El Índice de Precios al Consumidor de mayo, con un aumento del 1,5%, dejó atrás las proyecciones más optimistas, incluso dentro del propio Gobierno, que esperaban un dato algo menor a la barrera del 2%. En ese terreno, el 1,5% sorprendió, aún después del 1,6% que se había registrado en CABA.
¿Cómo se llegó a un número tan bajo si solamente dos meses atrás, en marzo, se había producido un salto del 3,7%? Una de las razones centrales para explicarlo pasa por el nivel estable del dólar y la salida del cepo cambiario.
1 – Dólar sin sobresaltos
La expectativa de un salto en el valor del dólar una vez levantadas las restricciones cambiarias fue muy marcada y llevó a muchos sectores a fijar aumentos de precios preventivos. Y el salto nunca se produjo. Con casi dos meses transcurridos sin cepo para las personas físicas, el dólar casi no registró variaciones. Si bien no se movió hacia la parte inferior de la banda, como aspiraba el Gobierno, se mantuvo estable.
De ese modo, muchos incrementos empezaron a retrotraerse, ya que el consumo se mantiene muy moderado en muchos segmentos, lo que impide tocar los precios. Las empresas se ven impedidas de aumentar sus ganancias por precio y deben hacerlo por cantidad, tratando de vender más.
2 – Consumo sin despegue
Esa merma en el consumo, combinada con el dólar estable, también hizo aumentar algunas categorías por debajo del 1,5% de promedio. Es el caso de rubros como Equipamiento y mantenimiento del hogar (1,4%), Prendas de vestir y calzado (0,9%) o Bebidas alcohólicas (0,6%). Se trata de los sectores más golpeados de la actividad, dado que en general se trata de consumos que pueden demorarse o suprimirse.
El ancla cambiaria se sostuvo y, con ello, se diluyó la expectativa de una suba de precios post-salida del cepo, que muchos analistas venían manejando desde comienzos del año. Al mismo tiempo, ese ancla se combinó con la rígida política monetaria y fiscal que no mostró desvíos tras la incorporación de las bandas cambiarias.
Ese efecto del dólar sobre las decisiones de precios se reflejó particularmente en el caso de los alimentos, la categoría de mayor incidencia en el IPC.
3 – Caída de precios estacionales
Otro factor central para explicar la caída de la inflación pasó por la baja de los precios estacionales, que habían sido el motor de aquel 3,7% de marzo. El IPC de mayo mostró una inusual deflación (-2,7%) en ese terreno.
Los alimentos frescos mostraron deflación, de -1,7% en frutas y de -9,8% en verduras, descontando los fuertes aumentos que habían mostrado en meses anteriores. Un ejemplo llamativo es el de las verduras, que acumularon una baja interanual del -9,6% en el Gran Buenos Aires, según el Indec. En el mismo período, la inflación general subió un 43,8%.
Esa fuerte caída de los precios estacionales dejó al rubro “alimentos y bebidas” con una suba de apenas 0,5% y sirvió para amortiguar con creces otros aumentos registrados en el mes, sobre todo si se considera que los servicios subieron un 2,7%, muy por encima de la inflación general. Las tarifas de gas, agua y electricidad subieron un 1,9%, mientras que otros rubros tuvieron aumentos aún superiores en el mes, tales como los servicios de telefonía e Internet (4,1%), los restaurantes (3%) o la salud (2,7%).
En ese escenario, los riesgos para la inflación de los próximos meses pasan más por el nivel del dólar que por cualquier otro factor. Si bien en las tarifas de los servicios públicos todavía hay subsidios por reducir para eliminar distorsiones, como en el caso del transporte público, la estabilidad del dólar, el ajuste y un consumo masivo sin despegue apuntan a que la contención de la inflación permanecerá en los próximos meses.
Las proyecciones de los analistas convalidan esa tendencia hacia la baja. La inflación de los últimos 12 meses, según el informe conocido hoy, es del 43,5%. Los consultores del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del BCRA, esperan un 20,9% para los próximos 12 meses.