueblo belga, donde enciende candelas y reza por el éxito de su hijo. “En esa última vuelta, gritaba: ¡ángeles, ángeles, ángeles! Y cumplieron su función. No creo en Dios, pero sí en los ángeles. Y he aquí que me ayudaron, los ángeles. No puedo contar las velas que he encendido”, confesó Kumpen a De Limburger tras el primer título mundial de Max en Medio Oriente hace cuatro años.

Sophie Kumpen en su época como piloto de karting

Lo más relevante es que este rito se transformó en una tradición familiar. Sophie le envía a Max una foto de cada vela encendida, un gesto que se repite desde hace más de una década. La comunidad de ese pequeña población en Bélgica ya reconoce su presencia habitual, tanto que la asocian con la devoción y el apoyo incondicional a su hijo.

¿Cómo es su relación? Se mantiene cercana, aunque marcada por la agenda de Max, un apasionado por las competencias sobre ruedas y quien hace poco tiempo se convirtió en padre por primera vez de Lily, la pequeña niña que tuvo junto a su pareja Kelly Piquet. Cuando el piloto visita Maaseik, el lugar en el mundo donde se forjó como un ser competitivo inquebrantable, mamá Sophie lo recibe con abundante comida, en un intento de compensar el tiempo perdido. “Es como un hijo pródigo que vuelve a casa”, reflexionó.

A pesar de ser una apasionada del deporte motor, Kumpen prefiere seguir las carreras desde casa, acompañada de sus perros, y evita asistir a los circuitos para no transmitir su nerviosismo. Como seguramente hizo en cada carrera de los últimos años en los que su hijo Max cosechó cuatro títulos, su mamá fue a prender una vela el último fin de semana para que la ayuda divina interfiriera entre el sueño de la quinta consagración y Lando Norris. Esta vez, su rezos no le alcanzaron a Verstappen para coronarse, pero el trabajo de esa mujer que dejó su sueño de correr en la Fórmula 1, ya está hecho.

Max junto a su madre en sus primeros años en la F1