“Emilia Pérez” (idem, Francia/2024). Dirección y guion: Jacques Audiard. Fotografía: Virginie Montel. Edición: Simona Paggi. Música: Clement Ducol y canciones de Camille Dalmais (Camille). Elenco: Zoe Saldaña, Karla Sofía Gascón, Selena Gomez, Adriana Paz, Edgar Ramírez. Distribuidora: BF Distribution. Duración: 130 minutos. Nuestra opinión: buena.
El francés Jacques Audiard pertenece a la generación de Claire Denis, Philippe Garrel y Patrice Leconte. Todos directores que, en diferentes momentos, dejaron una importante marca en el siempre vital cine francés. Audiard es el último de esta generación de más de setenta años que comenzó en la dirección a mediados de los noventa con su potente ópera-prima Mira a los hombres caer. Desde entonces se lo reconoce como un realizador singular, con obras vitales, enérgicas, que no escapan a la crudeza pero de una estilizada formulación visual y creativa. Su cine puede gustar o no pero no deja al espectador indiferente.
Esa constante se repite, y podemos decir que en buena medida se exacerba, en su poderosa Emilia Pérez, una película dominada por la apuesta entre la grandilocuencia y el exceso, entre el deslumbramiento y el desconcierto y entre lo fascinante y lo absolutamente ridículo que plantea una narrativa siempre jugando con los límites del verosímil de la representación. Eso es la Emilia Pérez del título cuando el poderoso narcotraficante Juan “Manitas” del Monte decide que la mejor manera de desaparecer del mundo es dándose por muerto y cambiando de sexo. Eso sucede aún antes en la trama cuando la abogada Rita Mora Castro recibe al finalizar un proceso judicial por violencia de género un misterioso llamado que la cita en un puesto de diarios y donde espera mientras observa como los medios reflejan los casos de una violencia cotidiana caricaturizada en el sensacionalismo. Sin opciones, la abogada acepta trabajar para el poderoso narco sin saber que sus destinos volverán a cruzarse desde perspectivas muy distintas, después de unos años. Pero aunque el género pueda cambiarse hay marcas identitarias que prevalecen desde el pasado criminal y es entonces cuando Emilia Pérez decide, además de haber cambiado su identidad, modificar su horizonte de vida.
La ágil cámara de Audiard mezclada con momentos de profunda sordidez recuerdan su mirada al ambiente carcelario de Un profeta, pero aquí el thriller es mezclado con un musical que trastoca el ámbito de la representación. Así los géneros cinematográficos se desvanecen entre el thriller, el drama y el musical para mostrar una historia sobre la identidad, la violencia y el perdón. Jugando con el límite, esos cruces no siempre son efectivos y el estereotipo de lo “mexicano” se hace presente desde una construcción demasiado superficial y eurocéntrica añadido a un contexto social donde la violencia narco es sintetizada con liviandad en aras de un musical también por demás extraño. Algo debe remarcarse de Emilia Pérez en el cine de hoy tan acostumbrado a las historias para plataformas y es su enorme apuesta creativa, en la que el realizador prefiere el peligro aún del paso en falso que el adocenamiento de las fórmulas conocidas.
Audiard se demuestra fiel a sí mismo en su búsqueda original y abraza la cultura posmoderna de la cual, en contenido y forma, Emilia Pérez es fiel representante hasta en lo banal del tratamiento de temas contemporáneos muy graves. Desenvuelve muy buenas actuaciones de Zoe Saldaña y Karla Sofía Gascón, que contribuyen con acierto a la historia y, en cambio, con Selena Gomez cae presa del estereotipo que bordea constantemente a una narración en la cual el abismo del crimen es mediado por cuadros musicales de calidad dispar cantados por el propio elenco. Pero en sus errores, en sus aciertos y en su desmesura, lo inobjetable de Emilia Pérez es que nunca abandona el riesgo y la sensibilidad.