La memoria es uno de los mayores focos de preocupación a medida que las personas envejecen. Para muchos, los pequeños olvidos diarios generan la inquietud de estar frente a los primeros síntomas de una enfermedad grave.
Según el neurólogo Daniel Lesley, de Remo Health, aproximadamente la mitad de sus pacientes diarios le plantean esta misma duda: ¿se trata de cambios normales por la edad o de señales que requieren atención médica urgente?
La realidad es que el cerebro, como cualquier otro órgano, experimenta alteraciones naturales con el paso de los años. Sin embargo, los expertos insisten en que existen indicadores claros que deben motivar una consulta profesional.
A continuación, las siete señales principales que, de acuerdo con los especialistas consultados por Time, no deben ser ignoradas:
1. Dificultad para realizar tareas familiares
En la juventud, realizar múltiples actividades al mismo tiempo es habitual: cocinar mientras se responde un mensaje o mirar un video mientras se trabaja. Este tipo de multitarea disminuye con la edad, explica el doctor Zaldy S. Tan, del Cedars-Sinai Medical Center.
Sin embargo, si una persona, aún enfocada en una única tarea, olvida cómo usar un electrodoméstico básico como un horno o una lavadora, podría ser un síntoma preocupante.
Pequeños errores bajo distracción son comunes, pero la incapacidad de completar tareas rutinarias conocidas, pese a prestarles toda la atención, puede señalar un deterioro cognitivo que merece ser evaluado.
2. Olvidar compromisos habituales
Fallar en citas o actividades que formaban parte de la rutina es otro signo de alerta. Un ejemplo citado por Tan es el de una paciente que, tras años de recoger a sus nietos del colegio cada viernes, un día simplemente olvidó hacerlo.
Aunque el estrés o las múltiples obligaciones pueden explicar algún olvido puntual, cuando la frecuencia aumenta o el error resulta muy inusual en una persona previamente organizada, es aconsejable consultarlo con el médico.
3. Cambios de personalidad o de humor
El deterioro cognitivo no se manifiesta únicamente a través de la pérdida de memoria. También puede afectar el estado emocional y la personalidad. El doctor Gary Small, presidente del departamento de psiquiatría en el Hackensack University Medical Center, advierte que irritabilidad, ansiedad, depresión o apatía pueden preceder, incluso por años, a un diagnóstico de Alzheimer o demencia.
Estos cambios, muchas veces subestimados por familiares y amigos, forman parte integral del proceso de deterioro neurológico y merecen atención temprana.
4. Pérdida frecuente de objetos importantes
Olvidar ocasionalmente dónde se dejaron las llaves o el teléfono es normal. Sin embargo, perder de forma reiterada objetos de alto valor personal o económico —como una alianza matrimonial o una tarjeta de crédito— y no recordar dónde se dejaron representa una señal más grave.
Tan recomienda evaluar la importancia y la frecuencia de los objetos extraviados: mientras más valiosos o sentimentales sean, y más repetidas las pérdidas, mayor es la necesidad de intervención profesional.
5. Repetición de preguntas o historias
Todos conocen a alguien que disfruta contando las mismas anécdotas una y otra vez. Sin embargo, cuando una persona comienza a preguntar reiteradamente por un dato —como la fecha de un evento familiar— y no recuerda haberlo hecho, sin distracciones de por medio que justifiquen el olvido, se trata de un patrón preocupante.
Tan subraya que la diferencia radica en el contexto: si la persona ha sido siempre repetitiva, probablemente sea una característica de su personalidad; pero si la repetición es un cambio reciente, debe ser investigado.
6. Desorientación en lugares conocidos
La capacidad de ubicarse en el espacio, conocida como memoria visual-espacial, puede verse afectada en las primeras fases de deterioro cognitivo. Perderse en trayectos familiares, como el camino habitual al supermercado o a casa de un hijo, sin razón aparente, es una de las señales más evidentes de que algo no marcha bien.
Según Tan, este tipo de episodios deben ser considerados un signo de alarma salvo que haya cambios recientes en la infraestructura de la zona.
7. Antecedentes familiares de Alzheimer temprano
La historia familiar constituye un factor de riesgo significativo. Si un padre o madre desarrolló síntomas de Alzheimer a una edad temprana, existe mayor probabilidad de que sus descendientes enfrenten también alteraciones cognitivas a edades similares.
Sin embargo, como señala Gary Small, un diagnóstico precoz permite a los pacientes implementar cambios en el estilo de vida, adoptar tratamientos farmacológicos adecuados y, en muchos casos, retrasar el avance de la enfermedad de manera notable.
Actuar a tiempo es clave
El temor al diagnóstico suele llevar a las personas a demorar la consulta médica. No obstante, los especialistas insisten en que la intervención temprana puede mejorar la calidad de vida de quienes atraviesan estos problemas.
Llevar un registro detallado de los olvidos, conversar honestamente con familiares cercanos y consultar a profesionales de la salud son pasos esenciales para diferenciar entre el envejecimiento normal y un posible deterioro cognitivo.
Como concluye Small, “descubrir la verdad no es motivo de huida, sino un llamado a ser proactivos en el cuidado de nuestra mente”.