En 1983, una película protagonizada por Eddie Murphy y Dan Aykroyd sorprendió tanto a la audiencia como a los expertos financieros. Lo que parecía una simple sátira sobre los excesos en Wall Street resultó, décadas después, en la creación de una nueva regla para los mercados de Estados Unidos.
La historia de cómo una comedia inspiró la “Regla Eddie Murphy” evidencia el singular poder del cine para influir en la economía real.
La trama que expuso una falla en el sistema
La película a la que se hace referencia es Trading Places. En esta historia, dos millonarios manipulan los mercados de materias primas tras acceder, de manera ilegal, a un informe gubernamental aún no divulgado sobre la producción de naranjas.
Allí, los protagonistas interceptan el documento, lo sustituyen por uno falso, y provocan que los millonarios realicen apuestas millonarias basadas en datos manipulados. El desenlace: una ingeniosa venganza, pero, sobre todo, un agujero en la regulación financiera que generó debate en el sector.
Este aspecto no solo añadió suspenso a la narración, sino que, de manera involuntaria, señaló una debilidad real en los mercados de Estados Unidos. Por entonces, el uso de información confidencial, proveniente de fuentes gubernamentales y aplicada en operaciones sobre materias primas, no estaba categóricamente prohibido por la ley.
IMDb y Espinof señalan que la creatividad de Hollywood, sin saberlo, marcó un precedente y anticipó una de las discusiones regulatorias más relevantes para el sector.

Hollywood inspirando a los políticos
Con el pasar del tiempo, el vacío legal retratado en la película se fue volviendo cada vez más evidente. La aprobación, en 2010, de la Dodd–Frank Wall Street Reform and Consumer Protection Act significó un antes y un después. La legislación incluyó una reforma clave para proteger la transparencia en los mercados de derivados y materias primas.
La sección 746 de dicha ley —junto con otras regulaciones asociadas— explicitó la prohibición de usar información gubernamental no pública para beneficiarse en el comercio de contratos de bienes o derivados, tal y como retrataba la película de 1983. Este cambio fue impulsado, en gran medida, por el debate generado en torno al vacío evidenciado en el filme.
Fue tanto el impacto de la película en la discusión legislativa, que el entonces presidente de la Commodity Futures Trading Commission (CFTC), Gary Gensler, citó abiertamente el filme en su testimonio ante el Congreso. “La película mostraba cómo alguien podía hacerse millonario a partir de información privilegiada gubernamental en el mercado de futuros de zumo de naranja concentrado”, explicó.
Lo que comenzó como un guiño cultural, terminó adoptando forma jurídica y, desde entonces, se conoce popularmente como la “Regla Eddie Murphy”.

La “Regla Eddie Murphy”: de la ficción a la supervisión financiera
El reconocimiento del vacío legal que la película del comediante sacó a la luz no fue anecdótico: significó el primer paso hacia una mayor regulación y vigilancia en la operativa con derivados. La incorporación del artículo específico en la ley Dodd-Frank supuso que los mercados estadounidenses cerraran, de una vez por todas, una de sus brechas históricas.
Ahora, cualquier intento de usar información confidencial de organismos públicos para especular en materias primas está explícitamente prohibido.
Este hito no solo modificó las reglas para los corredores y firmas de inversión, sino que también transformó la manera en que las autoridades supervisan y sancionan el uso indebido de información gubernamental.
La inesperada relación entre la comedia ochentera y la legislación financiera sirvió como ejemplo de cómo las historias de Hollywood pueden, a veces, provocar modificaciones tangibles en las leyes y costumbres de la economía global.
“El espíritu de la normativa es evitar situaciones similares a las relatadas en la película, aunque sean producto de la ficción, puedan reproducirse en el mundo real”, sintetizó Gensler en su declaración ante el Congreso.