De un tiempo a esta parte, el rostro de Agustín Sullivan se replicó en las diferentes expresiones del espectáculo argentino, ya sea teatro, series y películas. Desde su explosión en 2018 con su rol de Sandro en la serie homónima o con su consagratoria participación en el musical Hello, Dolly!, en el que ganó en 2020 un premio Hugo a Revelación Masculina, el actor entró en una rueda de trabajo que parece nunca acabar. Y nada tiene que ver con el azar ni con tener millones de seguidores en redes sociales para traccionar público, sino con una política de vida, profesionalismo y algo de genética. En primera instancia, Sullivan parece tener diez años menos de sus experimentados 35, lo cual le permite una inusual elasticidad de roles, como el casi adolescente y conflictivo chef de la serie El sabor del silencio o el maduro joven de Estepa, film recientemente estrenado, donde le da cuerpo a un policía que lidia contra el delictivo mundo de la trata de personas. Otro punto a su favor es que pone toda su energía en la composición del personaje y si tiene que estudiar una enfermedad o cambiar su fisonomía, se deja llevar sin miedo a los desafíos, como el que le representó personificar nada menos que a Carlos Menem Jr., primero en la serie de Guillermo Coppola y ahora en el inminente estreno de la producción que se enfoca en la vida del expresidente argentino Carlos Saúl Menem. Y por último, su negación a los chismes. Sullivan, con su perfecta y contundente sonrisa, dice “de eso no hablo”, y no habla. Vida privada, amores, rumores o temas periféricos, como las miserias que gobiernan los portales del corazón, no entran en su radar. Es categórico: “De mi vida privada prefiero no hablar, no digo dónde vivo, por dónde salgo ni con quién, aunque ahora estoy soltero. Siempre está la posibilidad de un Bebé reno y no me gustaría padecerlo”, dice, un poco en serio y otro tanto en broma.
En este año, Sullivan volvió al teatro para, tal vez, poner a prueba su ego al reemplazar en Escape Room a Benjamín Rojas, uno de los pilares del éxito que hizo que fuera una de las obras más vistas del año pasado. Del elenco original ya no están Sofía Morandi ni el ex Rebelde Way y entraron para acompañar a Brenda Gandini y Gonzalo Suárez, él y Candelaria Molfese. Lo que en principio era solo durante enero y febrero, ya se confirmó marzo debido a la fuerte venta de entradas.
“Escape Room es una obra catalana, que en Barcelona tuvo mucho éxito, de hecho ahora se está presentando la segunda parte. También se hizo con récord de ventas en Madrid, y por lo que tengo entendido se hizo en países como México y Perú. Yo la había escuchado nombrar pero nunca la había visto, porque cuando se estrenó en Buenos Aires, en enero del año pasado, yo estaba haciendo Coqueluche, con José María Muscari. Después me fui a España y estando allá me convocaron para este año. Mis amigos me decían que tenía que decir que sí, que me iba a gustar. Vi las versiones de afuera en video y cuando volví a la Argentina, en diciembre, vi una de las últimas funciones con Benja Rojas y acepté sin dudarlo. Me entusiasmó la obra, el elenco y que nos dirija Nelson Valente”.
-¿Se siente la presión por reemplazar al actor supuestamente de mayor convocatoria? Benjamín Rojas atraía a todas sus fans de Rebelde Way.
-No pienso en esas cosas. No pienso de por sí en el éxito o en el fracaso. El concepto éxito no está entre mis prioridades. Yo disfruto el hacer. Me gusta hacer, crear, aportar. A mí me gusta actuar, entonces mi energía y atención están puesta en eso. La obra la montamos en una semana porque terminó a fines de diciembre, vinieron las fiestas y restrenamos el 10 de enero. O sea que no podía, no había espacio, energía ni tiempo para pensar en nada más que no sea aprenderme bien la letra, dónde pararme y cuándo ensamblar con los chicos. Toda mi atención estaba en componer mi propio personaje sin imitar a Benja ni a los otros actores que vi en las otras versiones.
-¿Son esas propuestas que generan adrenalina por el desafío que representan?
-Absolutamente. La obra tiene que ser un reloj en todas sus funciones porque hay una cuenta regresiva en vivo, que es el tiempo que tienen nuestros personajes para salir del juego que representa esa casa. Entonces no hay lugar a la improvisación ni a dilatar las escenas. Todo lo que agreguemos que no está en el guion es en detrimento nuestro. Tenemos que estar muy atentos y aceitados. Porque además ese ritmo preciso es la clave de la obra.
Disfrute en todos los géneros
-Mirando hacia atrás en tu carrera observamos trabajos muy diferentes entre sí. ¿Versatilidad o ganas de hacer todo?
-No prejuzgo ningún proyecto ni tampoco subestimo a ningún público, por eso es que disfruto todos mis trabajos y de los procesos. Si es un musical, si es una comedia, si es un dramón… Trato de entender el idioma del proyecto o los códigos del director y entrar a jugar con esas reglas. Disfruto de eso. Obvio que tengo una formación que me da las herramientas necesarias para no hacer agua o quedar como un ridículo en el casting. Hice toda la escuela de Agustín Alezzo con él como profesor, después entré a estudiar con Nora Moseinco, con quien sigo y seguiré por mucho tiempo más, porque incluso hoy me sirve tomar sus clases. Además estudié canto, baile y música.
-Para la mayoría de los actores, el cine mata cualquier propuesta. ¿En tu caso?
-No hay propuestas que me obliguen a cambiar los planes. El año pasado grabé tres series seguidas, y a la noche hacía teatro. Pude combinar los planes de rodaje con el teatro y si bien terminaba agotado, estaba feliz. Es el sueño de todo actor hacer cine durante el día y teatro a la noche. No me podía quejar. Durante muchas semanas hice El sabor del silencio de 9 a 18, y a las 20 entraba al teatro y era extremadamente feliz.
-Tuviste picos de mucha exposición con Sandro y Hello, Dolly!, con un Martin Fierro y un Hugo respectivamente, pero tu personalidad sigue inalterable.
-Cuando hay buenas rachas de trabajo hay que mantenerse concentrado y no perder el eje. En principio uno hace malabares para encajar todas las actividades en el día como si fuera un tetris, entonces no quedan ganas de creérsela ni pensar que siempre será todo así. Hay que mantener la humildad, además es mi forma de ser. No la careteo. No me gusta la exposición ni mostrar mi vida privada, sobre todo porque no resultaría interesante. Además, cuando trabajo en grandes propuestas observo mucho, trato de aprender de los directores, iluminadores, arte, fotografía. No tendría por qué creerme nada y sí disfrutar y seguir aprendiendo de lo que amo hacer. Sobre todo cuando lo que hago sale bien.
-De Sandro a Carlos Menem Jr., sin vestigios del real Sullivan. Ahí también hay un trabajo profundo.
–Soy un obsesivo de la personificación. Frente a cada personaje, trato de investigar y estudiar la psiquis del personaje. En el caso de la serie El sabor del silencio, investigué mucho sobre drogadicción. Las enfermedades se estudian para componerlas y entender qué generan y cómo repercuten en el cuerpo. Hablé con gente que la atravesó y fue revelador. La emocionalidad de los momentos es importante. Y construyo la personalidad en base a esas características estructurales. Lleva tiempo pero lo disfruto. Soy muy artesanal en mis roles. Por momentos soy un libro en blanco y el personaje con sus vicisitudes me obliga a comprender ese mundo ajeno al mío. Tampoco puedo juzgar ni ponerme en moralista porque no tendría sentido. Hay que entender cómo sintió esa persona para hacer tal cosa.
-Con Sandro podías herir la susceptibilidad de sus fans, mientras que todo lo que envuelve la figura de Carlos Menem Jr. es misterioso, oscuro y sensible.
-En el caso de Sandro hablé con sus fans; con su viuda, Olga Garaventa, y con el hijo de ella. Todos me ayudaron mucho, me contaron anécdotas, cada una tiene su visión de Roberto y fui tomando lo que me iban diciendo y, con eso, moldeé lo que pensé que sería lo más próximo al personaje de ficción. A veces entraba en personaje escuchando una canción suya y otras veces conectaba con él solo con el guion. Y con respecto a Menem Jr., en el rodaje conocí a Gustavo Palmer, que me contó miles de anécdotas suyas, investigué todo lo que pude por libros e internet y Cumelén Sanz, la actriz que hace de Zulemita, sí se reunió con ella y le contó muchas anécdotas, qué gustos tenía, con qué se reía, con qué no. Entonces así fuimos construyendo juntos cada uno su personaje y al mismo tiempo el vínculo como hermanos.
-¿La serie de Carlos Menem aborda la muerte de Carlitos?
-No puedo contar nada de la serie, solo que se estrena este año. Quiénes son los actores, Leonardo Sbaraglia, Griselda Siciliani y cuáles serán sus personajes pero nada más. Antes uno no hablaba de los proyectos por cábala, pero ahora ya desde el casting las plataformas te hacen firmar un contrato de confidencialidad. La hoja del casting ya te la dan con tu nombre en marca de agua de forma transversal, por lo cual, si se filtra algo, ya saben de quién fue. Y desde la primera audición no podés contar nada. Ni siquiera en redes mostrar tu propio casting, aunque no digas para qué fue. Y si lo publicás, te hacen un juicio por no sé cuántos miles de dólares en los Estados Unidos, que es donde tienen el domicilio legal. Nadie se arriesga a hablar de nada, ni con amigos. Ellos determinan qué es lo que podés decir y cuándo.
-Ahora a los actores les proponen realities o conducir programas. Sin embargo a vos no pudieron moverte de la actuación.
–Yo hago lo que me da paz. Si no me da paz o no me entusiasma, entiendo que no es por ahí. Así también soy en la vida. Nunca estoy con personas que no quiero ni en lugares en los que me siento incómodo. Y a mí me gusta actuar. Los realities están buenísimos para las personas que los disfrutan y les divierte probarse en otras actividades. No es mi caso.
-¿Qué te da paz?
-Me gusta mucho viajar. Miro muchas películas, me gusta juntarme con mis amigos, soy re tranqui. Ahora quiero generar otras cosas. Me gusta escribir historias de vínculos. Estoy obsesionado con todo lo que muestre los vínculos entre personas. Series como Fleabag y Normal People me volaron la cabeza. También la película catalana Casa en llamas. Por eso disfruté mucho de filmar El sabor del silencio, porque mi personaje tenía todo un entramado vincular con el chef que hacía Gonzalo Heredia y toda una relación compleja con Cande Molfese que hacía de mi novia. Quedamos muy contentos con el trabajado realizado, después de muchas negociaciones iba a haber segunda temporada, estaba todo el desarrollo listo, pero pasó el país, se paró todo y ahora se decidió que no siga. Una gran pena.
-¿Entonces la pregunta sobre tu estado civil la omitimos?
-Puedo hablar de mi familia. De mi madre, a quien amo, mis primos, primas, tíos, tías, sobrinos. Tengo una media hermana también. Pero no contesto de mi vida privada. Solo digo que sigo soltero y que no estoy con nadie del ambiente que pueda llegar a salir mañana en todos los portales de chimentos.
Para agendar
Escape Room. Sala: Teatro Multitabarís (Avenida Corrientes 831). Funciones: de miércoles a domingos.