El estrés puede acelerar el proceso de envejecimiento biológico en personas de todas las edades. Esto ocurre cuando el organismo enfrenta situaciones que exceden sus recursos, lo que produce una sobrecarga que afecta tanto la salud física como la mental.
Distintos estudios científicos señalan que las marcas del estrés intenso en el cuerpo son visibles, pero reversibles si la causa desaparece. La relación entre el estrés y el envejecimiento despierta un interés especial en la actualidad, donde la expectativa de vida supera los 60 años en gran parte del mundo.
En ese sentido, expertos consultados por Psicología y Mente aseguraron que es esencial comprender la diferencia entre la edad cronológica y la edad biológica. La primera define el tiempo transcurrido desde el nacimiento de una persona.
En cambio, la edad biológica se refiere al estado real del organismo en comparación con ese tiempo. Este concepto incorpora la genética y los hábitos de vida. Un factor relevante es el estrés, que podría provocar que la edad biológica aumente y se distancie de la cronológica, acelerando así el envejecimiento.
De acuerdo con la información presentada por los especialistas, el estrés es una reacción natural frente a demandas que superan la capacidad de respuesta del individuo. El cuerpo y la mente activan este proceso para afrontar situaciones adversas.
Esta activación permite superar obstáculos, mejora la eficiencia y favorece la adaptación en ciertas circunstancias. Sin embargo, si la recuperación no se produce y el estrés persiste, el organismo sufre un desgaste significativo que afecta las funciones físicas y mentales.
Los síntomas del estrés afectan varios ámbitos de la salud. Entre los más habituales se encuentran dolores de cabeza, trastornos digestivos, rigidez en la mandíbula, fatiga y cansancio. Además, investigaciones recientes demuestran que el impacto no se limita a molestias puntuales, sino que también propicia un envejecimiento acelerado a nivel biológico.
Ciertos momentos de la vida, como una cirugía, una internación en la unidad de cuidados intensivos por una enfermedad como el COVID-19, o el embarazo, pueden generar un aumento medible en la edad biológica. Un trabajo publicado en la revista Cell Metabolism documentó que el incremento en la edad biológica, producido en estos escenarios, puede revertirse días o meses después cuando desaparece la causa del estrés.
En tanto, un estudio previo, también publicado en Cell Metabolism, demostró que incluso una sola noche de privación de sueño genera aumentos medibles en la edad biológica a través de marcadores epigenéticos e inmunológicos. Sin embargo, los investigadores comprobaron que estos efectos pueden revertirse completamente cuando se restablecen patrones normales de descanso.
En ese tono, la investigación dirigida por Jesse R. Poganik y su equipo, perteneciente al Departamento de Medicina del Brigham and Women’s Hospital, Facultad de Medicina de Harvard, examinó muestras de sangre en pacientes mayores que se sometieron a una intervención quirúrgica.
Según los datos obtenidos, la edad biológica mostró una notable elevación inmediatamente antes del procedimiento. Sin embargo, los valores regresaron a lo habitual entre cuatro y siete días después de la operación. El estudio también incluyó a personas hospitalizadas por COVID-19 y a mujeres gestantes. En ambos grupos, una vez finalizada la situación estresante, la edad biológica volvió a registros similares a los anteriores.
El patrón se observa con claridad: mientras el factor estresante está presente, la edad biológica aumenta. Cuando se elimina ese factor, el cuerpo puede recuperar su estado anterior. Este hallazgo genera optimismo, ya que indica que los efectos negativos del estrés sobre el envejecimiento no resultan definitivos en la mayoría de los casos.
De acuerdo con información recopilada en Psicología y Mente, la resiliencia psicológica cumple un rol fundamental en la protección frente a los daños del estrés. Las personas con mayor capacidad de adaptación a las dificultades experimentan menos aceleración en el envejecimiento biológico. Investigadores observaron que quienes regulan mejor sus emociones y mantienen autocontrol logran mayor resistencia a los efectos del estrés en el organismo.
La adopción de hábitos saludables también contribuye a reducir el impacto negativo del estrés sobre el proceso de envejecimiento. Según los especialistas citados por Psicología y Mente, una alimentación equilibrada, la actividad física regular, la abstinencia de tabaco y alcohol, y el cuidado emocional favorecen la prevención de enfermedades y fortalecen la capacidad de recuperación. Estas pautas ayudan a mantener durante más tiempo la autonomía y la calidad de vida.
La ciencia considera el envejecimiento como una acumulación de daños celulares y moleculares, un proceso que se acelera cuando el cuerpo se ve sometido de manera sostenida a situaciones que generan estrés. Este desgaste puede reducir la funcionalidad física y mental, aumentar el riesgo de enfermedades e, incluso, adelantar la aparición de dependencia.
Los resultados de las investigaciones recientes revelan la importancia de prestar atención a los signos de estrés y de buscar recuperarse en forma activa. Cuando las personas logran calmar los factores que les provocan sobrecarga, los indicadores biológicos mejoran y la “edad” del organismo desciende hasta alcanzar registros normales.
El conocimiento sobre la relación entre estrés y envejecimiento permite a individuos y comunidades actuar de manera informada. La salud integral requiere atención tanto en el plano físico como en el mental. La detección y la gestión efectiva del estrés, sumadas a la resiliencia y a estilos de vida saludables, constituyen las mejores estrategias para cuidar el cuerpo y mantener el bienestar a lo largo de los años.
El control del estrés, la adopción de hábitos sanos y el fortalecimiento emocional se imponen así como claves en la búsqueda de una vida larga y plena. La evidencia muestra que evitar el impacto negativo del estrés está al alcance de la mayoría si se asumen conductas de cuidado y prevención.