El calendario señala el 24 de julio. Pero en el hogar de Dalma Maradona y en la familia que lleva grabado a fuego ese apellido, la fecha tiene otro peso. Es el día en que Azul, la hija menor de la actriz y Andrés Caldarelli -y nieta de Diego-, cumple tres años. Un terremoto de rulos strawberry blonde, como su madre prefiere llamarla, que vino a sacudirlo todo, a ponerle música, risa y desborde a cada rincón.
La emoción atraviesa a Dalma desde que empieza a escribir: “No puedo creer lo rápido que pasa y me da un poco de nostalgia no tener más bebés en casa”. Es un sentimiento que recorre la fibra íntima de cualquier madre. Azul ya no es un bebé, aunque a veces, entre juegos y carcajadas, le pida a su mamá que la envuelva como antes, cuando su vida cabía entera entre sus brazos.
Antes de su llegada, Roma, la hermana mayor, había acaparado toda la atención. Parecía imposible que alguien pudiera robar tanta luz. “Cuando jurábamos que nadie iba a deslumbrarnos como lo había hecho Roma, llegaste vos a decirnos ‘acá estoy’, y puedo ser tan fantástica como la increíble hermana mayor que tengo”, agregó la Hija de Dios, dejando en claro que, contra toda predicción, el corazón de una madre no tiene límites, solo expansiones.
Azul se convirtió en la pieza que faltaba para completar la foto familiar. Dicen que cada hijo trae un mundo nuevo, y así lo siente Dalma: “Sos una fiesta y todo de vos me tiene loca de amor. Sigamos recorriendo este camino juntitas, pegadas, y sigamos cantando y bailando canciones de Lali“. Basta cerrar los ojos y ver la escena. Cada día, la pequeña convierte el acto de vestirse en un desfile y exige a su audiencia que se desmaye de admiración, apenas la ve aparecer con uno de sus modelitos. La risa explosiva de Azul invade la casa, sus abrazos son fuertes, sinceros, irrepetibles. De fondo, las melodías de estrella pop completan una escena idílica.
“Ojalá puedas ser todo lo feliz del universo”, desea Dalma. Y vuelve a abrir la puerta a la complicidad madre e hija “Y como vos me decís: TE AMO HASTA LAS ESTRELLAS CON TODO MI CORAZÓN, MI ALMA Y MI AMORRRR!”. Con mayúsculas, para reafirmar su amor. Apodos le sobran: mi dulce Chuky, mi terremotito. La define, entre risas y cansancio de madre, como perfecta, aunque sueñe con que fuera “un poco más tranquilita… o no”.
La historia se redondea con la complicidad familiar. Entre los mensajes aparece uno fundamental: el de Gianinna Maradona, tía de Azul, que también resignifica a la pequeña en el tejido profundo de los afectos: “Mi amor más chiquito, feliz todo Zuzu”, exclama y suma un nuevo apodo. “¡Gracias por llegar a ponerle amor, alegría, dulzura y ser un tobogán para volver a ser felices!”, completa. El agradecimiento cruza las palabras y se convierte en caricia: “Sos todo. Gracias por deslumbrarnos con tu amor, tu cariño, tu forma tan hermosa de ver la vida. Desmayada cada vez que te veo, sos impresionante”. El remate aporta el poder sanador de los afectos: “TE AMO CON TODA MI ALMA, MI VIDA Y MI AMOR! Seguí abrazándome así, sos mi curita”.
La vida no se detiene ni se ordena mientras Azul crece. Va dejando huellas imborrables: una pared rota aquí, el sillón pintado allá, algún empujón a Roma en el fragor de las travesuras de hermanas. Pero detrás de cada caída, de cada risa, de cada baile improvisado, late el deseo de Dalma Maradona: “Qué hermoso es ser tu mamá. Y leeré este posteo cuando otra vez rompas una pared, pintes el sillón o empujes a tu hermana. ¡Feliz todo, mi amor más chiquitito”. Es que hoy Azul cumple tres años y, alrededor de ella, el amor gira sin pausa.