Ava Gardner

“Soy un tonto por desearte. Soy un tonto por desearte. Por desear un amor que no puede ser verdad. Un amor que también está ahí para los demás. Soy un tonto por abrazarte. Demasiado tonto por sostenerte. Por buscar un beso que no es solo mío. Por compartir un beso que el diablo ha conocido”, dice la letra de I’m a Fool To Want Your. Ava Gadner escuchó este tema una y otra vez hasta el día de su muerte, el 25 de enero de 1990, cuando tenía 67 años. Decía que ese tema era “muy personal”. Y así era: Frank Sinatra lo había escrito junto a Jack Wolf y Joel Herron, tratando de reflejar en él el tormento que sufría por su relación con la actriz.

Ava Lavinia Gardner no parecía una mujer destinada al éxito. Había nacido la noche del 24 de diciembre de 1922 en el seno de una familia pobre de Carolina del Norte. Era la sexta hija de Jonas y Molly, un matrimonio de campesinos que se dedicaban a sembrar algodón y tabaco, a los que lo poco que ganaban apenas les alcazabas para alimentar a su familia. Y, desde que sus padres perdieron su propiedad, no tuvo más remedio que deambular junto a ellos por distintos estados de Estados Unidos, tratando de buscar la manera de sobrevivir.

Sin embargo, luego de una infancia marcada por las carencias, Ava se convirtió en una jovencita con una belleza fuera de lo normal. Y esto hizo que, cuando tenía apenas 18 años, un cazatalentos de la Metro Goldwyn Mayer llamado Barnard “Barney” Duhan reparara en ella. Todo se dio de casualidad. Gardner había ido a visitar a una de sus hermanas a la ciudad de Nueva York y el marido de ésta, que era fotógrafo, le hizo una producción que decidió exponer en su estudio de la Quinta Avenida. El resto es historia conocida. Aunque el retrato en blanco y negro no le hacía justicia al no poder reflejar sus hipnóticos ojos verdes, el hombre la contactó para llevarla derecho a Hollywood.

Ava en una foto de su juventud

A lo largo de su carrera participó de unas 50 películas. Después de dejar sus estudios en el Atlantic Christian College, se instaló en la ciudad que nunca duerme para tomar clases de arte dramático y mejorar su dicción. Finalmente, tuvo su primera aparición en la pantalla grande con un personaje secundario en Joe Smith American (1942). Y, tras algunos años trabajando en producciones de bajo presupuesto, desembarcó en el cine de oro con Whistie stop (1946) y The Killers (1946). De ahí en adelante, El animal más hermoso del mundo -como la apodó la prensa- se convirtió en una de las figuras más requeridas por los directores. Y brilló en films como Pandora y el holandés errante (1951), Las nieves del Kilimanjaro (1952), Mogambo (1953), La condesa descalza (1954), 55 días en Pekín (1963) y La noche de la iguana (1964).

Pero una estrella no puede jactarse de serlo si no tiene, además de belleza y talento, algún que otro escándalo de alcoba. Y Ava no se anduvo con chiquitas. El primer galán en sucumbir frente sus encantos fue Mickey Rooney, con quien se casó el 10 de enero de 1942. El matrimonio duró menos de un año. Y ella ni siquiera se ocupó de reclamar la división de bienes tras el divorcio. Simplemente, dio vuelta la página y siguió su camino. Volvió a intentarlo en 1945, cuando contrajo enlace con el músico Artie Shaw, conocido como el “rey del clarinete”. Pero la pareja tampoco prosperó y, en 1946, llegó la separación.

Desafiando los prejuicios de la época, Gardner se dispuso a disfrutar de su soltería y de sus incontables pretendientes. Dos fracasos matrimoniales parecían suficientes para ella. Y hasta se dio el lujo de rechazar las reiteradas propuestas que le hizo el millonario director de cine Howard Hughes para volver a apostar a una boda. Sin embargo, en 1949, apareció el hombre que marcó su vida para siempre: Frank Sinatra.

Gardner y Frank Sinatra

“Una y otra vez dije que te dejaría. Una y otra vez me fui. Pero luego llegaría el momento en que te necesitaría. Y una vez más estas palabras tendría que decir. Soy un tonto por desearte. Compadéceme, te necesito. Sé que está mal, debe estar mal. Pero bien o mal, no puedo seguir. Sin ti”, seguía diciendo La Voz en el tema que le compuso a Ava. Apenas la conoció, el cantante se enamoró perdidamente de ella. Pero recién en 1951 dejó a su esposa y madre de sus hijos, Nancy Barbato, para casarse con la actriz. No obstante, los celos, las infidelidades, los gritos, las peleas y las reconciliaciones, eran una constante en la pareja. Y, finalmente, en 1957 llegó la ruptura definitiva.

Siendo tan pasional y tortuosa, era imposible que esa relación no quedara marcada paras siempre en el corazón de Gardner. Es verdad que, a las desprolijidades y los excesos del intérprete, se le sumaban sus propias aventuras. De hecho, ya instalada en España, se dedicó a disfrutar de los bares de tapas, las corridas de toros y los toreros. Como Mario Cabré y Luis Miguel Dominguín, que fueron dos de los tantos en caer rendidos a sus pies desatando la ira de Sinatra. De los galanes de Hollywood que pasaron por su cama, en tanto, pueden mencionarse Burt Lancaster, Clark Gable, Robert Taylor, Gregory Peck y Robert Mitchum, entre otros. Pero Frank, quien tiempo después se casó con Mia Farrow, fue el hombre al que nunca olvidó.

Ava pasó los últimos años de su vida en Inglaterra, huyendo de los reclamos del fisco español. Pero dicen que, cada noche, cuando el reloj marcaba las 20 hs. de Londres, recibía un llamado de Sinatra desde Nueva York. Y que él fue quien, a pesar de estar casado con su cuarta esposa, Bárbara Marx, cuando en 1986 ella sufrió el primero de varios ACV, se ocupó de pagar los gastos de su traslado y tratamiento en los Estados Unidos. Quizá por eso, en su casa de Westminster, la actriz siguió escuchando sus discos hasta último momento.

Gardner y Sinatra vivieron un tortuoso romance

En una de sus últimas entrevistas, Gardner confesó que aunque pudiera no cambiaría nada de su vida. “Una y otra vez dije que te dejaría. Una y otra vez me fui. Pero luego llegaría el momento en que te necesitaría. Y una vez más estas palabras tendría que decir. Tómame de vuelta, te amo. Compadéceme, te necesito. Sé que está mal, debe estar mal. Pero bien o mal, no puedo seguir. Sin ti”, concluía Sinatra en el tema que le dedicó a Ava. Y ella, completamente sola pero escuchando esas palabras, era feliz.