Cuando se trata de mascotas, el debate entre perros y gatos es eterno. Ambos tienen legiones de seguidores, pero la ciencia parece inclinar la balanza a favor de los perros al considerar el vínculo que construimos con ellos y la atención que les damos. Hay dos estudios fascinantes que ayudan a entender por qué, aunque los amemos a ambos, podemos querer más a unos que a otros.
Un estudio reciente de la Universidad de Copenhague exploró la relación afectiva y el nivel de cuidado que los dueños dan a perros y gatos en tres países europeos: Dinamarca, Austria y Reino Unido. Para ello, se encuestó a los dueños sobre aspectos como el apego emocional, la tenencia de seguro de salud para sus mascotas, la disposición a pagar por tratamientos que salven vidas y sus expectativas sobre las opciones de tratamiento veterinario.
Los resultados mostraron que, en general, los dueños de perros tienen un mayor apego emocional y están dispuestos a gastar más en sus mascotas que los dueños de gatos. Sin embargo, el panorama cambia según la geografía: en el Reino Unido, la diferencia es menos pronunciada, lo que sugiere que el apego hacia los gatos es más fuerte que en otros lugares. Dinamarca, por otro lado, presentó los niveles más altos de apego y de disposición a gastar en tratamientos para salvar la vida de sus mascotas, mucho más para perros que para gatos.
Otro dato interesante es que más perros que gatos tienen seguro de salud en todos los países. Las expectativas sobre los tratamientos también variaron entre lugares, con los dueños de canes daneses con expectativas más altas sobre el cuidado veterinario que los de felinos. Esto sugiere que las diferencias culturales tienen un papel importante en la relación entre humanos y mascotas, y que el hecho de que los perros reciban más atención no es necesariamente un fenómeno universal. La evolución de los estilos de vida humanos parecen moldear la forma en la que las personas cuidan de sus compañeros de cuatro patas y se relacionan con ellos.
El concepto de “propiedad psicológica”
Otra pieza clave para entender este fenómeno la dio un conjunto de estudios citados en un artículo de Psychology Today, realizados por el Instituto Tecnológico de Nueva York. La teoría central de estos estudios se basa en el concepto de “propiedad psicológica”, que no se trata de la propiedad material, sino del sentimiento de que algo nos pertenece y está estrechamente relacionado con el apego emocional.
Según los científicos, la “propiedad psicológica” se construye a través de tres factores: tener control sobre algo, involucrarse profundamente y conocer bien a ese algo. Los estudios sugieren que los dueños de perros sienten un mayor grado de propiedad psicológica porque tienen más control sobre sus mascotas, en comparación con los gatos, cuya naturaleza independiente no siempre permite a sus dueños sentir este tipo de control.
El primer estudio también analizó cuánto estaban dispuestos a gastar los dueños de perros en comparación con los dueños de gatos, y encontró que invertían el doble en atención veterinaria. Esto se debe a que los perros, al ser más obedientes y responder más claramente a nuestras instrucciones, generan un mayor sentido de propiedad psicológica y, por ende, un apego más fuerte. En un segundo estudio, se descubrió que, cuando se les instruía a los participantes imaginar que su mascota había sido entrenada por alguien más, el apego emocional disminuía significativamente, al igual que la disposición a invertir en el bienestar de sus animales.
Finalmente, un tercer estudio se centró en la percepción de cómo los animales se comportaban. Los perros que mostraban comportamientos más similares a los de un gato eran menos valorados, mientras que los gatos cuya conducta era más parecida a la de los perros generaban mayor apego. Este hallazgo es clave para entender que el comportamiento influye en el apego emocional y que los comportamientos típicos de un perro, como la obediencia y la lealtad, generan más valor a ojos de sus dueños.