Alexander Lukashenko y el enviado estadounidense John Coale se saludan en Minsk el 12 de diciembre de 2025. Sus cenas de cuatro horas, regadas con vodka, derivaron en la liberación de más de 250 prisioneros. (Oficina de prensa de la presidencia de Bielorrusia vía AP)

En una de las iniciativas diplomáticas más inusuales desde el regreso de Donald Trump al poder, Estados Unidos ha establecido un canal de comunicación directo con Alexander Lukashenko, el aliado más cercano de Vladímir Putin, utilizando una mezcla de pragmatismo económico, alivio de sanciones y, sorprendentemente, un medicamento para bajar de peso.

Esta estrategia, descrita como “estilo Trump” por sus propios protagonistas, ha logrado la liberación de más de 250 prisioneros políticos en Bielorrusia desde el inicio del mandato, incluyendo ciudadanos estadounidenses y figuras clave de la oposición. A cambio, Washington ha levantado restricciones sobre la industria del potasio y ha facilitado repuestos para la flota presidencial de Lukashenko, en lo que funcionarios estadounidenses consideran un “ensayo general” para una futura normalización de relaciones con el Kremlin.

El factor Zepbound: diplomacia en la mesa

Cajas de los medicamentos Wegovy y Zepbound en California, el 8 de mayo de 2025. Coale entregó a Lukashenko un folleto de Zepbound tras revelar que había perdido peso con el fármaco, y EE.UU. exploró facilitarle acceso al medicamento. (AP Foto/JoNel Aleccia, Archivo)

El artífice de este acercamiento es John P. Coale, un abogado veterano que representó a Trump en litigios contra gigantes de las redes sociales. Según reveló este jueves The Wall Street Journal, la relación se cimentó durante cenas cargadas de vodka en Minsk, donde el diálogo pasó de la geopolítica a la salud personal.

Cuando Lukashenko, de 71 años, le preguntó a Coale sobre su notable pérdida de peso, el enviado estadounidense le habló del Zepbound, un fármaco inyectable para combatir la obesidad. Coale incluso entregó un folleto del fabricante Eli Lilly al mandatario.

Funcionarios estadounidenses posteriormente resolvieron investigar la posibilidad de organizar un suministro de Zepbound para uso personal de Lukashenko, según el reporte.

El gran intercambio: presos políticos por sanciones

El premio Nobel de la Paz Ales Bialiatski habla con la prensa junto a la líder opositora Sviatlana Tsikhanouskaya tras su liberación, frente a la embajada de EE.UU. en Vilnius, Lituania, el 13 de diciembre de 2025. Bialiatski fue uno de los 123 prisioneros liberados el mes pasado. (REUTERS/Gonzalo Fuentes)

El pragmatismo de administración estadounidense ha dado resultados tangibles. El mes pasado, Lukashenko —quien alguna vez se autodenominó “el último dictador de Europa”liberó a 123 prisioneros, entre ellos al Premio Nobel de la Paz Ales Bialiatski y a la líder opositora Maria Kalesnikava.

A cambio, Washington levantó sanciones sobre el potasio, un ingrediente clave para fertilizantes y una importante fuente de divisas para Bielorrusia, el tercer productor mundial después de Canadá y Rusia. La administración Trump también dispuso que Boeing suministrara software y repuestos a la aerolínea estatal Belavia. Como beneficio adicional, el avión presidencial está recibiendo reparaciones atrasadas.

Asimismo, el dictador bielorruso, antes aislado internacionalmente, ahora asesora a Washington sobre cómo aproximarse tanto al Kremlin como a otros adversarios estadounidenses, incluido Nicolás Maduro. Recientemente sugirió que el dictador venezolano, cercado por buques estadounidenses, podría refugiarse en Minsk si necesita abandonar Caracas.

La semana pasada, Lukashenko dijo a Greta Van Susteren, presentadora de Newsmax y esposa de Coale, que Maduro es bienvenido a mudarse a Minsk, la capital bielorrusa.

Las cenas de Coale en Minsk

Alexander Lukashenko durante una reunión con John Coale en Minsk el 11 de septiembre de 2025. En ese encuentro se selló un acuerdo que resultó en la liberación de 52 prisioneros a cambio de alivio de sanciones a la aerolínea estatal Belavia. (Press Service of the President of the Republic of Belarus/Handout via REUTERS)

El primer encuentro entre Coale y Lukashenko duró cuatro horas. Sentados en un salón palaciego de proporciones épicas, compartieron pan negro, tortillas de papa y carnes diversas, mientras el anfitrión proponía brindis incesantes con vodka de su marca personal, President.

Coale, experimentado bebedor, desarrolló una técnica: esperaba que Lukashenko mirara hacia otro lado para vaciar discretamente las copas. Cuando el estadounidense comenzó a condimentar su inglés con expresiones fuertes, el bielorruso respondió en espejo con un ruso cada vez más soez.

La metáfora que empleó Coale fue reveladora: comparó la política internacional con una cafetería escolar, señalando que Lukashenko ocupaba la “mesa de perdedores” junto a Venezuela, Irán y Corea del Norte, pero que podría ascender a la “mesa de tipos cool” con apoyo estadounidense.

Tras esa primera reunión de abril, agentes del KGB escoltaron a Coale hasta un bosque cerca de la frontera, donde aguardaba Youras Ziankovich, ciudadano estadounidense-bielorruso condenado a 11 años por supuesta conspiración golpista. “Hablamos y reímos, y él está libre, y todos están felices”, recordó el enviado.

El camino hacia Moscú

Vladimir Putin saluda a Alexander Lukashenko durante una reunión en el Kremlin el 26 de septiembre de 2025. Washington espera que Lukashenko, aliado de Putin durante un cuarto de siglo, pueda influir positivamente cuando llegue el momento de negociar sobre Ucrania. (REUTERS/Ramil Sitdikov)

El objetivo final de este acercamiento no es solo Minsk, sino Moscú. La administración espera que Lukashenko sirva como puente para convencer a Putin de los beneficios de un acuerdo que ponga fin a la guerra en Ucrania.

“Eventualmente, Putin se verá en una situación en la que tendrá que tomar una decisión muy difícil”, señaló un funcionario estadounidense bajo anonimato. “Tener a la persona que mejor conoce y en la que más confía diciendo cosas positivas sobre el trato es importante”.

Sin embargo, esta apertura ha generado inquietud entre los disidentes bielorrusos y aliados europeos. Sviatlana Tsikhanouskaya, líder de la oposición en el exilio, expresó sentimientos encontrados tras la liberación de su propio esposo este año.

“Es una alegría para el pueblo bielorruso”, dijo Tsikhanouskaya. “Pero, por supuesto, para Lukashenko, liberar personas tiene un precio, y él está dispuesto a vender personas mientras sea posible. Podría parecer una puerta giratoria”.

La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, defendió los logros en un comunicado al WSJ: “El presidente Trump ha hecho más por resolver conflictos globales, traer a estadounidenses a casa y liberar a prisioneros detenidos injustamente que cualquier presidente en la historia, por lejos”.

El giro inesperado

Alexander Lukashenko durante una reunión con John Coale en Minsk el 13 de diciembre de 2025. Días después, Washington levantó sanciones sobre tres empresas bielorrusas de potasio, que representan el 4% del PIB del país. (President of the Republic of Belarus/Handout via REUTERS)

Pese a los avances, la relación con Lukashenko sigue siendo volátil. Tras meses de negociaciones para obtener repuestos de Boeing, el mandatario bielorruso dio un giro sorpresivo esta semana ante su Asamblea Popular, alineándose nuevamente con los intereses de seguridad del Kremlin.

“Hemos acordado con Putin que compraremos aviones rusos”, declaró Lukashenko, restando importancia a los componentes estadounidenses apenas días después de haber obtenido el alivio de las sanciones.

La semana pasada, Lukashenko también anunció que misiles nucleares rusos Oreshnik están desplegados en territorio bielorruso y en “alerta de combate”.

Aun así, el canal de comunicación permanece abierto, según más de una docena de funcionarios estadounidenses y europeos consultados por el Journal. El propio Trump conversó con Lukashenko durante 10 minutos desde el Air Force One mientras se dirigía a la cumbre en Alaska el verano pasado, una llamada en la que ambos líderes intercambiaron elogios sobre su mutua fortaleza.

Para Coale y el equipo de Trump, el desafío de negociar con un régimen que ha sido acusado de tortura y represión sistemática queda supeditada a los resultados. En palabras del enviado: “No me importa con quién hablemos. Esto es realmente al estilo Trump. Al diablo con quién estás hablando; si esta persona puede darte lo que quieres, eso es lo único que cuenta”.