En Florida, Estados Unidos, crece la expectativa por la víbora arcoíris (Farancia erytrogramma), una serpiente no venenosa y semiacuática cuya presencia se volvió cada vez más esquiva en las últimas décadas. Su aspecto iridiscente y sus hábitos poco comunes la convirtieron en objeto de fascinación para investigadores y ciudadanos, pero también en motivo de preocupación: no se registran ejemplares confirmados desde el año 2020. Esta ausencia prolongada en los reportes oficiales encendió las alarmas entre especialistas y llevó a las autoridades a solicitar la colaboración del público para localizarla.
De acuerdo con la Comisión de Conservación de Vida Silvestre y Pesca de Florida (FWC, por sus siglas en inglés), la víbora arcoíris presenta características muy particulares dentro de la fauna del estado. Es una serpiente que se alimenta principalmente de anguilas americanas, lo que la hace altamente dependiente de un recurso específico para sobrevivir.
Esa especialización alimentaria representa un desafío adicional para la especie, ya que cualquier reducción en la población de anguilas afecta directamente su capacidad de subsistencia.
La FWC detalló que a esta dificultad se suma la pérdida y degradación del hábitat natural de la especie. Zonas de agua dulce como ríos, arroyos y humedales costeros, que constituyen el entorno ideal para esta serpiente, disminuyeron debido a actividades humanas y cambios ambientales. La presión sobre estos ecosistemas redujo de manera significativa las posibilidades de encontrar poblaciones estables de víboras arcoíris en distintas regiones del estado.
Otro factor que incrementa la preocupación son las enfermedades causadas por hongos que, en los últimos años, afectaron a varias poblaciones de serpientes en diferentes áreas del país. Estas infecciones comprometen tanto la salud como la reproducción de los ejemplares, debilitando aún más a especies que ya enfrentan presiones por la pérdida de hábitat.
En el caso particular de la víbora arcoíris, este riesgo sanitario se suma a las amenazas ya existentes y refuerza la necesidad de implementar acciones de conservación.
Las características físicas de la especie resultan inconfundibles y, al mismo tiempo, refuerzan el interés científico y social que despierta. La FWC y el Museo de Florida describen a estos ejemplares como serpientes de gran tamaño, con cuerpos robustos que pueden medir entre 70 y 122 centímetros de largo.
Su piel, de tonos negros o azul violeta, presenta un brillo iridiscente que refleja la luz con matices llamativos. A lo largo del lomo, tres finas líneas rojas recorren todo su cuerpo, mientras que en la parte inferior se distinguen escamas amarillas acompañadas de manchas violetas en el mentón y la zona ventral. La cola termina en una escama única con forma de cuerno, un rasgo poco común que las diferencia de otras especies.
La víbora arcoíris suele encontrarse en hábitats acuáticos o semiacuáticos, incluyendo ríos de corriente lenta, manantiales y algunos humedales cercanos a la costa. Su estilo de vida vinculado al agua también la hace más difícil de observar, ya que pasa gran parte del tiempo escondida entre la vegetación o bajo el agua, lo que limita las posibilidades de detección incluso en zonas donde podría estar presente.
Los registros históricos sobre esta serpiente en Florida son limitados y fragmentarios. Documentos oficiales señalan que la subespecie del sur del estado habitaba áreas como el arroyo Fisheating Creek, en el condado de Glades, hasta mediados del siglo XX. Sin embargo, no se confirmaron avistamientos en ese lugar desde 1952.
El último registro comprobado en todo el estado ocurrió recién en 2020, tras medio siglo sin reportes verificables. Este patrón de apariciones aisladas y espaciadas en el tiempo refuerza la idea de que se trata de una especie rara, de baja densidad poblacional o extremadamente difícil de detectar.
Ante esta situación, la FWC pidió la colaboración activa de residentes y visitantes. Toda persona que logre observar una víbora arcoíris debe reportarlo a través del portal oficial del organismo, preferiblemente acompañado de fotografías que permitan corroborar la identidad del ejemplar. Las imágenes, aclararon, resultan esenciales para distinguirla de otras especies de apariencia similar y confirmar científicamente el hallazgo.
Voceros de la comisión, como el científico Kevin Enge, remarcaron la importancia de este esfuerzo colectivo: “Cada avistaje que se informa nos brinda datos valiosos sobre su distribución actual y nos permite evaluar la salud de la especie en Florida”.
Según la entidad, los aportes ciudadanos son fundamentales para avanzar en el conocimiento de esta serpiente y establecer estrategias de conservación eficaces.
La víbora arcoíris, por lo tanto, se encuentra en el centro de un doble interés. Por un lado, es una especie que intriga por su belleza física, sus características singulares y su rareza. Por el otro, representa un caso de estudio para comprender cómo influyen la pérdida de hábitat, las enfermedades y la especialización alimentaria en la supervivencia de reptiles poco frecuentes.
En este sentido, su futuro depende en gran medida de la interacción entre la investigación científica y la colaboración ciudadana, factores clave para proteger a uno de los reptiles más llamativos y enigmáticos de la región.