
El pasado viernes 24 de octubre, en Akita, una prefectura montañosa en el norte de Japón, un ataque de oso dejó un muerto y tres heridos, lo que impulsó al gobernador local a solicitar la intervención del ejército para proteger a la población.
La medida surge tras una serie de incidentes que alcanzó un récord histórico en la región. Las autoridades locales reportan que, en lo que va del año, 54 personas fueron víctimas de ataques de osos, una cifra muy superior a la del año anterior.
De acuerdo a NBC News, el aumento de avistamientos y la presencia de osos en zonas urbanas y rurales llevó a autoridades y vecinos a extremar medidas de seguridad, con una situación que ya desborda las capacidades de los equipos tradicionales de control de fauna.

El gobernador de Akita, Kenta Suzuki, publicó el domingo un mensaje en redes sociales donde advirtió que el personal dedicado al control de la fauna silvestre se encuentra al límite y que solicitará a las Fuerzas de Autodefensa de Japón (el ejército nacional) que colabore en una caza selectiva de osos.
El plan será presentado formalmente al ministro de Defensa, Shinjiro Koizumi, con quien Suzuki tiene previsto reunirse esta semana. El pedido busca contener una ola de ataques que, según datos oficiales, ya supera ampliamente las estadísticas habituales para esta época del año en Japón.
De acuerdo con el informe, la problemática tiene varios factores. En primer lugar, las cifras de avistamientos de osos en Akita y otras regiones del país se multiplicaron por seis, alcanzando más de ocho mil casos registrados en lo que va de 2025.
El flujo de animales hacia pueblos, aldeas y hasta áreas urbanas responde a la búsqueda de alimento, una situación que llevó a algunos osos a irrumpir en viviendas y, en al menos dos ocasiones, a ingresar en supermercados.

La menor presencia de cazadores federados por el envejecimiento de la población japonesa agrava la crisis, ya que existen menos personas capacitadas para controlar a los animales.
Los especialistas señalan que los osos japoneses, especialmente los de la especie Ursus thibetanus japonicus, perdieron el temor natural a los humanos, lo que facilita encuentros peligrosos.
Akita, una región que combina zonas rurales y urbanas y donde el descenso demográfico es especialmente marcado, implementó varias acciones de emergencia.
De acuerdo con declaraciones recientes de Suzuki, se distribuyeron aerosoles repelentes de osos a los estudiantes y se reforzaron las patrullas en rutas escolares para mejorar la seguridad de los niños. La prefectura también incrementó la vigilancia en áreas públicas y emitió alertas para prevenir incursiones de osos en sectores vulnerables.
Según estimaciones de las autoridades y reportes de Reuters, la mayor incidencia de ataques de osos no se limita a Akita. Otras prefecturas del norte y centro de Japón informaron situaciones similares, aunque ninguna de la magnitud actual.
El fenómeno coincide con un repunte en la población de osos debido a la menor caza, un incremento de la vegetación y la paulatina desaparición de comunidades rurales, lo que reduce la distancia entre los animales y los asentamientos humanos.

En términos biológicos, Japón alberga dos especies principales de osos: el oso negro japonés, común en gran parte del país y que puede alcanzar los ciento treinta kilogramos, y el oso pardo, que habita la isla norte de Hokkaido y puede llegar a pesar hasta cuatrocientos kilogramos. Los expertos advierten que el aumento de ataques obliga a replantear tanto las políticas de gestión ambiental como el vínculo tradicional entre comunidades y fauna silvestre.
Según recogió NBC News, la escasez de cazadores plantea dificultades adicionales, ya que el proceso para obtener la licencia demanda tiempo y formación. Las organizaciones de defensa animal y algunos sectores de la opinión pública presentan dudas sobre el alcance de una caza masiva o intervención militar como solución a largo plazo.
Sin embargo, las autoridades recalcan que la principal prioridad es evitar pérdidas humanas y garantizar la seguridad de las áreas habitadas, en tanto se estudian alternativas para controlar el acceso de los osos a las zonas pobladas.

El gobierno nacional evalúa aumentar la inversión en sistemas de alerta temprana, cercos eléctricos y métodos de disuasión que no impliquen necesariamente la muerte de los animales. Otras prefecturas promueven estrategias de coexistencia, educación comunitaria y monitoreo ambiental para reducir los riesgos sin recurrir exclusivamente al sacrificio de los ejemplares.
Organizaciones civiles y ambientalistas sostienen que el desequilibrio demográfico y la expansión de las zonas salvajes generan nuevas tensiones entre la vida urbana y la fauna autóctona. De acuerdo con las cifras oficiales, el conflicto humano-animal se intensificó en los últimos años, en particular en regiones con envejecimiento acelerado y despoblamiento rural.
El pedido de intervención del ejército marca un punto de inflexión en la gestión de la seguridad frente a la vida silvestre en Japón. La decisión final dependerá de la evaluación conjunta entre el gobierno central y las autoridades locales de Akita, quienes buscan una respuesta efectiva a una situación que no muestra señales de remisión.