
¿Puede haber algo bueno en algo que llamamos “la era de Hitler? ¿Puede ser que lleguemos a añorarla? Algo de eso se puede entender leyendo La era de Hitler, el ensayo de Alec Ryrie, que es un historiador del Cristianismo escocés que mira el pasado y se pregunta por el presente. Ahí dice algo así que la religión de cada uno podía ser la que fuera, o ninguna, pero que en Occidente, desde la Segunda Guerra Mundial, el antinazismo fue la verdadera religión. Que “la era de Hitler” reemplazó a “la era de Jesús” Y que ahora, bueno, las cosas están cambiando.
“Hoy es bastante habitual que en las sociedades occidentales la gente tenga cierta vinculación emocional con una identidad religiosa. Pero, por lo general, no abrazamos estas identidades con la misma inmediatez instintiva y la misma fe ciega con que creemos, sin cuestionárnosla, en la verdadera religión de nuestra cultura: la Segunda Guerra Mundial”, escribe en el ensayo.
Y explica: “El mundo occidental laico, progresista (…) se apresuró a adoptar la idea de los derechos humanos y a definirse con relación a ella. Lejos de quedar abolida, la «humanidad» se convirtió en la medida de todas las cosas. En la era de Hitler, la era posterior a la Segunda Guerra Mundial en que nos ha tocado vivir, la «humanidad» es nuestra fe común».
Si los Derechos Humanos se han -¿se habían?- convertido en algo indiscutible, eso fue por los horrores del nazismo. Y por lo mismo, “desde finales de los sesenta, como mínimo, los términos «nazi» y «fascista» se han venido empleando a la ligera para referirse a toda clase de conductas políticas y morales reprobables, a veces sin que exista conexión alguna con los movimientos políticos de origen».

Pero ¿qué pasa cuando se acaba esta era en que “todos juntos contra la maldad? Adelanto: Ryrie es optimista.
Hablamos por videollamada, él está en Gran Bretaña:
-Es un poco raro pensar en que podría ser algo bueno una “era de Hitler”
-¡No! Hitler en sí mismo, para nada es bueno, pero tal vez es momento de que dejemos de estar tan obsesionados con él.
-¿Qué decimos hoy cuando decimos “Hitler”?
-La palabra Hitler hoy significa muchas cosas distintas. Es un personaje histórico —lideró a la humanidad hacia la guerra más sangrienta jamás vista—, pero es también un símbolo, el símbolo máximo de lo que entendemos por maldad. Pero en loss últimos cinco años se ha convertido en una figura de controversia política nuevamente.
-¿Cómo es eso?
-Podés empezar a ver a algunas personas, pocas, tratando de, tratando de reivindicarlo, no porque estén interesadas en la Historia sino por ese poder simbólico que tenía.

-Algunos temen que ese sea el camino que lleva al poder a gente que llega a dictadores como Pinochet, salvando las distancias.
—Hay algo muy claro: figuras como Pinochet, o el caso de Bolsonaro en Brasil y su forma de hablar de la dictadura militar, muestran que cada vez más políticos están dispuestos a mirar el pasado autoritario sin tanto rechazo. Incluso en Italia esa relación con el pasado fascista se está complicando. Hasta ahora, esas figuras eran usadas como tabúes, para marcar límites de hasta dónde se podía ir. Ese instinto ya no funciona. Ves políticos en muchas partes del mundo queriendo reabrir estas cuestiones. Y, sí, creo que Hitler está en el centro de, de ese proceso. Pero quiero ser optimista, como digo en el libro.
—¿Cómo sería ser optimista?
— Muchos de estos movimientos me parecen muy aterradores. Pero también creo que eso de imponer tabúes y simplemente decir: “No podés hablar de esto”, no ha funcionado muy bien. El puntos es que ahora estamos tratando de averiguar cuál va a ser nuestro nuevo consenso moral.
-¿Y el optimismo?
-La razón por la que soy optimista es porque yo sí creo que había fallas reales en el viejo consenso que teníamos, con el que crecimos. Y creo que hay margen para encontrar algo mejor, lo que no significa rehabilitar a Hitler o Pinochet o a la dictadura brasileña. Solo reconocer que el consenso liberal que hemos tenido durante los últimos 40, 50 años, también se estaba quedando sin camino.

—¿Qué tiene que ver todo esto con Jesús? Hitler con Jesús, ¿cuál es la conexión?
—Una de las razones por las que Hitler se volvió un personaje tan poderoso en nuestra cultura es que vino a llenar el vacío que dejó el cristianismo como fuente primaria de valores. Después de la Segunda Guerra Mundial y lo que vino en los años sesenta, el cristianismo perdió mucha de la autoridad moral que tuvo. Entonces, la narrativa de la lucha contra Hitler se volvió éticamente mucho más nítida y clara, mientras que el mensaje cristiano se había vuelto ambiguo y comprometido. Tal vez la gran pregunta ahora es cómo ese conjunto más antiguo de valores, ese conjunto de valores cristianos, jugará en este nuevo mundo. Ahora que estamos abandonando las certezas basadas en la memoria del fascismo, vamos a necesitar encontrar nuestros valores en algún lugar. Claramente, muchas personas de derecha están ansiosas por tratar de ver una nueva forma conservadora y armada del cristianismo. Y algunos de izquierda, también.
—Sos un historiador del Cristianismo. ¿Cómo ves ese proceso?
—Sí, ese es mi campo. En este siglo ha sido la derecha etnonacionalista la que ha instrumentalizado más la religión. Bolsonaro, por ejemplo, se apoyaba mucho en el pentecostalismo; en Hungría, Viktor Orbán invoca una identidad cristiana, algo que también intenta Putin en Rusia. Y, como sabrás, en Estados Unidos la derecha religiosa ha tenido influencia durante mucho tiempo.
—¿Qué pasó con el cristianismo progresista?
—Hubo un cristianismo de izquierda muy activo hasta los años 70, pero prácticamente desapareció. El último ejemplo grande fue Jimmy Carter, el primer presidente evangélico de EE. UU., pero desde ahí esa corriente se fue diluyendo. Una de las características realmente interesantes de los últimos 60, 70, 80 años no es la fuerza del cristianismo de derecha, sino la debilidad del cristianismo de izquierda. Ese cristianismo de izquierda, ese cristianismo políticamente de izquierda, se topó con serios problemas en los años 1960. Se politizó demasiado y colapsó bajo su propio peso. Sospecho que la derecha, el cristianismo de derecha muy politizado que vemos en este momento, ya está enfrentando algunas de esas mismas dificultades.
-Que son…
-Reclamar un manto cristiano para vos, mientras solo te interesa el cristianismo como tribu, como identidad, en lugar de como doctrina.
-¿De qué se habla cuando se habla de los valores cristianos?
-Bueno, quiero ser cuidadoso al responder eso porque para muchas personas simplemente es decir: “El cristianismo es lo que yo quiero que sea.”
-Y es…
-Es un conjunto muy amplio de tradiciones. Hay muchas formas diferentes de ser cristiano. La diferencia que haría es entre quienes usan el cristianismo simplemente como una identidad -una forma de definir quiénes son los nuestros y quiénes son los otros- y aquellos que realmente quieren extraer algunos valores, algún contenido de ello. Ahora, con los valores que extraen hay muchas cosas diferentes que se puede hacer. Ciertamente hay cristianos muy reflexivos y serios en la derecha política que extraen mensajes auténticamente cristianos y conservadores de ello, así como hay cristianos en la izquierda.
-Es decir que sí es elástico…
-Lo que digo es que si la gente de la derecha quiere usar el cristianismo para hacer de eso parte de su identidad, está bien. Pero necesitan comprometerse seriamente con lo que el cristianismo enseña y tratar de aplicarlo de una manera que tenga sentido con sus principios.
-Entonces sí hay unos principios…
-Podés tener a tus cristianos de derecha y a tus cristianos de izquierda sentados y discutiendo sobre esto. Y habrá personas en la derecha que querrán hablar de valores de responsabilidad y de liderazgo y obediencia. Y lo que pasa es que está este conjunto de valores que pensamos como de la derecha pero que tienen raíces cristianas reales y profundas. Y las personas de la izquierda querrán hablar de internacionalismo y apertura e inclusividad y tolerancia. Entonces puede haber una discusión real. Cuando llegamos a ese punto, estamos en un buen lugar, hay contenido. El error que creo que algunas personas de la derecha están cometiendo en su intento de reclamar una identidad cristiana ahora es que solo están reclamando la identidad, sin cntenido. Es, simplemente, “nosotros”.
-Contra los musulmanes, por ejemplo.
-Sí, como antes te definías contra los judíos, ahora te defines contra contra los musulmanes. Es simplemente una forma de decir lo que no somos.
-Cualquier religión puede usarse para eso.
-Si lo que te interesa es solo la identidad, cómo definir un “nosotros”.., sí. Los seres humanos somos muy buenos para dividirnos entre nosotros. Pero hacerlo con la religión es complicado porque los valores de tu religión van a volverse en tu contra. Si intentás simplemente usar una religión como una forma de delimitarte de otros, descubrirás que el contenido de esa religión, sus valores reales, empiezan a complicarte la vida. Reclamás una religión como una identidad y la gente empieza a explorar qué significa el cristianismo, qué significa el judaísmo, qué significa el islam. Y eso ya no es algo que los políticos puedan controlar.
-Esa es tu mirada optimista, la llegada a los valores.
-Estoy observando bastante de cerca la forma en que esta historia se está desarrollando en Estados Unidos. Una de las cosas interesantes de la coalición de Trump es que ha evitado muy explícitamente tener cualquier valor en absoluto. Lo suyo ha sido puramente la fuerza. No han proclamado una visión moral ni ningún principio de ningún tipo. Y eso no está funcionando, como puedes ver. Hay figuras en esa coalición tratando de impulsar esaespecie de ausencia de moralidad, pero otras hablan de valores morales en direcciones particulares. El vicepresidente tratando de hablar el lenguaje de los valores mientras mantiene esa posición de “Estados Unidos primero”. Y una vez que has permitido que los valores vuelvan a la conversación algo cambia. Hablar de valores significa que te abrís a la crítica. Si , proclamas un estándar y te desvías de él, has fallado en cumplirlos. Trump nunca ha declarado ningún valor moral en absoluto, así que no puedes acusarlo de hipocresía. En cambio cuando podés acusar a alguien de hipocresía…
-¿Entonces, qué?
-Tal vez esto es muy inglés. Yo creo en el valor de la hipocresía.
Un mundo que quedó atrás
-A veces uno se pregunta en qué mundo vivirán nuestros nietos. ¿Uno en el que los poderosos hacen lo que quieren?
-En parte escribí este libro para tranquilizarme porque tenía ese miedo. Mis instintos quieren aferrarse a ese bonito conjunto de valores liberales que tuvimos durante la mayor parte de mi vida. Pero tengo que reconocer que esee mundo no va a volver. No vamos a, a chasquear los dedos y volver a los años 1990. Y no creo que realmente queramos hacerlo.
-¿Por qué no?
-Porque nos deja con una idea muy limitada de lo que es el mal. No todos los males se parecen a los nazis. Entonces teníamos el el problema de haber construido nuestros valores alrededor de una guerra, la idea de que el mal debe ser derrotado en batalla. Nos deja buscando enemigos en lugar de entender que el problema somos nosotros, los seres humanos. Tenemos que encontrar otro consenso, no somos buenos para vivir sin valores.

-Algunos piensan que lo que pasó es que fuimos demasiado lejos con el feministo, el movimiento gay, esas cosas.
-Es realmente interesante cómo esos conjuntos de temas sobre género y sexualidad han llegado a ser tan prominentes, especialmente en la derecha. En muchos sentidos, las minorías sexuales ahora juegan el mismo papel en la mitología de la derecha que los judíos en la primera parte del siglo XX. Mi suposición es que esto se ha vuelto tan importante porque es el punto de diferencia más obvio entre la ética secular progresista de la era anti-nazi y la ética cristiana tradicional. Que, en muchos sentidos, estos dos sistemas son muy similares entre sí, con valores cercanos.
-¿Sí?
-Eso es lo que hizo que la transición de ser una sociedad basada en valores cristianos a una sociedad basada en el anti-nazismo a mediados del siglo XX fuera tan fácil. Pero hay algunos puntos obvios de conflicto. Por ejemplo estas cuestiones de género, de sexualidad… Estamos tratando con un grupo relativamente pequeño de personas, así que, de nuevo, como los judíos en la Europa anterior a la Segunda Guerra Mundial, podés convertirlos en chivos y enfocar la energía de tu movimiento en oponerte a estas personas y lo que representan. Hay otra minorías disponibles, pero estas son las más obvias.