Esteban Lamothe está entusiasmado con Un futuro sin vos, una serie original de Blender, primer canal de streaming en producir ficción, que se estrena el 20 de noviembre en su canal de YouTube y, en cinco episodios, cuenta una historia de amor con humor y muchos guiños a las telenovelas. Un futuro sin vos se desprende del ciclo Galanes de temporada baja, que emite Blender los martes a la medianoche y que nació de una burla en redes sociales. Pero no es el único proyecto del actor que, además está buscando financiación para su ópera prima.
En una charla con LA NACIÓN, Lamothe habló de galanes y antigalanes y contó cómo un muchacho de Florentino Ameghino que trabajaba de mozo en una parrilla de Puerto Madero terminó siendo actor y protagonizando ficciones mucho antes de lo que cualquiera imaginaba. Además, habló de su historia de amor con Débora Nishimoto, actriz a quien conoció filmando la serie Envidiosa y de su relación con su hijo Luis Ernesto, de 12 años.
-¿Cómo es que una ficción surgió de una burla en redes sociales?
-En un momento empezaron a decir “qué hacen ahora los actores de telenovelas que no tienen trabajo”. Y nos enganchamos y dijimos: ‘bueno, vamos a ir al streaming a recuperar los canjes y la popularidad’. Recibimos varias ofertas de plataformas para trabajar con Gonzalo (Heredia), que un día conoció a Galia Moldavsky y pegaron onda. Yo la conocía porque me había entrevistado y me gusta su estilo; de alguna forma, ella es la capitana de Galanes de temporada baja porque es la que entiende del asunto. Paradójicamente, Galia terminó actuando y nosotros hacemos stream. Todos esos chistes terminaron en un programa que salió bien y se transformó en una ficción y en un espectáculo teatral porque el 17 de diciembre vamos a estar en el Broadway, a las 21. Vamos a ver el último capítulo con el público y luego a hacer una obra que no es el streaming en teatro sino otra historia. Es un experimento que, creo, va a salir muy bien y seguramente vamos a hacer otros teatros y una gira. No me imaginé nunca estar en streaming y me gustó tanto que en verano voy a estar en otro programa por la mañana, más parecido a la radio, de actualidad, con Mauro Zeta, Galia, Juanita Groisman y Jorge Pinarello. Descubrí algo nuevo que disfruto mucho. Galanes en temporada baja sigue hasta el 17 de diciembre y después hay un parate hasta marzo.
-En Envidiosa fuiste un antigalán, ¿cómo fue el reencuentro con Griselda Siciliani? Ya habían trabajado en Educando a Nina…
-Ya está hecha la segunda temporada, que se estrena en el verano, en Netflix, y hay posibilidades de hacer una tercera y una cuarta. Con Griselda nos conocimos en Farsantes y después hicimos Educando a Nina, y tenía muchas ganas de volver a trabajar con ella. No es por cancherear, es por la química que tenemos, porque nos queremos mucho y nos admiramos, siempre hay un plus por la pasión y porque los dos somos muy trabajadores. Nos gusta mucho trabajar las escenas, buscarles una vuelta. Hay mucho entusiasmo. Sabía que al personaje de Envidiosa tenía que trabajarlo desde la sensibilidad; es un tipo que comprende todo, espera, contiene, soporta los celos y se calla la boca. Cualquiera de nosotros con el 30% haría un escándalo y él sigue, y sigue (risas). Es un personaje de fábula y todas las mujeres y hombres quisieran tener un novio como Matías.
–Envidiosa te dio, además, una novia, ¿cómo nació esta historia de amor con Débora?
–Envidiosa me dio una novia, así es (risas). No faltó nada, trabajo, amor. Nos conocimos grabando, durante ocho meses no pasó nada y cuando faltaba una semana para terminar, empezamos a salir. Solamente compartimos una escena cuando ya estábamos juntos. Nos estamos conociendo y estamos los dos muy contentos, disfrutando, cada uno en su casa. Es un momento muy lindo y en esa estamos.
-¿Conoce ya a tu hijo?
-Se vieron una vez, de casualidad, pero no, todavía es muy pronto.
-Luis Ernesto es un preadolescente, ¿cómo te llevás con esta etapa de su vida?
-Luis Ernesto está divino, ya transitando la adolescencia. Es un momento en el que son hombres que quieren salir de noche y andar solos por la calle y al mismo tiempo, son bebés que quieren que los abraces y los contengas, y yo disfruto de eso. Es intenso. La paternidad pone a prueba tu ego, tu capacidad de amar porque a veces un adolescente te contesta mal y te insulta, y sin embargo tenés que seguir dándole amor y acompañándolo. Nos gusta compartir, ir de vacaciones solos dos veces por año, miramos los partidos de Boca, boxeo, leemos. Estoy feliz, ojalá hubiera tenido más hijos.
-Nunca es tarde…
-Si se da, se da. Debora no tiene hijos, pero estamos empezando recién y ni hablamos del tema. Voy muy de a poco. Si la relación prospera, yo vengo con un hijo adolescente y si me querés a mí, tenés que querer a Luis sino no hay chance de tener una relación.
-¿Tenés buena relación con Julieta Zylberberg, la mamá de tu hijo?
-Sí, nos queremos mucho.
-¿Creés que Luis puede seguir una carrera artística?
-No lo sé, pero creo que por algún lado se le filtrará porque se crio en sets de televisión y en teatros, viendo actuar su mamá y a su papá. Ahora le gusta mucho la moda y tiene un talento descomunal para vestirse; se viste increíble. Me elige la ropa para ir al streaming, para los eventos, cuando salgo con Débora. El otro día iba a salir con ella y mi hijo me dijo: “no vayas con esa camisa, se nota mucho que vas a una cita, recién la estás conociendo y estás muy regalado” (risas). Me desarmó mi look y armó otro más casual.
-También sos parte de Cromañón, ¿cómo fue la experiencia de grabar una serie tan dura?
-Tengo un papel pequeño, soy el padre del personaje de Toto Rovito, junto con Paola Barrientos, y fue un lujo, pero fue muy duro. Cuando sucedió esa tragedia yo tenía 27 años y me acuerdo perfectamente de esa mañana en que me desperté y me enteré. Los cinco hermanos estábamos en Florentino Ameghino en la casa de mi mamá porque festejábamos el Año nuevo. Y fue horrible porque supuestamente era un día de alegría y fue el año nuevo más triste. Esta serie sirve para volver a hablar, para desestigmatizar a las víctimas. Está basada en un hecho real con personajes de ficción, hay licencias estéticas, licencias musicales porque no está la música de Callejeros.
Un anhelado sueño
-Vas a debutar como director, ¿qué querés contar de ese proyecto?
-Hace mucho tiempo que quiero dirigir y producir, hice cortometrajes y me fue bien. Tengo el guion, que es mío, y estoy buscando financiación. Es un subgénero del policial que cuenta la historia de una persona que encuentra plata y se la queda, pero alguien busca esa plata. Es una pareja que ronda los 40, quieren tener un hijo y no pueden, se van a vivir a Uruguay, son padres finalmente, hay un salto de tiempo y ahí están con ese bebé y ese dinero que no pueden gastar; la pareja empieza a implosionar por el encierro, y al mismo tiempo, los dueños de ese dinero vana a buscarlos. Tiene ritmo y dos nombres tentativos: El remisero o La mitad de la vida.
-Se te ocurrió hacer una película en un momento muy difícil para el cine argentino…
-No está nada fácil. Es algo que sueño hace tiempo y en los momentos de crisis, hay que dar pelea y además, es cuando más creativo uno se pone. Hay que seguir filmando y batallando con amor y no tirando mierda. La industria está muerta, el INCAA está muerto y no es que antes funcionara bien porque había muchas cosas para revisar… Es el momento más triste de la historia de la industria audiovisual argentina. Paralelamente al Festival de Cine del Mar del Plata va a haber otro festival, Contracampo, en el Teatro Enrique Carreras, y es una movida que apoyo y no es para desprestigiar nada porque amamos el festival de Mar del Plata. Simplemente es una movida para visualizar el estado del cine hoy. La película Simón de la montaña, de Federico Luis, la más premiada del año en festivales, se va a estrenar en Contracampo y no en el festival del Mar del Plata e insisto, no como un castigo al festival porque queremos que exista y sea cada vez mejor, pero necesitamos visualizar lo que está pasando. Y lo digo yo que tengo trabajo y nunca dejaron de llamarme, pero hay muchos colegas que están en otra situación.
-¿Por qué creés que nunca dejaron de llamarte? ¿Te reinventaste? ¿Tuviste suerte?
-Creo que es un poco de todo. No puedo adjudicarme todo a mí mismo porque está el factor suerte. Siempre traté de trabajar con responsabilidad y amor. Todo el tiempo vuelvo a enamorarme de la actuación y ese es el desafío más grande para una persona que trabaja mucho. La abundancia de trabajo no tiene que marearte ni hacer que no valores lo que te sucede. Soy de los que piensa que hay que trabajar como si te fueran a echar, y no por algo esclavista o porque el patrón te pise la cabeza sino por pasión. Lo aprendí en un momento de mi carrera cuando estuve un poco cansado, abrumado y pasó todo muy junto y rápido. Hace diez años que soy famoso, y veinte que trabajo de actor y vivo de esto.
-¿Cómo te pegó la fama repentina?
-Creo que bien porque ya era más grande y no me confundí con esa voracidad de ser famoso de un día para el otro y que mujeres y hombres te deseen, cuando yo no soy el más lindo del pueblo y no estaba acostumbrado a esa situación. Creo que supe manejarlo porque siempre tuve claro el filtro de tamizar halagos y bardeos, porque te dicen cosas muy lindas, pero también muy feas. Puedo disfrutar de los piropos sin la trampa de hacerme adicto a eso y no deprimirme cuando me dicen que soy feo y actúo mal. Si a ese péndulo no le ponés un amortiguador de cada lado, terminás todo roto. Por suerte, siempre me tomé todo con tranquilidad.
-Muchas veces se dijo que había competencia entre galanes, ¿cómo te llevás con Heredia y con otros colegas?
-Ya dimos la vuelta (risas). Cuando yo arranqué, Gonzalo ya era megafamoso a pesar de que es más chico que yo. Fui muy bien recibido por todos los galanes de la televisión y también por las heroínas. Fui un galán medio atípico, más en la línea de (Diego) Peretti que de Mariano Martínez. No francamente bello sino más roto o chocado, como le dicen ahora. Yo pensaba: “uy… la fama, los actores y las actrices se deben sacar chispas, debe haber mucho celo, envidia”. Por el contrario, me encontré con gente amorosa que me ayudó. Por ejemplo, cuando hice mi primera participación en Sos mi hombre, Joaquín Furriel me agregó letra y escenas. Si no fuera por él, quizá no hubiera prosperado en la televisión, y está bueno saberlo para hacer lo mismo con algún chico nuevo. Esa es la vara para medir. Muchos creen que hay envidia, celos y competencias, pero no es así, al menos no más que en cualquier otro ámbito.
-¿Cómo fue que un chico del interior de la provincia de Buenos Aires terminó siendo actor?
-Fue de casualidad cuando trabajaba de mozo en una parrilla en Puerto Madero, donde estuve diez años. Fui pintor también, entre otros miles de trabajos que hice. Me gustaba mucho la música y Juan, un compañero en la parrilla, me pasaba películas y me decía que yo tenía que actuar, que era parecido a no sé qué actor. Ni se me había cruzado por la cabeza, fue el primero que me puso la idea en la cabeza. Me anoté en un curso de teatro y, de pronto, empezó a pasarme algo que nunca me había sucedido, porque en la escuela me iba mal: ahora, en cambio, me decían que lo hacía muy bien. Después hice otro curso y también tuve mucha aprobación, hice una obra, y otra. Pasaron seis o siete años antes de que pudiera vivir de la actuación, pero ya sabía que era actor. Empecé a viajar a Europa con las obras de teatro porque hay un mercado muy interesante en el off, hacía comerciales y estaba tranquilo y no me importaba si era famoso o no. Creo que esa no ansiedad hizo que llegara más rápido. La película El estudiante me visibilizó, después fui a un casting a Polka y Adrián Suar me ayudó mucho porque me trabé en un momento y él entendió, cortó la escena y actuó conmigo. Mucha gente me ayudó.
-Entonces no viniste a Buenos Aires para ser actor…
-No, nada que ver. Vine a estudiar nutrición, hice tres años, pero siempre estaba en el primer año porque no pasaba (risas). Por eso cuando me dijeron que actuaba bien, me dije: “acá me quedo y pongo toda la energía”. Y me aferré a eso.