La vida de Roxanna Miranda, conocida en los escenarios por su arte drag, es un testimonio de transformación personal y valentía. Según explicó en una entrevista para el pódcast A Pelo, su historia comenzó en un contexto muy diferente al que hoy la define, pues antes de brillar bajo las luces de los clubes, Roxanna vestía sotana y se preparaba para ser sacerdote. Sin embargo, un giro la llevó a cuestionar su vocación religiosa y a descubrir una nueva forma de expresión artística y personal.

De acuerdo con lo relatado en el pódcast, Roxanna ingresó al seminario siendo muy joven, motivada por una profunda conexión con la religión y una relación cercana con Dios. Ella relató que desde los ocho o nueve años, sentía fascinación por las procesiones y las misas, lo que la llevó a decidir que quería formar parte activa de la iglesia. Su familia, aunque creyente, no ejerció presión sobre esta decisión, permitiéndole explorar su vocación.

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Sin embargo, su vida cambió cuando, a los 17 años, un amigo cercano la invitó a presenciar un espectáculo drag. Según explicó en la entrevista, quedó impresionada por el nivel de arte que implicaba el maquillaje, el vestuario y la puesta en escena. Aunque en ese momento no se imaginaba a sí misma participando en este tipo de actividades, el haber asistido allí sembró una semilla de curiosidad.

Roxanna compartió cómo, durante su tiempo en el seminario, comenzó a cuestionar su identidad y orientación sexual. Según explicó, inicialmente no se identificaba como homosexual y llegó a tener una relación sentimental con una mujer. Sin embargo, al explorar más profundamente su sexualidad, se dio cuenta de que se sentía atraída por los hombres, lo que desencadenó una lucha interna por sus convicciones y creencias.

Su historia de vida se tomó las redes sociales - crédito Freepik

Este conflicto no solo involucraba su identidad personal, sino su relación con la religión, debido a que en ese momento enfrentó sentimientos de culpa y miedo al “pecado”, llegando a creer que estaba condenada al infierno. Este proceso de autoaceptación fue largo y doloroso, pero finalmente logró reconciliarse con su fe, entendiendo que Dios la aceptaba tal como era: “trepada, homosexual y sangrona”, según sus propias palabras.

El salto al mundo ‘drag’ y la construcción de Roxanna Miranda

Según relató en el pódcast, sus amigas del ambiente drag insistieron en que probara transformarse, destacando su juventud y su rostro como un “lienzo en blanco”. Aunque inicialmente se resistió, finalmente aceptó el reto y debutó en un club gay, interpretando canciones de artistas como Ana Gabriel.

La transición no fue sencilla. Roxanna explicó que, tras la muerte de un sacerdote que había sido como un padre para ella, se quedó sin apoyo económico y tuvo que buscar formas de subsistir. Fue entonces cuando vio en el drag una oportunidad no solo para expresarse artísticamente, sino también para financiar sus estudios y su vida diaria. Con disciplina y dedicación, comenzó a perfeccionar su arte, estudiando a otras artistas y explorando nuevas formas de expresión.

Sin embargo, en ese punto empezó a llegar a las misas con ojeras y con algo de rastros de maquillaje, por lo que decidió renunciar a esa vida para dedicarse de lleno a ser una drag queen.

El proceso de transformación de una drag queen no es para nada sencillo - crédito Borja Suarez/REUTERS

En su relato reveló que ha enfrentado numerosos desafíos en su camino, desde los prejuicios sociales hasta las dificultades económicas. Sin embargo, nunca pidió permiso para ocupar su lugar en la industria del entretenimiento, pus con su historia se convirtió en un ejemplo de cómo la autenticidad y el amor propio pueden transformar vidas, incluso en los contextos más rigurosos.

Hoy, Roxanna no solo es una figura destacada en el mundo drag, sino un símbolo de resistencia y libertad. Su historia, tal como fue compartida en A Pelo, invitó a reflexionar sobre la importancia de aceptar y celebrar la diversidad en todas sus formas, pues ella se liberó al pasar desde el seminario hasta los escenarios, demostrando que la verdadera vocación no siempre se encuentra en el camino esperado, sino en el que permite ser uno mismo.