El 4 de julio de 2012 las noticias impactaron con las cualidades de la ficción. Menos resonante en su invisibilidad que el alunizaje de 1969, el anuncio que llegaba desde las afueras de Ginebra apuntaba a algo todavía más profundo, que contenía la imagen de los astronautas ingrávidos en el satélite que marca la llegada de la noche y a todo lo que lo precedía desde el principio de los tiempos. En el CERN (Consejo Europeo para la Investigación Nuclear) el Gran Colisionador de Hadrones había dado con el bosón de Higgs, caracterizado como “la partícula de Dios”.

Más allá de los fundamentos físicos, el anuncio cruzaba teología con literatura; ciencia dura con la imaginación del arte. Pero aquí está Mónica Bello (1973), una gallega de afilado sentido del humor que dirige el departamento de artes del CERN para desmentirlo o casi. No el hallazgo del bosón de Higgs, pero sí su metáfora, acaso el titular más lírico del siglo XXI. “Es que el físico le dijo a la prensa que al fin habían dado con this goddam particle, esta jodida partícula, y este hombre entendió god particle, eso de la partícula de Dios, y así quedó. Pero en el CERN lo tenemos muy claro y se lo decimos a todos, eh”, abre los ojos celestes Bello y ríe, cómplice, distendida. Más tarde le tocará dictar una conferencia en el espacio de la Fundación Andreani, en La Boca, como parte del del programa Presente Continuo, organizado por Fundación Bunge y Born y Fundación Williams y el Centro Cultural de España en Buenos Aires.

El objetivo es que el arte y la ciencia se vean afectados por estar juntos. En el CERN hay una expansión de la imaginación

Hay una primera pregunta que se impone: ¿cómo hizo Bello para pasar de la órbita del arte a la de la ciencia y trabajar en este programa en el CERN? “Durante toda mi carrera me he dedicado de manera activa a trabajar entre disciplinas –cuenta–. Como curadora graduada en Historia del Arte Moderno y Contemporáneo, siempre he visto que había una pobreza en la consideración de la historia y filosofía de la ciencia y la tecnología. Justo me tocó volver sobre las teorías de Marshall McLuhan en el momento en que internet estaba lanzándose. Nuestro entorno empezaba a modificarse y aparecían muchas comunidades online que hablaban, discutían, primero solo por mail, de temas de ciencia y tecnología mezclados con temas de arte y creación sin distinciones, para entender esta nueva cosmovisión del mundo. Empecé a hacer curadurías con esto muy presente. Y estaba muy pendiente de estas comunidades porque no eran el tipo de artistas o individuos que estuvieran presentes en los centros culturales y demás. Eran outsiders. Durante un tiempo largo fueron como marginales del arte, creando sus propios espacios. Luego vinieron proyectos más relacionados con una nueva concepción de la vida y ahí se abrió otra etapa”.

–¿A qué se refiere con nueva concepción de la vida?

–Bueno, pues, hoy se trata de procedimientos muy evolucionados de la biotecnología, pero cuando apareció el proyecto del código del genoma humano fue toda una revolución. Se hablaba de una transgénesis, de una nueva configuración del cuerpo y la naturaleza. Estuve muy pendiente de todos esos cambios y que yo acabara en el CERN tenía que ver con eso. Antes trabajé con la Fundación Telefónica como la directora del proyecto VIDA durante cinco años. Este programa premiaba proyectos donde se entremezclaban estas ideas y se veían reversiones del concepto de vida, con todo lo que eso significa, y tratamiento en las obras con herramientas de ciencia y tecnología. Al salir, la plaza del CERN era algo muy tentador, y cuando me dijeron que había sido seleccionada me explicaron que era el único perfil que había reunido los dos mundos. Pues tenían gente que aplicaba a la candidatura porque venía de museos de arte o de ciencia. Pero nadie que hubiera trabajado en la intersección de esos mundos. Y ya llevo casi diez años allí.

–¿Por qué el CERN necesitaba un espacio de arte?

–Bueno, el CERN, como muchos otros laboratorios experimentales en el mundo, siempre había tenido contacto con artistas. Durante muchos años esto era visto como una anomalía. Los artistas eran unos actores de reparto singulares. Yo nací en 1973 y en ese mismo año se registra la visita de James Lee Byars, el primer artista que se acercó al CERN para intercambiar ideas con físicos muy importantes. Byars pasó allí dos veranos y fue un pionero de este cruce, que se fue volviendo más frecuente hacia fines de los años 90 y principios de este siglo. Pero faltaba un marco para estas visitas. Todo era muy informal, hasta que el director Rolf Heuer tomó la decisión de armar este programa de residencias. Desde mi llegada esto se fue ampliando y ahora nosotros nos involucramos en los proyectos de los artistas y tratamos de que el vínculo entre los científicos y artistas se mantenga en el tiempo.

–¿Los artistas se vuelven científicos y los científicos, artistas? ¿Es necesario eso?

–Yo creo que son los científicos quienes le han ganado terreno al arte, en el sentido de que hoy hablamos de ellos como creadores.

–¿Y no es así?

–Bueno, yo creo que no. Nosotros nos centramos en los artistas. Muchas veces nos preguntan por qué no organizamos residencias para científicos, pero eso no tiene sentido, porque el CERN ya es un centro científico.

–Usted no es de quienes creen que hay que tratar a Steve Jobs como un nuevo Leonardo, ¿no?

–No, qué va, por favor. Y mucho menos a Elon Musk. No estoy de acuerdo para nada en eso ni tampoco es que me lo pienso mucho.

Empezamos a entender mejor las ideas contraintuitivas de la cuántica. Y los artistas pueden ejercer un rol importante en eso

–¿Y que se espera de un artista residente en el CERN?

–El objetivo principal que tenemos es que el arte y la ciencia se vean afectados por estar juntos. Nosotros queremos abrir la ciencia al interés que existe en la cultura por todos estos espacios. Pero no estamos en la carrera de la innovación tecnológica por medio del arte. Puede ocurrir, sí, pero en un entorno como el CERN es muy improbable que un artista se involucre en el desarrollo de un chip en el que participan miles de personas expertas para eso. Estamos detrás de una transformación cultural.

–¿Pero hay algún tipo de obra que se puede aplicar mejor a esta colaboración? Pienso en instalaciones complejas u objetos de rasgos robóticos. ¿O acaso es posible pasar una temporada en el CERN para hacer una pintura hiperrealista del Gran Colisionador?

–Bueno, es que nadie necesita ir al CERN para pintar, pudiendo hacer eso en otro lugar. Cuando seleccionamos las propuestas nos preguntamos qué diferencia hace ese artista para que esté entre nosotros. Y si estamos en un lugar dedicado a la física experimental del más alto nivel, vamos a buscar que el proyecto se involucre con eso.

–¿Cuáles fueron los ejemplos o hitos en este sentido?

–Al principio recibíamos proyectos muy científicos y tecnológicos. Hoy en día, a lo largo de los años, entendemos que las propuestas pueden ser específicas de arte contemporáneo y tratamos de facilitar las cosas. A lo largo de los años hemos encontrado artistas como Patricia Domínguez [chilena] que viene a ofrecernos la posibilidad de reinventar los reinos de la mente. Y ese es un capital del arte contemporáneo donde todo está permitido y, como la ciencia hoy, siempre está cambiando. Para ella, venir al CERN ha sido extraordinario. Porque ha partido de tecnologías ancestrales, como por ejemplo los sistemas chamánicos, para observar el universo en contraste con lo que hacemos nosotros en el laboratorio. Y eso es extraordinario.

–Es que si el tema es entender el origen de la materia, el trabajo del CERN es al mismo tiempo contemporáneo y ancestral, ¿no?

–Sí, es cierto. Es el elogio al principio y el fin del mundo. Hay una expansión de la imaginación en ese lugar que es bastante brutal. Posiblemente no hemos contribuido a modificar la forma en que alguien como Patricia concibe sus obras, pero en términos de contenido y concepto sí que el paso por el CERN le ha aportado profundidad. Y el resultado es una película de ficción muy inspirada por lugares claves en el CERN. Ahora mismo la película se está viendo en una galería de Londres y se proyecta como una coproducción.

Ahora mismo tenemos a artistas trabajando en la idea de la desaparición de la materia, y otros están abocados al estudio de los agujeros negros

–¿Cómo se decide la programación del Science Gateway, que es la sala de exposiciones que está en Ginebra?

–Es un lugar muy nuevo, que fue construido por Renzo Piano y se inauguró en octubre de 2023. Ahora hay allí cinco exposiciones; cuatro dedicadas a la ciencia y solo una es de arte, y tiene que ver con lo que nosotros hacemos. El tema común es el universo del futuro. Invitamos a diferentes artistas a trabajar sobre ese concepto. El artista coreano Yunchul Kim produjo un nudo que utiliza detectores de partículas de rayos cósmicos con membranas que van cambiando de color y emiten un sonido en su movimiento. Esto sucede en intervalos de diez minutos. Para mí es una obra muy conmovedora.

–En ese sentido se parece al ZKM (Centro de Arte y Medios Tecnológicos) de Karlsruhe, Alemania, uno de los sitios pioneros y más avanzados en ese aspecto, al que sin embargo no se le reconoce la misma importancia que la Tate Modern o el Centro Pompidou de París.

–Sí, ellos son un ejemplo muy presente para nosotros. El problema es que algunas obras del ZKM hoy se resuelven en minutos con una inteligencia artificial (IA). La propuesta aquí consistió en que las obras intentaran responder a preguntas que la ciencia todavía no pudo. Materia oscura, dimensiones extra, el vacío, que es un sitio donde suceden muchas cosas… Y para eso trabajaron en colaboración con físicos teóricos. Y esta es la primera exposición que se hizo de esta manera en el CERN. Y estamos preparando la segunda. Cada tres años tendremos este tipo de exhibición.

–¿Hasta qué punto le corresponde al arte encontrar esas respuestas?

–Quizás al arte le corresponda seguir encontrando preguntas. Un artista viene al CERN a formarse, aunque no sea de manera académica, pero esto es diferente a las otras residencias artísticas. No se discute en un café sobre el Bosón de Higgs. Descifrar los códigos que se manejan en el CERN lleva mucho tiempo y tratamos de gestionar eso. El artista llega al centro y se empapa y con eso puede tener una posición distinta en la sociedad. Como un pionero de las ideas. Ese es el gran objetivo. Que las preguntas de la ciencia se vuelvan más sofisticadas por medio de este intercambio. Ahora mismo tenemos a artistas trabajando en la idea de la desaparición de la materia, otros están abocados al estudio de los agujeros negros o la singularidad. Hasta diría que tenemos a artistas que están capacitados para poner en cuestión las teorías científicas.

–El artista argentino Lucio Fontana indagó sobre lo que habita el vacío cuando empezó a tajear los lienzos en plena carrera espacial. ¿No puede pensarse como un pionero de esta búsqueda?

–¿Fontana no era italiano?

–No, nació en Rosario y era argentino aunque se consagró en Italia.

–Pues eso no lo sabía, pero es muy buen punto traerlo a esta conversación. Creo que es un ejemplo de lo que quiero para los artistas contemporáneos. Que lideren los debates de la época. Creo que eso se ha perdido un poco, pero es momento de recuperarlo.

–¿Se puede pensar que la física cuántica en la ciencia ha sido tan revolucionaria como el uso de la perspectiva en la pintura?

–Sí, tiene esa magnitud. 2025 será declarado por la Unesco como el año de las ciencias y tecnologías cuánticas. Y se verán muchas exposiciones de este tipo. De hecho, el CERN está involucrado en una muestra que voy a curar sobre este tema en San Sebastián. Lo que veo es que cuando llegué a Ginebra se hablaba de una manera muy genérica sobre este cruce, se repetía lo que todos ya sabíamos. Pero en estos últimos diez años he notado un cambio.

–¿En qué sentido?

–Creo que empezamos a entender mejor las ideas contraintuitivas de la cuántica. Y los artistas podrían ejercer un papel muy importante a la hora de hacernos imaginar cómo es que el tiempo no es lineal, por ejemplo. El arte siempre ha tratado de modificar nuestra percepción y creo que estamos llegando a ese momento de modificar la conciencia de como pensamos el mundo.

–Volvamos a la ciencia. ¿Hasta dónde ha llegado el CERN después de detectar la partícula de Dios?

–Eso se llama abramos el melón… (Bello ríe con ganas.)

–No la entiendo, perdón.

–Es una expresión española, como decir que nos hemos metido en un problema. El Gran Colisionador de Partículas se creó para confirmar el Bosón de Higgs. Y ahora llevamos años investigándolo, en eso estamos.

–También es muy impactante ver la placa en la oficina donde Tim Berners-Lee creó internet, un lugar concreto y físico para algo que está por todas partes. ¿Qué hay ahora en esa oficina?

–Pues gente trabajando. En el CERN somos muy del futuro, no estamos pensando en hacer monolitos ni homenajes permanentes.

–Eso es interesante. La idea del futuro parece haber entrado en crisis en la cultura. Vivimos de precuelas, secuelas y remakes como si no hubiera más nada que inventar.

–Sí, hemos llegado a puerto seco. Una de las intenciones de este programa es transmitir que la ciencia es parte total de la cultura contemporánea. Por eso nosotros no estamos pensando en celebraciones. No hay mitos en el CERN, no pasamos el tiempo ahí conmemorando nada.

Mónica Bello. Foto: Rodrigo de la Fuente

En el cruce de disciplinas

Nacida en 1973 en Santiago de Compostela, España, Mónica Bello es curadora e historiadora del arte. Durante los últimos quince años se ha centrado en las perspectivas multidisciplinarias y en la narrativa de la cultura tecnocientífica actual.

Actualmente dirige Arts at CERN, en el Centro Europeo para la Investigación Nuclear de Ginebra, donde se ocupa de las residencias artísticas orientadas a la investigación y promueve la interacción entre artistas y físicos de partículas.

Antes de instalarse en Ginebra ocupó el cargo de directora artística de VIDA (2010-2015) en la Fundación Telefónica (Madrid), un premio que fomentó las expresiones transculturales alrededor de la idea de la vida.

Ha trabajado como curadora de exposiciones y eventos internacionales con artistas, creadores y pensadores contemporáneos de diferentes disciplinas.

Acaba de visitar Buenos Aires para participar del programa Presente Continuo, organizado por Fundación Bunge y Born y Fundación Williams, con la participación de Fundación Andreani y el Centro Cultural de España en Buenos Aires.