La investigación revela que existieron redes de interacción y transferencia de ideas entre Rapa Nui y otras islas
(REUTERS/Ivan Alvarado)

Durante décadas, la imagen de Rapa Nui, conocida mundialmente como Isla de Pascua, ha estado marcada por la idea de un desarrollo cultural en aislamiento, separado de las dinámicas que configuraron el resto de la Polinesia Oriental. Hoy, nuevas evidencias arqueológicas ofrecen una mirada distinta que conecta a la isla con una red de intercambios más activa de lo que se pensaba.

Una reciente investigación, publicada en la revista Antiquity y disponible en Cambridge University Press, desafía este paradigma. De acuerdo con el estudio liderado por los profesores Paul Wallin y Helene Martinsson-Wallin, de la Universidad de Uppsala, la historia de los espacios de rituales y las estructuras monumentales en la región es más compleja y dinámica de lo que se pensaba.

Según el análisis, existieron redes de interacción y transferencia de ideas rituales y arquitectónicas entre las islas, con flujos de influencia que no solo avanzaron de oeste a este, sino también en sentido inverso, desde Rapa Nui hacia otras zonas de la Polinesia Oriental.

Una visión que se pone a prueba

La perspectiva ortodoxa sobre la expansión humana y cultural en la Polinesia Oriental sostiene que los primeros habitantes partieron de las zonas centrales de la Polinesia Occidental, como Tonga y Samoa, y se desplazaron hacia el este, colonizando sucesivamente las islas de la Sociedad, las Marquesas, Hawái, Rapa Nui y, finalmente, Aotearoa (Nueva Zelanda). Este modelo plantea que, tras la colonización inicial, las islas más orientales, y en particular Rapa Nui, quedaron aisladas, desarrollando sus propias tradiciones y monumentos rituales sin mayor contacto con el resto del Pacífico.

Mapa del Pacífico con la esfera cultural de la Polinesia Oriental indicada (Créditos: Dibujo de P. Wallin)

No obstante, la información publicada por Antiquity subraya que, aunque el proceso migratorio de oeste a este no se discute, la idea de una dispersión estática y un aislamiento absoluto resulta insostenible a la luz de los nuevos datos arqueológicos y genéticos.

“El proceso migratorio desde las zonas centrales de la Polinesia Occidental, como Tonga y Samoa, hacia la Polinesia Oriental no se discute aquí”, afirmaron los autores. “Sin embargo, se cuestiona la colonización y dispersión estática de oeste a este, sugerida para la Polinesia Oriental, así como la idea de que Rapa Nui solo fue colonizada una vez en el pasado y se desarrolló de forma aislada”.

Para sustentar esta hipótesis, los profesores Wallin y Martinsson-Wallin recurrieron a una base de datos arqueológicos y a dataciones por radiocarbono de asentamientos, espacios rituales y monumentos distribuidos en toda la Polinesia Oriental.

El análisis incluyó muestras de diferentes islas, calibradas con modelos estadísticos bayesianos y considerando el contexto arqueológico específico de cada sitio. Esta metodología permitió rastrear la dirección y el ritmo de la transferencia de ideas arquitectónicas y rituales, con especial atención a los marae —espacios rituales comunitarios, a menudo con plataformas de piedra (ahu)— y a los moai de Rapa Nui.

Tres momentos clave en la evolución ritual

El análisis arqueológico identifica tres fases clave en la evolución de los espacios rituales polinesios
(Crédito: P. Wallin)

El equipo de investigación identificó tres fases principales en la evolución de los espacios rituales y monumentales en la región. La primera, entre los años 1000 y 1300 d.C., coincide con la expansión inicial de los pueblos polinesios desde el oeste hacia el este. Según detalla Antiquity, durante este periodo se realizaron entierros y festines en sitios marcados por postes de piedra, reflejando una ideología compartida y redes de interacción que mantuvieron contacto entre comunidades lejanas.

La segunda fase, entre los años 1300 y 1600 d.C., marca la consolidación de estructuras más complejas, como los marae con plataformas ahu. Lo novedoso, es que las dataciones por radiocarbono indican que estas estructuras aparecieron primero en Rapa Nui, en el extremo oriental, y no en las islas centrales, como se asumía.

“El hallazgo más importante es que, con base en la datación por C-14, podemos observar una propagación inicial de ideas rituales de oeste a este”, explicó el profesor Wallin, “pero los espacios de rituales complejos muestran fechas más tempranas en el este”.

La tercera fase, a partir de 1600 d.C., revela la construcción de grandes monumentos como los moai y una jerarquización social más marcada en islas como Rapa Nui, Tahití o Hawái. Según Antiquity, estos desarrollos no fueron independientes, sino que estuvieron vinculados a contactos previos y a la circulación constante de ideas.

Una red de intercambio cultural que se redibuja

La circulación de ideas rituales y arquitectónicas en la región fue bidireccional, según los hallazgos publicados en Cambridge University Press
(Crédito: P. Wallin)

Los profesores Wallin y Martinsson-Wallin destacan que sus hallazgos no niegan la migración de oeste a este, pero sí cuestionan la idea de que Rapa Nui permaneció aislada.

“Este artículo desafía las ideas comúnmente aceptadas sobre el movimiento y desarrollo de los templos rituales en la Polinesia Oriental”, concluyó el profesor Wallin.

Esta investigación plantea un panorama donde la circulación de ideas rituales y arquitectónicas fue bidireccional, subrayando la relevancia de redes de interacción que rebasaron la barrera del océano. Y, en conjunto, los resultados invitan a repensar la historia de la Polinesia Oriental como un proceso dinámico de contactos, innovaciones y adaptaciones locales, más allá de los modelos lineales y aislados que durante años dominaron la arqueología del Pacífico.