Es 1930 y en Munro predomina el silencio. Un barrio de la provincia de Buenos Aires donde abundan las plantas, el verde, el espacio. Metros y metros de calles de tierra tomadas por casas quintas. En ese escenario, llegan cuatro amigos en autos carísimos, con trajes y una apariencia impoluta, a una zona semi vacía que en aquella época requería un viaje de dos horas y media en tren desde la capital para llegar. Los vecinos no saben que estos cuatro amigos que llegan al barrio de Munro todos engalanados son Enrique Telémaco Susini, César Guerrico, Miguel Mugica y Luis Romero Carranza, mejor conocidos cómo Los Locos de la Azotea.
Estos compañeros de la Facultad de Medicina, amantes de las palabras y las comunicaciones eran unos visionarios para su corta edad e incluso para la época. A partir de esos intereses en común, deciden conformar la sociedad de nombre Radio Argentina. El 27 de agosto de 1920, a las 9 de la noche y desde la terraza del Teatro Coliseo, esos cuatro amigos locos realizaron la que sería la primera transmisión de la radiofonía argentina. Ese sería su primer paso hacia el éxito.
La sociedad se convirtió en la primera estación radial del mundo, que al poco tiempo de alcanzar el éxito, los socios deciden vender. Con el capital obtenido se embarcaron en un nuevo desafío: crear una industria de cine sonoro directo, o mejor dicho, crear una especie de Hollywood argentino. Y este sueño sería conocido como Lumiton.
LA CREACIÓN DEL HOLLYWOOD CRIOLLO
Enrique Telémaco Susini explica con sus palabras la idea fundacional del proyecto: “Estamos empeñados en desarrollar una fuente de cultura, un medio de promoción de la nacionalidad y queremos que crezca la cordialidad entre la gente y la paz nos lleve por mejores caminos”
Lumiton surgió con la idea inicial de aventurarse más allá del cine mudo, ir hacia un cine que expresara tanto los diálogos como los sentimientos de los personajes a través del sonido. Con el objetivo de “ser un estudio y explotación de la cinematografía y subsidiariamente la radio propagación”, las películas se filmarían en estudios que “serán el documento de una realidad, crearán historias que alimentarán la vida y el imaginario de sus espectadores, y podrán dar una mirada sobre la Argentina de su época”, según explica el libro “Lumiton, el sello que marcó el rumbo del cine nacional”.
Antes de la época de oro (1931-1950), el cine argentino no sólo era mudo, si no que sus historias estaban completamente influenciadas por las corrientes europeas y norteamericanas. Fue a partir de 1931 cuando el cine nacional comenzó a construir una identidad propia, basada en historias que representaban la esencia de la región, a través de personajes reconocidos históricamente.
Ese mismo año los socios viajaron a Estados Unidos para estudiar el modelo de negocios del gran referente del cine mundial: Hollywood. Allí visitaron los estudios de la Metro Goldwyn Mayer, de la que tomaron inspiración para replicar en el país.
Apenas regresaron a la Argentina, comenzaron la búsqueda de un terreno lo suficientemente grande para alojar su sueño. El lugar elegido fue la quinta La Algovia de la familia Zeller, ubicada en Avenida Mitre 2351, en Munro.
“Los locos de la Azotea viajan a Hollywood a estudiar el modelo de producción y su star system. Trajeron planos de cómo estaban hechos los estudios y convencieron a dos cabezas de equipo fundamentales que trabajaban en la Metro para que vinieran a ayudar en la construcción de los estudios”, cuenta Adriano Bruzzese, director del proyecto LUMITON-VICENTE LÓPEZ CIUDAD DE CINE UNESCO. Esos “cabezas de equipo” eran John Alton y Lazlo Kish, montajistas y editores de Hollywood.
Bruzzese agrega: “Alton fue un gran apoyo a la hora de armar los estudios porque era un tipo con mucha trayectoria y carrera en el mundo del cine. Los ayuda a pensar de cero los estudios, cómo tendrían que ser para poder empezar a filmar cine con sonido directo”.
En una entrevista, Alton recuerda: “Me encontré con unos millonarios argentinos que planeaban construir un estudio cinematográfico. Me preguntaron si podía diseñarlo y me pareció una gran aventura. Pedí un año de licencia y me fui a la Argentina. Levanté el estudio, rodé un film… ¡y hasta me casé!”.
CÓMO SE CONFORMABAN LOS ESTUDIOS
Los estudios originales ocupaban dos manzanas completas e incluían 5 estudios, los espacios donde se hacían los decorados, un laboratorio de revelado y montaje, un microcine, los camarines y los diversos talleres donde se fabricaba la utilería. La empresa llegó a contar con un máximo de 400 empleados.
Además construyeron un chalet que más tarde tomaría el nombre de “Casa de las Estrellas”. Allí dormían actores y actrices durante los rodajes, que se prolongaban por semanas. Comían en La Cuchara de Palo, el restaurante de la esquina, punto de encuentro de la gran familia que componía los estudios.
Bruzzese recuerda una anécdota que solía contar el gran José Martínez Suárez, guionista y director de cine, sobre las noches que pasaban en los estudios después de una larga jornada: “José contaba que después de cenar en La Cuchara de Palo, el grupo que se quedaba a pasar la noche iba directo al estudio y antes de dormir realizaban apuestas entre ellos a ver donde creían que iba a poner el director la cámara en la primera puesta de la jornada siguiente. Eso era gente que vivía del cine”.
EL PUNTAPIÉ
Fue en 1933, cuando Lumiton, a la par de su competidora Argentina Sono Film, hizo historia en el mundo del cine. Ambos estudios presentaron las primeras películas habladas y con sonido de la historia del cine nacional. Lumiton presentó el film Los tres berretines y Argentina Sono Film presentó ¡Tango!. Fueron los primeros en el país en cumplir con las demandas de los espectadores.
La película Los tres berretines se basó en un texto de Arnaldo Malfatti y Nicolás de Las Llanderas. En los créditos finales llamó la atención un pequeño detalle: ninguna persona se atribuyó la producción o dirección de la película. Era simplemente una producción del sello Lumiton, una filosofía de comunidad que caracterizó a la productora desde sus inicios.
El sello contrató a Luis Sandrini para protagonizar la película, y con una recaudación que superó el millón, el film -que hace referencia al tango, al fútbol y a la pasión de las mujeres por el cine- se convirtió en un gran éxito de taquilla.
Sin embargo, los dos siguientes películas no tuvieron el resultado deseado. Fue en ese momento cuando los socios fundadores creyeron que era hora de introducir una nueva mirada que tuviese, además, un estilo propio: contrataron al director Manuel Romero, quien contaba con una exitosa trayectoria en el teatro y tendría mucho que aportar a la gran pantalla.
Romero se caracterizaba por un particular estilo de trabajo: sus jornadas eran largas, tenía una forma nerviosa de tratar a los técnicos y una parquedad y rabietas que eran difíciles de conciliar con el ambiente de comunidad y serenidad que reinaba en los estudios.
Su primer film, Noches de Buenos Aires, protagonizado por Tita Merello, Fernando Ochoa, Severo Fernández, Enrique Serrano e Irma Córdoba, se estrenó el 27 de marzo de 1935. La película retrata el mundo del teatro con una Tita Merello que encarna el papel de detective.
A partir de este primer film de Romero y en adelante, se instauró el logo que caracterizaría los estudios: el gong golpeado por Michel Borowsky, el primer bailarín del Teatro Colón de la época.
“Para los vecinos, los estudios eran como su segunda casa. Yo he entrevistado a vecinos de la época, que hoy tendrán unos noventa años y todavía se acuerdan de su emoción al ver bajar del tren a las estrellas, todas vestidas con sus plumas y tacones, y todos ellos venían a Lumiton. No hay un vecino de la zona que no tenga una historia para contar relacionada con los estudios, algunos incluso hacían de extras”, explica Bruzzese.
La década del 40 fue una época complicada para el cine nacional. La cuota de exportación de película virgen necesaria para producir los films, que impuso Estados Unidos como “castigo” por la neutralidad de Argentina en la Segunda Guerra Mundial, perjudicó a los estudios, no solo en su financiamiento, sino en la posibilidad de importar nuevos equipos y seguir produciendo con la misma rapidez de antes.
A partir de esta década los films de Manuel Romero en Lumiton empiezan a convivir con los nuevos directores del sello: Francisco Mugica y Carlos Hugo Christensen, quien aporta una vuelta de tuerca a la producción de los estudios.
“Romero, Mugica y Christensen son como los tres grandes directores en tres distintas etapas de los estudios. Cada uno fue desarrollando un género incluso. La gente decía: vamos a ver una de terror, vamos a ver una de Romero, una de Christensen. Y eso quedó instalado hasta el día de hoy, ¿no? La gente todavía dice: Vamos a ver una de Darín” comenta Bruzzese.
Christensen recuerda en el libro Más allá del olvido: “Lumiton era un estudio muy curioso. A mí me parece que no existió nada en el mundo con estas características. Lumiton era una sociedad formada por médicos (…) y sucedían cosas muy graciosas porque era una gran familia. Yo me crie en los estudios, en un ambiente un poco rígido, había una disciplina bastante grande, medio militar. (…) Yo hoy no comienzo un minuto después por causa de Lumiton. Era de una rigidez tremenda”.
En 1940 existían alrededor de doscientas salas de cine en la ciudad. Los boletos eran relativamente económicos por lo que las familias de clase media podían permitirse una o varias escapadas al cine como actividad semanal. Para las mujeres de la época, el cine representaba una puerta hacia realidades y mundos diversos, nuevas modas y mucho más. No sólo era una forma de escaparse, si no una forma de ensanchar su mundo.
Fue en esta década cuando hace su presentación en el sello la señorita Mirtha Legrand. Encarna el papel de Elena en el nuevo éxito de Francisco Mugica, Los martes, orquídeas, que será como una bocanada de aire fresco para el sello, ya que representaba un derivado de la comedia romántica, con aires más sofisticados y burgueses. Hasta ese momento las ficciones argentinas solían centrarse en el mundo popular y presentaban una mirada pesimista sobre los procesos de modernización de la sociedad. A partir de este film, más producciones argentinas comenzaron a apostar por historias que representaban los dramas de la clase media y alta.
Contratar a Mirtha, que en ese momento era una actriz nueva y totalmente desconocida, fue una gran apuesta por parte de Lumiton, que se caracterizaba por tener un star system ya definido.
Ricardo Concord, quién ayudó a construir los estudios, recuerda en una entrevista: “Buscábamos un tema y llamábamos a Pondal Ríos y Olivari y les decíamos: ‘Queremos que nos hagan una película para Delia Garcés’. Así se hizo Los martes, orquídeas. Esa película se escribió para Delia Garcés, no para Mirtha Legrand, pero la actriz ennovió en ese momento y su marido, que quería todo para él, se quedó con la actriz y con la mujer. Como nosotros no nos amilanábamos con nada, dijimos: ‘Si Delia Garcés no puede, la inventamos’”.
En ese momento, Mirtha y su hermana Silvia habían sido premiadas en un concurso de carnaval de la Avenida de Mayo. Ambas hermanas, que en ese momento tenían 14 años, realizaron un casting para los estudios, pero fue Mirtha la que terminó obteniendo el papel.
“Elegimos a la que tenía cara más brillante. Iba a tener que dar una chica de dieciséis, diecisiete años y, como nunca había usado tacos altos, tuvimos que enseñarle a caminar. La teníamos caminando por todos los estudios. Al final hizo esa película, con tanto éxito que la premió el gobierno”, recuerda Concord.
En palabras de la propia Mirtha Legrand: “¡Lumiton no se parecía a ningún otro estudio de cine! Yo adoraba esos estudios de Munro. Tomábamos la Av. del trabajo y cuándo íbamos llegando con mamá y mis hermanos, Goldy y José, mi corazón latía fuertemente de alegría. Sentía amor, felicidad y alegría.”
En los años 50, Los Locos de la Azotea ya no formaban parte de Lumiton, cada uno había seguido adelante con distintos proyectos. La última película que el sello intentó concretar, Un guapo del 900, dirigida por Lucas Demare, debió interrumpir su filmación al poco tiempo de empezar a rodar, ya que la situación económica de los estudios no daba para más. La empresa se declaró en quiebra y fue intervenida judicialmente.
EL CIERRE DE UNA GRAN HISTORIA
En 1955, los empleados de los estudios deciden formar una cooperativa para poder seguir manteniendo vivo el proyecto, y así nace la Cooperativa del Gong. Es recién en 1963 cuando se estrena la última película realizada por los Estudios Lumiton. Se trata de Lindor Covas, el Cimarrón, dirigida y protagonizada por Carlos Cores. En 1968 finalmente se les quita la personería jurídica y se decide la liquidación final de la compañía. De esta manera termina el ciclo Lumiton, donde se produjeron 102 películas.
Tiempo después los terrenos fueron adquiridos por la Iglesia y La Casa de las Estrellas es convertida en un restaurante. Varios vecinos del barrio, incluido José Martínez Suárez, continuaban abrazando el proyecto y pedían por su recuperación.
Bruzzese fue el responsable de negociar con la productora que compró los terrenos que pertenecían a los estudios, para recuperar La Casa de las Estrellas y hoy convertirla en Lumiton Usina Audiovisual. Parte de este proyecto comprendió no sólo el recuperar la memoria y el archivo de los estudios, entrevistando a historiadores y vecinos de la época, sino que, actualmente, en la Usina realizan talleres, presentaciones y diversos ciclos de cine.
“Todo nuestro cine pasó por aquí. Es importante que nosotros pongamos en valor esta historia, porque estaba olvidada por muchos. Todo el mundo reconoce y habla de nuestro cine. La historia de este lugar es absolutamente apasionante, y esto no se enseña en las universidades de cine, de esta época dorada casi no se habla. Este proyecto lleva 9 años de historia, y no sería lo que es si no fuese gracias a esos vecinos que abrazaron la historia de este lugar, de este monumento”, concluye Adriano Bruzzese.
La Casa de las Estrellas fue declarada Monumento Histórico Nacional y Municipal, y se convirtió en un museo en 2005. El museo se encuentra en Sargento Cabral 2354, en el barrio de Munro, y pueden realizarse visitas guiadas particulares, para escuelas o instituciones contactandose a través de info@lumiton.com.ar. Además realizan eventos y proyecciones diarias cuya agenda puede consultarse en https://lumiton.ar/agenda-presencial/.