El fanatismo de Gustavo Costas y la cuota emocional que tuvo esta Copa Sudamericana para cortar 36 años de sequía internacional con Racing queda expuesto con solo ver el rostro del entrenador. Esa sensibilidad fue la misma con la que el técnico convenció a un grupo que, a principios de septiembre, estuvo cerca de resquebrajarse y que se encolumnó detrás de la conducción del líder, más allá de titularidades, suplencias y reparto de minutos en un plantel amplio y con apellidos de peso en cada una de sus líneas.

Claro que los triunfos y el objetivo internacional en el horizonte ayudan a templar el espíritu del plantel. Pero el factor humano y la relación intimista que construyó Costas a lo largo de todo este 2024 con cada futbolista es la clave para explicar tanta entrega. “El profesor Costas es muy humano. Por cómo vive la vida, por cómo es con nosotros me dan ganas de hacer las cosas por él. Me marcó cuando tuve un problema en mi casa y me tuve que ir a Colombia. Le dije en agosto que iba a volver a ganar la Sudamericana. Y acá estamos”, lo elogió Juanfer Quintero en Asunción. Hace referencia al inconveniente familiar que atravesó el zurdo. Y la comunicación entre él y Costas fue permanente.

Siempre fue el grupo. De hecho, la crítica que más le molestó (y le sigue molestando) al DT campeón fue que hayan hablado de “divisiones”, de que las cosas “no estaban bien”. Los que están más cerca suyo reconocen que esos cuestionamientos le dolieron más a Costas que lo que pudieron opinar sobre cualquier cambio o decisión táctica. “Se dijeron muchas tonterías, cosas que no fueron ciertas. Le faltaron el respeto al grupo. Y eso nunca me gustó. Este título se lo merecen todos en este grupo porque recibimos doscientos mil palazos y no nos tenemos que olvidar cómo los trataron a todos, y la falta de respeto que tuvieron contra ellos. Hoy están aplaudiéndolos y festejando”, se descargó.

Gustavo Costas y el cariño de los hinchas de Racing

Pero la dedicación que le pone Costas al grupo no corre solo para Quintero. Durante los tres días de concentración en Asunción, se tomó un tiempo para pasar pieza por pieza para chalar unos minutos con sus futbolistas. Una conducción a la vieja escuela, convencido de que vale más llegar al corazón del jugador que insistir sobre una cuestión táctica.

Y además están las bromas y el buen humor constante. Por estas horas, Marco Di Cesare definió a Costas como el entrenador perfecto para recibirlo en un club nuevo como la Academia. Contó que durante el Preolímpico Sub 23 que disputó con la camiseta celeste y blanca en Venezuela, Costas lo llamaba y le pedía que “deje” la selección y vuelva a Avellaneda.

“Costas es un loco hermoso. Un amante del fútbol, sobre todo de este club. De lo que genera, lo que moviliza Racing. Es muy buena persona. Es el entrenador ideal que me tocó para llegar a un club nuevo, con todo lo que significa llegar a un grande, y poder acompañarme así. Ya desde antes de conocerlo me demostró cómo era. Cuando estaba en el Preolímpico me llamó para mi cumpleaños, que es el 30 de enero. Y me pedía: ‘dale, vení, volvé’. ‘Pero Gustavo, estoy acá con la selección’, le decía yo. ‘Y bueno… quedá afuera y vení, dale’, me respondía. Un loco lindo. Después para los Juegos me decía ‘yo quiero que te llamen, quiero que te llamen, pero no te voy a dejar ir eh, no te voy a dejar’. En broma, me jodía. Pero es así como lo vive”, lo describió el exdefensor central de Argentinos Juniors.

Cuando Agustín Almendra le pidió en conferencia de prensa que sortee una camioneta para el plantel, el DT respondió rápido: “La voy a sortear cuando puedas jugar 90 minutos”, mientras sonreía y le daba una palmada en la espalda. Claro, el exvolante de Boca suele ser un cambio habitual a los 15 minutos del segundo tiempo. Una muestra de la complicidad. En la conferencia de prensa previa también se había dado un diálogo parecido con Gabriel Arias, después de emocionarse en una respuesta: “Anoche justo lo hablaba con Gabi y Leo (Arias y Sigali, los capitanes) que me cargan de que estoy viejo, que lloro cada diez minutos, pero bueno no lo puedo evitar”. Hay más, como lo publicó la cuenta oficial de la Sudamericana, durante el backstage de la producción fotográfica con la copa: “El viernes a la noche le dije al Chino (Santiago Solari), vení vamos al gimnasio. Él no quería pero lo convencí: ‘vamos al gimnasio que tenemos que tener fuerza para levantar la copa’”.

Esa conexión genera que los malos humores o las caras largas no aparezcan entre los que no suman minutos. En un plantel extenso como el que tiene la Academia, por caso, Luciano Vietto miró los más de 90 minutos desde afuera. Y festejó con una sonrisa de oreja a oreja. Lo mismo que Sigali, el más experimentado y el capitán del grupo: “Apenas llegué Leo (Sigali) se quería ir. Le dije que no, que se tenía que quedar e ir por la puerta grande por todo lo que hizo por Racing y también se lo agradecí como hincha”.

Gastón Martirena y Gabriel Rojas, los laterales clave que tiene este equipo, también deben soportar la versión incansable de Costas durante los partidos, corriendo a la par de ellos por la línea de cal. “Lo tengo pegado, me quiere manejar con un joystick. A veces no parece un entrenador Gustavo porque está hablando constantemente con nosotros. Le llega muy bien al jugador”, dice el zurdo exdefensor de San Lorenzo.

Gustavo Costas y el abrazo con Santiago Sosa, uno de sus mejores aciertos en materia de refuerzo

La relación con Martirena la describe el propio DT: “Trato de sacarle al jugador lo mejor. Al uruguayo lo puteaban todos, decían que tenía que irse. Yo lo había sacado. El primero jugó, el segundo fue al banco y el tercero ni al banco. Me pidió hablar. Y yo le dije sí, pero vamos a hablar bien. Le dije la verdad, lo que veía de él. Y él tomó el desafío de cambiar. Hoy es Cafú, corrigió muchas cosas”.

Costas siempre puso la cara por el grupo, incluso en los momentos adversos. Si jugaban mal podía reconocer que el equipo había sido un “desastre”, pero nada de exponer responsabilidades individuales. Siempre defendió a los jugadores públicamente y eso los futbolistas se lo valoraron. También que, ante un error en el juego (un gol errado, una falla defensiva) después seguían jugando, no quedaban marcados para salir del equipo: “La confianza me la dieron ellos (los jugadores), lo veía al equipo. Si vos ves al equipo en todo el año con los viajes… no se quejaron nunca. Eso nos dio más fuerzas. Le digo al hincha que disfrute. Pienso que este grupo logró un millón de cosas que pensábamos que no estaban en Racing. Todavía no nos dimos cuenta del paso que dieron, juntaron generaciones, a padres, abuelos, volvió toda la familia. Racing es una familia y tenemos que tratar de que no quieran dividirnos. Lo dije el primer día que llegué que si estábamos todos juntos íbamos a lograr cosas”, explicó más calmo, luego de la consagración.

Gustavo Costas, el DT-hincha

Costas tuvo que salir al cruce de aquél inconveniente que se generó entre Gabriel Arias y Roger Martínez luego de una caída en Tucumán ante Atlético por 1-0, por la 13° fecha de la Liga Profesional. Un comentario del arquero tras la derrota: “Cuando un equipo corre, mete y te empuja, se nota. También fallamos cuando dejamos jugar al tipo más inteligente de ellos [Luis “Pulga” Rodríguez], recibir solo al borde del área. Hay que corregir muchas cosas. No se puede tener más paciencia. Ahora tenemos diez días para trabajar. Para agachar la cabeza, entrenarnos y empezar a conseguir resultados: ganar, ganar y ganar. No hay otra forma”, se había quejado el arquero. El 9 colombiano respondió con una publicación en redes sociales: “Confío en cada uno de mis compañeros que siempre dejan todo por esta camiseta y por este equipo. ¡El grupo es mucho más que cada uno! Vamos Racing!!!”.

Desde el silencio, días después -mientras estaban presentando a Vietto como refuerzo- el 3 de septiembre pasado, aportó su granito de arena para que esa diferencia no escale a mayores. Y después no paró de estar pendiente de pequeños gestos para terminar de unir a todos en la búsqueda de un mismo objetivo. “Todos para uno y uno para todos”, fue el eslogan que usó como bandera para convencer a un plantel con ganas de ser campeón.