Las tormentas solares extremas representan una amenaza real para la infraestructura eléctrica y digital de la civilización moderna (NASA)

Antes de que existiera la tecnología moderna, las tormentas solares impresionaban a la humanidad con cielos teñidos de rojo y auroras en latitudes insospechadas. En la actualidad, esos mismos fenómenos naturales suponen una amenaza real para todos los aspectos de la vida hiperconectada.

Tanto el Evento Carrington de 1859, el apagón masivo de Quebec en 1989, el incidente en plena Guerra Fría de 1967 y rastros de episodios aún más antiguos, como el Evento Miyake, demuestran que las tormentas solares han puesto en jaque, una y otra vez, a la civilización.

¿Qué es una tormenta solar y por qué debería preocuparnos?

Una tormenta solar comienza con una explosión en la superficie del Sol, llamada fulguración, capaz de liberar energía equivalente a millones de bombas nucleares. En ocasiones, estas explosiones expulsan enormes burbujas de plasma altamente energizado, conocidas como eyecciones de masa coronal (CME), que viajan a través del espacio y pueden chocar contra el campo magnético de la Tierra.

Cuando esto ocurre, la energía y las partículas pueden transformar auroras boreales en tormentas geomagnéticas lo bastante potentes como para inutilizar satélites, cortar la electricidad, dañar los sistemas de navegación y desencadenar apagones en ciudades enteras.

El Evento Carrington de 1859 demostró que una fulguración solar puede paralizar sistemas de comunicación y provocar auroras en latitudes insólitas (AP Foto/Ted S. Warren)

“La civilización moderna enfrenta peligros inéditos porque nunca dependimos tanto de tecnologías eléctricas y digitales”, advirtió el historiador ambiental Dagomar Degroot en The Conversation.

El Evento Carrington: el día en que el Sol desconectó al mundo

El primero de septiembre de 1859, los astrónomos británicos Richard Carrington y Richard Hodgson observaron una colosal fulguración solar. Horas después, auroras rojas iluminaron el cielo desde los polos hasta el Caribe y una serie de fallas inesperadas paralizó líneas telegráficas en ambos lados del Atlántico. Algunos operadores sufrieron descargas mientras las líneas emitían chispas y funcionaban incluso estando desconectadas de toda fuente eléctrica.

BBC News describe el Carrington como el “mayor evento solar registrado”. En ese tono, afirman que, si sucediera en la actualidad, la destrucción de transformadores y redes eléctricas sería masiva, las comunicaciones colapsarían y la recuperación podría llevar meses o años, con pérdidas económicas multimillonarias y consecuencias incalculables para la vida cotidiana.

La tormenta que casi enciende la mecha nuclear

En mayo de 1967, el Sol desencadenó una tormenta solar que desactivó los radares militares en Alaska, Groenlandia e Inglaterra. El Mando de Defensa Aeroespacial de Norteamérica (NORAD) interpretó el apagón como un posible ataque soviético, y movilizó bombarderos con armamento nuclear. Solo la rápida intervención de meteorólogos espaciales, quienes evidenciaron el origen solar del evento, evitó una escalada bélica.

El Evento Carrington de 1859 demostró que una fulguración solar puede paralizar sistemas de comunicación y provocar auroras en latitudes insólitas (Europa Press)

“El intercambio de información entre científicos y altos mandos nos salvó de una catástrofe”, analizó el experto a The Conversation. El episodio revela que las tormentas solares no solo amenazan infraestructuras, sino que pueden poner a prueba la estabilidad del planeta.

El apagón de Quebec: un invierno sin luz por culpa del Sol

El 13 de marzo de 1989, una sucesión de eyecciones de masa coronal alcanzó la provincia canadiense de Quebec. Las corrientes geomagnéticas saturaron la red hidroeléctrica y dejaron a seis millones de personas sin electricidad durante una helada madrugada.

The Washington Post calificó esta tormenta como “el recordatorio definitivo de que nuestra dependencia tecnológica es nuestra mayor debilidad”. Reparar totalmente el sistema tomó meses, y el evento sirvió como advertencia concreta sobre la fragilidad de las infraestructuras modernas frente a la actividad solar.

El enigma del evento Miyake: una advertencia desde el pasado

Investigaciones, citadas por The Guardian, revelaron en anillos de árboles del siglo VIII un aumento abrupto de carbono 14, evidencia de una tormenta solar aún más intensa que Carrington. Estos llamados Eventos Miyake sugieren que el Sol es capaz de producir explosiones todavía más devastadoras, aunque ocurran solo una o dos veces cada milenio.

Las eyecciones de masa coronal pueden inutilizar satélites, dañar redes eléctricas y afectar servicios esenciales como la atención médica y la distribución de alimentos (NASA)

De repetirse una tormenta de tal magnitud en la era digital, los daños serían impredecibles: afectaría desde la aviación hasta servicios esenciales como la atención médica y la distribución de alimentos, poniendo de relieve que los mayores riesgos naturales pueden venir, literalmente, del espacio.

La próxima tormenta: ¿estamos preparados?

La vigilancia solar y la prevención tecnológica nunca han sido tan cruciales. Satélites y observatorios como el Daniel K. Inouye Solar Telescope son las primeras líneas de defensa.

La historia reciente muestra que el Sol no es solo una fuente de energía y vida: también puede amenazar, en cualquier momento, el funcionamiento del planeta. Anticipar, vigilar y comprender estos fenómenos es la única manera de evitar que el próximo gran evento solar cruce el umbral de lo anecdótico y se convierta en una crisis global.