La crisis económica actual impactó con fuerza en uno de los espacios más emblemáticos y cotidianos de la vida urbana y barrial argentina: los kioscos. Según datos difundidos por la Unión de Kiosqueros de la República Argentina (UKRA), el país perdió 16.000 kioscos en el último año. Esta caída deja al sector con menos de 100.000 puntos activos, una cifra inédita en la historia reciente del país. La tendencia refleja no solo la gravedad de la recesión, sino también cambios en los hábitos de consumo y nuevas formas de competencia.
Ernesto Acuña, vicepresidente de UKRA, trazó un panorama crítico sobre el escenario que enfrenta el rubro. “El kiosco es como la postal de una ciudad, de un pueblo, pero están cerrando por varias razones. La principal es la recesión que se está viviendo desde hace tiempo”, afirmó Acuña en declaraciones radiales.
El impacto de la crisis se manifiesta primero en los números del consumo. Los kiosqueros reconocen una reducción drástica en las ventas y una baja clara de la demanda. “Se vende menos, mucho menos. No hay plata”, resumió Acuña. Las estadísticas marcan una baja del 40% en las ventas en los últimos dos años, sumada a una merma del 30% al 35% solo en bebidas durante la última temporada de verano.
La retracción general del consumo golpeó con severidad las ventas diarias de los kioscos en todos los barrios. Muchos comerciantes notaron, además, que las compras espontáneas o de impulso disminuyeron de forma considerable. Ante este escenario, los locales afrontaron dificultades crecientes para sostener sus operaciones y asumir los costos fijos. El descenso de los ingresos encontró pocos paliativos en un contexto de caída generalizada del poder adquisitivo.
La competencia desleal emergió como otro de los factores centrales en la debacle del sector. La proliferación de cadenas de mayor tamaño y la irrupción de establecimientos de otros rubros en mercados tradicionales de los kioscos profundizó la presión sobre los comerciantes barriales. Según denunció Acuña, “productos que antes se encontraban solo en un kiosco, hoy los ves en farmacias con golosinas, supermercados chinos con cigarrillos o verdulerías con heladeras que venden bebidas”.
La falta de controles estrictos sobre los puntos de venta habilitó esta expansión. Muchos kiosqueros observaron que se vendieron productos típicos del sector en espacios sin la fiscalización debida por parte del Estado, lo que generó una competencia despareja. Este fenómeno redujo aún más los márgenes de ganancia para los pequeños comerciantes y aceleró el cierre de locales tradicionales.
En paralelo, la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA) elaboró un relevamiento sectorial según el cual la cantidad de kioscos activos bajó de 112.000 a 96.000 en un año. El recorte alcanzó un 14% y afectó directamente el empleo y las economías familiares que dependen de estos comercios. Esta disminución golpeó sobre todo a los trabajadores que ofrecen atención al público y a quienes realizan tareas de reposición y limpieza.
El cierre de tantos locales también implicó la desaparición de una red de servicios barriales. Los kioscos no solo funcionan como espacio de compra sino también como punto de encuentro vecinal, lugar de referencias y canal de información. Su reducción alteró dinámicas sociales en ciudades y pueblos y produjo efectos negativos en la vida cotidiana de los habitantes.
La incertidumbre política y económica añadió presión sobre el sector. El vicepresidente de UKRA atribuyó parte de la inestabilidad a los movimientos de precios y a la especulación con el valor del dólar. “Pasa lo mismo que cada vez que hay una elección. En el segundo semestre, se viene una disparada de precios. Esté quien esté, con cualquier color político, siempre hay especulación, el dólar se dispara y los precios aumentan”, detalló Acuña.
Este clima de inestabilidad generó dificultades para la planificación a mediano plazo y aumentó los costos de reposición. Muchos vendedores señalaron que la volatilidad del tipo de cambio encareció los productos importados y obligó a realizar ajustes constantes en las listas de precios. Las disrupciones en la estructura de costos complicaron la gestión financiera de los kioscos y aceleraron la toma de decisiones drásticas, como cerrar el local o reducir el horario de atención.
El sector también se vio afectado por la caída de las ventas de productos básicos. Rubros como golosinas, cigarrillos, bebidas y alimentos de consumo inmediato sufrieron un declive significativo. La retracción del consumo cruzó todos los segmentos de la clientela, incluyendo a adolescentes, trabajadores y familias, lo que repercutió en los stocks y en la frecuencia de las compras a proveedores.