El día que Mikey Madison se enteró de que estaba nominada a los premios Oscar por su trabajo en Anora, estaba sola. En la pantalla de su teléfono celular, su mamá, su papá, su hermano gemelo y su perro -le contó hace dos semanas a Drew Barrymore en su programa de televisión- festejaron el anuncio.
“Mi mamá lloró, era una mañana hermosa y en la misma oración en la que dijo ‘te felicito, cariño, estoy muy feliz por ti’ también dijo ‘nunca es un buen momento para decir esto, pero tu perro necesita adiestramiento’”, confesó. Con 25 años, un pie en las grandes ligas de Hollywood y el otro sobre la tierra, Madison no solo está cerca de convertirse en la dueña de una de las estatuillas doradas más deseadas por los artistas sino que, además, podría ser quien le arrebate el premio a una de las máximas celebridades de la industria –y gran favorita-: Demi Moore.
Vulnerabilidad heredada y un futuro trunco como jinete
Mikaela Madison Rosberg nació el 25 de marzo en el Valle de San Fernando, en el seno de una familia judía: madre y padre psicólogos -él centra su trabajo en casos de esquizofrenia, ella trabaja con chicos-, un gemelo, un hermano menor y dos hermanas mayores. “Creo que heredé la profundidad emocional y la nostalgia de mi padre, y la vulnerabilidad y la consideración de mi madre”, contó en una nota a Dazed. ¿Y qué tiene en común con su gemelo? Prácticamente nada. “Básicamente, él fue a la escuela para estudiar matemáticas y ahora trabaja en finanzas, así que es un tipo de matemáticas”, contó en una entrevista con The Guardian. En relación al aspecto físico, también los separa un abismo. “Cuando era niña, la gente pensaba que yo era adoptada. Esa era la broma de mi familia, porque no me parezco a nadie”, explicó con gracia.
Madison se crio en las afueras de Los Angeles, lejos de las luces de la ciudad y rodeada de naturaleza. Desde muy chica su pasión por los caballos y su introspección -”siempre he sido más bien un lobo solitario”, confesó a The Cut– la llevaron a creer que ser jinete de competición era su futuro perfecto. Obsesiva y meticulosa, apenas terminó la primaria comenzó a trabajar en su misión: sumó horas de establo, clases de equitación y multiplicó las prácticas. También cambió la secundaria por una educación en casa, lejos de las distracciones.
Cuando parecía que las espuelas, las vallas y el galope de su caballo en las pistas de competencia iban a ser parte de su rutina diaria, las películas que por las noches compartía con su papá la inspiraron a probar con la actuación. Mikey quedó especialmente marcada por Los juegos del hambre y Cuenta conmigo, y decidió pegar un volantazo. “Sabía que, si quería ser actriz, necesitaba concentrarme completamente en eso”, explicó. Sin vueltas, sacrificó su perfil ecuestre, la postal de la enorme chacra norteamericana y las botas de jinete y se enfocó en hacerse un lugar en los rodajes y los sets de filmación.
El sello de Tarantino y un grito de terror
Los primeros pasos en el mundo artístico no fueron fáciles para Madison. “No conocía a nadie en la industria, solo tenía a mi madre dispuesta a llevarme a castings. No sabía nada de cine, ni de interpretación… Me llevó mucho tiempo conseguir una oportunidad, muchos rechazos, tiempo sin trabajar”, reflexionó hace un tiempo. Además, arrastraba una timidez patológica que la interpretación ayudó a apaciguar. “No podía ni hacer contacto visual, ni abrir la boca”, reconoció en relación a sus años de escuela.
La primera aparición en pantalla de Madison fue en el cortometraje Retirement: era joven, tenía 14 años y la determinación suficiente para crecer en un mundo complicado. De a poco, construyó una carrera: debutó en el cine a los 15 en la piel de la Liza de Liza, Liza, Skies are Grey y un año después apareció la oportunidad de formar parte de la serie Better thing. “Ese programa fue mi escuela de cine, mi universidad, y también aprendí mucho sobre actuación, sin duda”, confesó.
Su trabajo en la ficción de FX hizo que su figura se volviera familiar, y luego de algunos papeles menores en películas como Monster y Nostalgia, su nombre alcanzó la fama mundial de la mano de uno de los directores más respetados de la industria: Quentin Tarantino. En Érase una vez en Hollywood (2019) Madison le puso el cuerpo a Susan Sadie Atkins, una de las chicas de Charles Manson que participó en el cruel asesinato de Sharon Tate.
“Fue un sueño hecho realidad. Literalmente, él es mi héroe. Recuerdo haber visto Los 8 más odiados con mi padre. Yo me estaba tomando más en serio la actuación y pensamos: ‘¿No sería increíble hacer una película como esta?”, reveló al medio inglés. “Fue completamente increíble y la mejor entrada en el mundo del cine para mí. Pero también fue: ‘Bueno, trabajé con mi héroe a los 19 años. ¿Qué voy a hacer ahora?’”, agregó.
Los 15 minutos que determinaron su futuro
En el film de Tarantino que protagonizan Brad Pitt y Leonardo DiCaprio, Mikey Madison no está en escena más de 15 minutos. Sin embargo, ese tiempo fue suficiente para que Sean Baker quedara impresionado por su trabajo. “La vi en Érase una vez en Hollywood y creo que se roba los últimos 15 minutos de esa película”, confesó el director en varias oportunidades. “En ese momento, lo archivé en un rincón de mi cabeza como alguien con quien podría querer trabajar”, agregó.
Tres años después, en el 2022 y con la idea de Anora rondando en sus cabezas, Baker y su mujer, Samantha Quan -productora del film- fueron al cine a ver el regreso de Scream, el clásico de terror que fue un éxito en los 90. Sin idea aún de cómo iba a ser el casting y sin una historia escrita, la pareja se topó de nuevo con Madison, y esta vez el flechazo fue irreversible.
“Vimos a Mikey y supimos que era ella: tenía rango, podía ser divertida, tenía actitud, era sexy, intensa y podía gritar… Y si algo sabíamos de nuestra Anora entonces es que iba a tener que gritar mucho. Además, tiene un aspecto muy único que podíamos fotografiarla de manera interesante”, contó el director a El País.
Anora, un personaje a su medida
Baker y Madison se conocieron al día siguiente de esa revelación. Café de por medio, Baker le contó la idea a la actriz y le aseguró que si estaba dispuesta a sumarse al equipo, crearía el guion a su medida. Mikey dijo que sí.
Lo que siguió fue un año de escritura y trabajo duro: mientras Sean construía la historia, Mikey se dedicó a estudiar ruso, a aprender twerking, pole dance y a conocer de cerca la vida de las bailarinas exóticas de Nueva York. En el proceso, se frustró, pensó que jamás lograría el acento de Brighton Beach -una zona de Brooklyn con una importante comunidad rusa- y se ganó una buena cantidad de lesiones y moretones. También trabajó su emotividad y sus sentimientos.
El resultado de ese esfuerzo es Anora, una cenicienta milenial que conoce al hijo de un magnate ruso en un prostíbulo, se enamora, acepta casarse en Las Vegas y luego se encuentra obligada a enfrentar a los mafiosos que sus flamantes suegros le mandan para anular el matrimonio.
Cannes, la consagración
Madison no estaba en el radar de las posibles revelaciones del 2024 hasta que en mayo del año pasado Anora tuvo su gran estreno en Cannes. Además de conquistar al público, la actriz fue elogiada por la crítica: en IndieWire catalogaron su trabajo como “imponente” y la BBC la definió como “una fuerza reveladora de la naturaleza”. Variety, por su parte, se adelantó al futuro y presagió una nominación a los premios de la Academia. Baker, por su parte, se fue de Francia con una Palma de Oro y un film convertido en sensación.
Lo que siguió fue, para Madison, mágico: decenas de nominaciones, varios galardones y un triunfo en los premios BAFTA que podría convertirse en el preludio de un Oscar. Sin embargo, la joven californiana de 25 años y familia numerosa asegura que todavía no es consciente del éxito y que, salvo por algún exnovio oportunista que volvió a aparecer en escena luego de su consagración, su vida sigue siendo la misma que antes.
“El mayor cambio ha sido tener este cachorro”, le dijo a GQ a principios de febrero con su nueva mascota Jam a upa. Ese mismo chihuahua que su mamá, apenas escuchó la nominación al Oscar de su hija, le pidió adiestrar.