Donald Trump, presidente de Estados Unidos, anunció el 20 de mayo un ambicioso plan para construir un sistema de defensa antimisiles denominado Golden Dome, diseñado para proteger al país de misiles balísticos, de crucero, hipersónicos y aquellos lanzados desde el espacio.
El desarrollo de misiles avanzados en China, Rusia, Corea del Norte e Irán ha generado creciente preocupación sobre las capacidades defensivas actuales de Estados Unidos. Iain Boyd, ingeniero aeroespacial y director del Centro de Iniciativas de Seguridad Nacional de la Universidad de Colorado Boulder, explicó a The Conversation que estos países han desarrollado misiles que desafían los sistemas de defensa estadounidenses existentes.
Boyd, quien recibe financiamiento de investigación de Lockheed Martin, destaca que estas nuevas amenazas incluyen modelos balísticos modernos, misiles de crucero y la emergente categoría de misiles hipersónicos, todos los cuales requieren un enfoque defensivo completamente actualizado.
La implementación del Golden Dome presenta desafíos técnicos extraordinarios. El principal reto radica en la capacidad de interceptar misiles hipersónicos, que por su extrema velocidad y maniobrabilidad en diferentes capas atmosféricas representan un obstáculo formidable. Estos proyectiles vuelan en regiones donde ninguna otra aeronave puede operar, lo que exige el desarrollo de sensores altamente especializados.
La arquitectura del sistema requerirá una red global de sensores distribuidos geográficamente que cubran todas las fases de vuelo de los misiles. Esta infraestructura integrará plataformas terrestres, marítimas, aéreas y espaciales para ofrecer una visión completa de las trayectorias de las amenazas.
La incorporación del Golden Dome a la infraestructura defensiva actual de Estados Unidos, que incluye sistemas como el Patriot o el NASAMS, será determinante. Aunque estas plataformas ya despliegan un conjunto de sensores e interceptores contra amenazas convencionales, carecen de capacidad frente a los misiles hipersónicos, que requieren una respuesta más sofisticada. Los expertos señalan que las tecnologías para interceptar eficazmente estos proyectiles aún están en desarrollo.
El panorama internacional subraya la necesidad de renovar el escudo defensivo estadounidense. Las potencias rivales han concentrado esfuerzos en modernizar su arsenal: China exhibe sus armas hipersónicas en desfiles militares, mientras Rusia ha desplegado estas tecnologías en conflictos actuales.
Los misiles hipersónicos destacan no solo por su velocidad, sino por su capacidad de evadir los sistemas de detección tradicionales. Ante este escenario, el Golden Dome pretende proporcionar una nueva capa de protección tanto para Estados Unidos como para sus aliados.
A diferencia del Iron Dome israelí, diseñado para interceptar proyectiles de corto alcance, el Golden Dome se concibe como un sistema más amplio, capaz de neutralizar amenazas de largo alcance y proyectiles hipersónicos. La propuesta estadounidense contempla incluso la incorporación futura de armas de energía dirigida, como láseres de alta potencia.
El proyecto norteamericano también aspira a una cobertura geográfica global, protegiendo tanto el territorio nacional como a sus aliados mediante una red coordinada de sensores e interceptores distribuidos estratégicamente.
Donald Trump ha solicitado una asignación inicial de 25.000 millones de dólares para el proyecto, dentro de un presupuesto de defensa proyectado de un billón de dólares para 2026. Sin embargo, el coste total estimado asciende a 175.000 millones, lo que exigirá una restructuración presupuestaria significativa.
El calendario propuesto —completar el sistema antes del final de su mandato— genera escepticismo entre los especialistas, considerando la complejidad tecnológica involucrada. No obstante, con un compromiso decidido, se podrían lograr avances sustanciales en este periodo.
La expansión hacia el espacio como teatro de operaciones defensivas representa un nuevo paradigma en la doctrina militar estadounidense, subrayado por las declaraciones del general Chance Saltzman y el Secretario de las Fuerzas Aéreas, Troy Meink.
El Golden Dome, aunque ambicioso, refleja la adaptación necesaria de Estados Unidos al cambiante panorama de la seguridad global, demostrando la determinación de Washington para protegerse ante amenazas cada vez más sofisticadas.