Amenaza en el aire (Flight Risk, Estados Unidos/2025). Dirección: Mel Gibson. Guión: Jared Rosenberg. Fotografía: Johnny Derango. Música: Antonio Pinto. Edición: Steven Rosenblum. Elenco: Michelle Dockery, Mark Wahlberg, Topher Grace. Distribuidora: BF Paris. Duración: 90 minutos. Calificación: solo apta para mayores de 16 años. Nuestra opinión: buena.

La idea central del cine de Mel Gibson está a la vista en la estructura básica de Amenaza en el aire. De nuevo como en sus mejores películas (Apocalypto, Hasta el último hombre) el personaje central lucha por su vida en un ambiente hostil, peligroso y potencialmente letal. A priori lleva todas las de perder y solo le queda a su favor una voluntad de hierro y la convicción de que no hay nada más importante que cumplir con una misión en la que está en juego la propia identidad del personaje. En esos valores, principios y responsabilidades asoma la única certeza de un triunfo redentor que por momentos suena lejano, casi imposible.

Gibson elige a una mujer, interpretada con energía a toda prueba por Michelle Dockery, para poner en acción a una figura que en el pasado tuvo encarnaciones muy diferentes: el patriota escocés William Wallace, un habitante de las culturas precolombinas en América Central y hasta el mismísimo Jesucristo.

Madolyn Harris, la agente del FBI que interpreta Dockery aquí está mucho más cerca de Alice Fletcher (la aguerrida protagonista del áspero western Godless, disponible en Netflix) que de Lady Mary Crawley, el papel que la consagró definitivamente a través de Downton Abbey. Pero en el fondo Dockery representa la suma de todos esos personajes: si alguna vez duda o se muestra distante es porque tiene pecados por expiar. Y la ocasión de hacerlo se presenta en el viaje (narrado casi en tiempo real) que propone la película.

En escala, alcance y pretensiones, Amenaza en el aire es una obra menor en la filmografía de Gibson. Tal vez por ser mucho menos ambiciosa fue mal recibida y peor interpretada por buena parte de la crítica norteamericana, más atenta a la cercanía de Gibson con Donald Trump (que acaba de elegirlo como uno de sus “embajadores” en Hollywood) y a las polémicas abiertas por algunos aspectos escasamente amables de su vida personal.

Mark Wahlberg, uno de los protagonistas de Amenaza en el aire

Pero sería injusto menospreciarla por razones ajenas al cine, derivadas de la opinión sin términos medios que todo el mundo audiovisual tiene de Gibson. La peripecia íntegra de Amenaza en el aire transcurre dentro de un pequeño avión en el que Harris traslada desde Alaska a un prófugo (Topher Grace) que acepta testificar contra su antiguo jefe mafioso a cambio de protección. Al comando de la aeronave está el desprejuiciado piloto Daryl Booth (Mark Wahlberg), que pronto dejará a la vista que en su caso las apariencias engañan.

Quizás le falten recursos a una producción que responde a los requisitos de austeridad propios de los rodajes legados por la pandemia, pero al mismo tiempo estamos frente a un relato que sostiene todo el tiempo la tensión con recursos genuinos, sobre todo con esa sanguínea vitalidad bien característica del cine de Gibson. Cuando la tensión se enciende, sabemos en su caso que va a seguir sin pausas ni desmayos hasta el final.

Buena parte de ese mérito depende de la decisión de Gibson de construir algunas de las escenas de acción como si fuesen piezas de lo que en el fondo no es otra cosa que un thriller contado en clave de comedia cada vez más desaforada. Grace aporta en ese sentido un comic relief bastante tradicional y es Walhberg quien mejor entiende la idea con una personificación atípica para lo que viene haciendo en el cine, muy divertida y deliberadamente exagerada. Al final, en el clímax de esta travesía, Gibson y la película rinden un pequeño y explícito homenaje al cine catástrofe, especialmente a la azafata personificada por Karen Black en Aeropuerto 75.