La votación a favor de partidos de centro y derecha en Bolivia fue bien recibida por el mercado, logrando bajar en más de 300 puntos su calificación de riesgo. Según un reporte de Bloomberg, que destaca “el giro a la derecha en las preferencias políticas de la población”, el país pasó de 1.525 a 1.207 puntos básicos luego de las elecciones del pasado domingo.
El riesgo país es un indicador que refleja la probabilidad de que un país no cumpla con sus obligaciones financieras como el pago de deuda externa. A pesar de haber mejorado su calificación, el país andino continúa siendo el segundo Estado con los peores bonos en América Latina, después de Venezuela que tiene una puntuación de 17.027.
El indicador se calcula mediante el Índice de Bonos de Mercados Emergentes (EMBI) del banco JP Morgan y se expresa en puntos básicos sobre los bonos del Tesoro de Estados Unidos.
A inicios de este año, el riesgo país de Bolivia se encontraba en 2.087 unidades y en mayo alcanzó los 2.109 puntos, su nivel más alto en los últimos años y uno de los más elevados de la región.
La mejora en la calificación del indicador de riesgo coincide con un mejor comportamiento en bonos bolivianos. Sin embargo, aún limita la posibilidad de emitir nueva deuda en los mercados internacionales.
El reporte destaca la victoria electoral del centrista Rodrigo Paz, que ganó la primera vuelta con el 32% de los votos, seguido de los liberales Jorge Quiroga (27,7%) y Samuel Doria Medina (19,9%). Con estos resultados, Paz y Quiroga disputarán el balotaje y el Congreso quedará con mayoría de fuerzas que se adscriben a principios liberales.
En tanto el candidato izquierdista con mayor votación, Andrónico Rodríguez, obtuvo menos del 8% de votos y tendrá una presencia minoritaria en el parlamento.
Bolivia atraviesa desde hace dos años una crisis económica a raíz de la debacle de la industria de los hidrocarburos, que fue su principal fuente de ingresos. La disminución en la producción de los campos y la caída en los precios internacionales, ha provocado el debilitamiento de su economía y la disminución de sus reservas.
A inicios de 2023, los bolivianos experimentaron restricciones bancarias ante la escasez de dólares y el surgimiento de un mercado paralelo de divisas, donde el dólar estadounidense se cotiza a más del doble del tipo de cambio oficial.
Esta crisis cambiaria ha disparado los índices de inflación y el precio de los alimentos, provocando malestar y protestas sociales ante la pérdida de valor de la moneda local. En paralelo, las crecientes dificultades de importación de combustible han dado lugar periodos de escasez con filas interminables de vehículos a la espera de cargar diésel y gasolina.
El actual mandatario, Luis Arce, atribuye la crisis a una mala gestión de los hidrocarburos en gestiones anteriores y a la falta de aprobación de créditos internacionales en la Asamblea Legislativa Plurinacional. En una entrevista realizada por la agencia AFP en junio reveló que el país estaba en riesgo de entrar en default si no obtenía un nuevo financiamiento.
A menos de tres meses de dejar el Gobierno, Arce ha conseguido pagar la deuda externa y solventar su política de subsidios a los combustibles (que importa a precio internacional y vende subvencionados internamente), pero con el alto costo de haber prácticamente agotado sus reservas internacionales líquidas.
El nuevo Gobierno asumirá funciones el 8 de noviembre y los expertos advierten que viene un periodo inevitable de ajustes económicos para reacomodar las finanzas públicas y devolverle estabilidad al país.