No me acuerdo nada (2010), su último libro de ensayos, Nora Ephron carga las tintas respecto del proceso de envejecer, dejando bien claro que es cosa de valientes. “No puedes recuperar tus recuerdos, salvo que estés en Wikipedia; en cuyo caso, lo que recobras es una versión inexacta de tu vida”, apuntaba la siempre ingeniosa periodista, cineasta, productora y guionista, que asimismo enumeraba lo que no echaría de menos el día que muriese: los críticos de arte, las conferencias sobre mujeres en el cine, la piel seca ¿Qué cosas sí extrañaría? El otoño, Central Park, a sus dos hijos, la manteca.

Muy pocas personas sabían que, mientras escribía esas líneas con su habitual gracejo, Nora transitaba una leucemia que, al poco tiempo, le arrebataría la vida. Pese a pregonar por décadas que los secretos no existían, que autores como ella eran “caníbales” que usaban todo, absolutamente todo, para crear buenas historias, Ephron optó por mantener en ascuas a amigos muy queridos los seis años que estuvo enferma, hasta su muerte a los 71.

Ephron junto a Meryl Streep y Amy Adams y el productor Lawrence Mark, en el estreno del film

Mientras tanto, siguió haciendo de las suyas: publicó varios libros con reflexiones agudas, ingeniosas, divertidas; rodó una película inspirada en su loco amor por la cocina; estrenó una obra de teatro acerca de otra pasión, la ropa; redactó cerca de cien artículos como bloguera del Huffington Post, compartiendo anécdotas encantadoras, como, por caso, la vez que el magnate Steve Wynn agujereó un cuadro de Picasso de un codazo, o la noche que el actor Ryan O’Neal no reconoció a su propia hija en una fiesta. Hasta dejó instrucciones precisas sobre cómo quería que fuese su velatorio, detallando desde los tentempiés hasta quienes debían dedicarle unas palabras sentidas.

A ese documento lo llamó “Exit”, aunque ella nunca terminará de salir de la vida de quienes la han leído o han visto sus películas. Incluso hoy día está más presente que nunca gracias a Nora Ephron at the Movies, un libro celebratorio que acaba de salir en Estados Unidos, aplaudido por valorizar el entrañable legado de esta creadora tan personal, siempre fiel a sí misma. Ilana Kaplan es la autora de esta biografía que nos reencuentra con la Cupido favorita de Hollywood. Porque, como guionista y directora, Nora Ephron modernizó la comedia romántica en los 90s; por muchos, tenida por era dorada del rom-com. Y lo hizo desde una perspectiva feminista, perfilando heroínas divertidas y complejas, con las neurosis, deseos, alegrías, inquietudes, amistades, ambiciones de cualquier chica.

Aportando testimonios, análisis y fotos inéditas, Kaplan ilumina esta faceta de la carrera de Ephron que no solo le reportó éxito de taquilla: la volvió una leyenda. Empezando por la ocasión que, como eficaz guionista, hizo que Harry conociera a Sally en la famosa cinta de Rob Reiner, del ‘89, narrando las idas y venidas de estos amigos que cocinan un amor a fuego lento. Entre los diálogos inolvidables del film, figura aquel donde Meg Ryan confiesa sus fantasías sexuales; o bien, cuando le baja los humos al jactancioso Billy Crystal, demostrándole ¡en plena cafetería! cuán fácil es para las mujeres simular un orgasmo de altos decibeles.

Unos años después, 1993, Nora tomó las riendas totales como guionista y directora de Sleepless in Seattle (Sintonía de amor por estos pagos), otro clásico instantáneo, donde el flechazo ocurre a primera escucha radiofónica. Aquí Annie (otra vez Meg Ryan) se enamora de Sam (Tom Hanks) cuando lo oye en el auto compartir sus tribulaciones como papá viudo en un programa. Los desencuentros se suceden hasta el final épico en la azotea del Empire State, digno homenaje a la reunión postergada entre Cary Grant y Deborah Kerr en An Affair to Remember (Algo para recordar, 1957), film que tuvo una versión previa a cargo del mismo realizador, Leo McCarey, en 1939.

Tom Hanks y Meg Ryan volvieron a trabajar juntos en

En el ‘98, otro hit, ligeramente inspirado en The Shop Around the Corner (El bazar de las sorpresas, 1940), de Ernst Lubitsch. Ephron vuelve a reunir a los tortolitos de América, Ryan y Hanks, en Tienes un e-mail, deliciosa fábula epistolar en la incipiente era de internet, sobre un hombre y una mujer enemistados en la vida real que, sin saberlo, ya se conocen en la web y, en ese anonimato de la virtualidad, se animan a coquetear…

Una de los primeros films parlantes que ayudó a sentar las bases de la comedia romántica se estrenó hace 90 años. It Happened One Night (Sucedió una noche) se titula esta encantadora cinta de Frank Capra, rodada antes de enseñarnos ¡Qué bello es vivir! Claudette Colbert interpreta a la rebelde con causa que, harta de que su padre millonario le digite la vida romántica, decide darse a la huida. Se lanza del yate donde su progenitor la tiene confinada, y ya en tierra firme, se topa con un periodista burlón, Clark Gable, que a cambio de una primicia, la ayuda en esta fuga accidentada, en la que, inevitablemente, los opuestos se atraen. Chocan produciendo chispazos que acaban por encender el amor.

Al éxito de esta obra, le siguieron muchas por el estilo: el código de la comedía romántica quedó sellado. Amantes furtivos en la vida real, Katharine Hepburn y Spencer Tracy se flecharon reiteradamente en films como La costilla de Adán, de George Cukor, o Cosas de mujeres, de Walter Lang, con guion de los padres de Nora, Phoebe y Henry Ephron. También Doris Day y Rock Hudson repitieron fórmula una y otra vez con gran suceso.

Al gran público poco importaba que el final estuviese cantado: eran los ocurrentes giros en ritmo aceitado hasta el feliz desenlace los que sostenían el relato. Así las cosas, el género -al que a menudo se lo da por muerto y enterrado, pero suele resucitar- estaba en baja a fines de los ‘80, Cuando Harry conoció a Sally. Y, entre los 90s y los 2000s, llegaron Un lugar llamado Notting Hill, Mientras dormías, La boda de mi mejor amigo, Hechizo de tiempo, Cuatro bodas y un funeral, Embriagado de amor...

Nora es la hija mayor de Phoebe y Henry Ephron, guionistas que firmaron más de una docena películas juntos

Nora nació en Nueva York en 1941, hija mayor de Phoebe y Henry Ephron, guionistas que firmaron más de una docena películas juntos. A papá y a mamá les encantaba contar cómo -casi, casi- se comprometieron en la primera cita. Él propuso que se casaran de buenas a primeras, pero ella lo frenó: “¿Puedo leer tu trabajo literario antes de darte una respuesta?”. Alérgica a hacer las compras y poco inclinada a manifestaciones de afecto con sus cuatro hijas, Phoebe estaba en las antípodas del ama de casa típica. “¿De qué trabajan las demás mamás?”, quisieron saber una vez las chicas. “De hacerse las uñas”, fue la respuesta de esta singular dama que siempre alentó a las niñas a anotar sus frases ocurrentes, sus anécdotas divertidas. ¿Cómo era Nora en la primaria? Según propia definición, atlética, ambiciosa, alborotadora, expansiva.

Ephron describiría la internación -por cirrosis- de su madre en la columna My Mother’s Mink Coat, publicado en Esquire en 1975. Aquí confiesa la frustración por no entender sus balbuceos, la impaciencia que le generan sus desvaríos, lo insoportable de verla desplomada, consumida. Revela también una idea recurrente, que la conflictúa: pensar que la escena le servirá para escribir un artículo. Su madre la avala en un instante de plena consciencia, adivinándole los pensamientos “como una bruja”: le dice que tome notas, ¿no es acaso una periodista? Así cierra Nora el texto, que gira en torno al abrigo de piel de la implacable Phoebe: “Mamá tenía el único tipo de visón que vale la pena tener: el que se paga una misma”.

Cuando Nora se graduó y trató de conseguir trabajo en redacciones, no tardó en descubrir que la cosa estaba difícil: la cofradía de muchachos no aceptaba a demasiadas chicas. Y casi se liga una denuncia del New York Post por parodiar a su columnista estrella de chismes en una revista satírica. Una casi desgracia con suerte: al medio le pareció que NE era tan buena que, en vez de llevarla a tribunales, le ofreció un empleo. “Me sentía Lois Lane y, en cierto modo, lo era. Cubría asesinatos y la pasaba de perlas”, rememoraba ella con desparpajo, fascinada por haber trabajado “en un zoológico, con un lunático por editor y compañeros que la mitad del tiempo parecían ebrios”.

Nicole Kidman, Shirley MacLaine y Will Ferrell en una escena de

Pluma en mano, desarrolló una voz personalísima; tanto así que, al tiempo, revista Esquire le dio carta blanca para que escribiera sobre lo que quisiese. “Sobre las mujeres”, pidió sin pensárselo dos veces quien, con su acerado sentido del humor, se ganó el mote de la “Tom Wolfe del feminismo” en plenos años 70. Un movimiento en el que está implicada, lo que no le impide tener una gran lucidez crítica y autocrítica. Una de sus columnas más recordadas se tituló “Algunas palabras sobre los senos” y, entre otras cosas, trata sobre los ridículos remedios caseros con los que trató de que le creciera el busto (dormir boca arriba durante cuatro años, echarles agua fría). En este texto, luego incluido en su libro Ensalada loca, relata que al final se resignó a sostenes con relleno exagerados, cargando así con “un apéndice engomado que, de tanto en tanto, tropezaba con las paredes”.

Nora Ephron ya era una estrella cuando se casó con su segundo marido, Carl Bernstein, uno de los periodistas que había destapado el escándalo de Watergate. Estuvieron juntos del ‘76 al ‘80. Instalada en Washington, la power couple tuvo dos niños: Jacob -hoy periodista- y Max -guitarrista y tecladista de Taylor Swift-. Estando embarazada del menor, Ephron descubrió que Bernstein le era infiel. Tomó sus petates y a sus chicos y voló a Nueva York, donde lloró la pérdida por seis meses. Después se puso a trabajar en su primera y única novela: la semibiográfica Heartburn, de 1983, sobre una escritora de libros de cocina que pasa por el mismo incordio. Además de rotundo bestseller, Mike Nichols la llevó al cine, adaptada por la propia Ephron, con Jack Nicholson y Meryl Streep en los papeles principales. El difícil arte de amar (Heartburn) está salpicada de recetas tan sencillas como útiles, una de las aficiones cultivadas por la propia Nora, que compiló sus mejores platos en un librito casero que se negaba a publicar: era un obsequio para sus amigos.

Meryl Streep y Jack Nicholson en Heartburn

Ephron le dedicó su último film a una de sus heroínas culinarias: Julia Child, una especie de Doña Petrona para los estadounidenses, si la señora de Gandulfo se hubiese focalizado en cocina francesa. Julie & Julia, de 2009, no solo habla del amor por la comida sino también de otra clase de vínculo, la sosegada y cariñosa convivencia de una pareja mayor incondicional. Ese tipo de sentimiento se asemeja a lo que Nora y Nicholas Pileggi (autor de Buenos muchachos y Casino), su tercer marido, sentían el uno por otro.

Cuando a Nora le preguntaban por alguno de sus films fallidos, solía decir que “no puedes tener éxito en todas tus películas, a diferencia de mi boeuf bourguignon, que siempre es perfecto”. This is My Life (1992), su debut como directora, sobre una cómica que hace malabares para conjugar su repentina fama con las responsabilidades de la maternidad, tuvo discreta repercusión. Al igual que, años después, su reinvención moderna de Hechizada (2005).

Producciones todas de una artista diversificada que prestó su ingenio a variopinta temática, también como dramaturga. En su obra Imaginary Friends, por ejemplo, se ocupó de la rivalidad entre dos enemigas públicas, las escritoras Lilliam Hellman y Mary McCarthy, cuya legendaria contienda alcanzó el pico de rispidez al declarar McCarthy en una entrevista televisada que Hellman era una pésima autora y, para más inri, una mentirosa. Hellman replicó con una demanda por difamación, pero murió antes de que la Justicia resolviera la disputa.

Brillante observadora de los detalles de lo cotidiano, Nora hizo de la pilcha el eje de su siguiente obra: Love, Loss, and What I Wore, escrita con su hermana Delia a partir del homónimo libro de memorias de Ilene Beckerman. El primer corpiño, una minifalda, el uniforme del colegio o el infaltable vestidito negro de fiesta sirven de puntapié a varias mujeres para discurrir sobre sus inseguridades, el duelo por la muerte de un hijo, la violación, el matrimonio, el cáncer de mama. Obra coral con elenco rotativo, Rosie O’Donnell, Parker Posey, Kelly Bishop, Natasha Lyonne, Rhea Perlman y Rita Wilson fueron algunas de las notables actrices que participaron de la aclamada pieza, donde lo ligero no quita lo profundo, y lo gracioso abona a lo emotivo.

Lucky Guy, su última obra, se estrenó en ausencia, un año después de su muerte, protagonizada por Tom Hanks en su debut en Broadway. Trascurre en las redacciones neoyorkinas de los 80s y 90s, y relata el ascenso -y posterior caída- de Mike McAlary, reportero de la vieja escuela que supo cubrir noticias de alto impacto en una ciudad corrompida. “Una carta de amor al periodismo”, fue definida esta pieza sobre un antihéroe ennoblecido por la mirada comprensiva, indulgente de Nora Ephron.