Una de mis alumnas me pregunta, mientras terminamos una sesión al aire libre, qué es lo más importante para sostener una rutina de bienestar en el tiempo.
La respuesta nunca es tan sencilla como “solo tener voluntad” o “ querer mejorar”. Después de más de una década trabajando juntos, Paula Martínez sabe que el bienestar no es una meta estática, sino un proceso dinámico que involucra más que solo esfuerzo físico. Es un viaje sensorial, emocional y relacional.
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Al igual que muchas personas, Paula comenzó con la expectativa de cumplir los famosos 21 o 90 días para instalar un hábito. Sin embargo, más que cumplir un plazo, el verdadero logro es encontrar un equilibrio sostenible. Sostener el movimiento en el tiempo es más valioso que entrenar intensamente durante una sola jornada.
Ejercitarse es esencial para la salud y la calidad de vida, pero el bienestar trasciende lo físico. Entrenamos no solo músculos, sino también nuestra capacidad de tomar decisiones, nuestra conexión con otros y nuestra calidad de pensamientos.
El bienestar se alimenta de estímulos positivos. El sonido de una buena canción puede motivarnos; los aromas de la naturaleza nos ayudan a relajarnos y encontrar foco; compartir una conversación significativa con un compañero de entrenamiento genera confianza y apoyo.
Con Paula y con mis alumnas en general, esas sesiones no son solo ejercicios; son momentos de conexión y disfrute que terminan moldeando un estilo de vida. En cualquier ámbito no basta imponer una rutina.
Aquí algunos puntos para trasladar el bienestar más allá del entrenamiento.
◗ Ambiente positivo: rodearse de personas, espacios y actividades que eleven.
◗ Compromiso flexible: no se trata de hacer todo perfecto, sino de volver a intentarlo todos los días.
◗ Rituales sensoriales: una vela aromática al trabajar, un podcast interesante al caminar o simplemente agradecer la luz del día pueden cambiar la energía.
◗ Cerebro en movimiento: así como fortalecemos el cuerpo, desafiarnos a aprender, reflexionar o visualizar metas entrena nuestra mente.
El bienestar no se logra solamente en soledad o aislados. Necesitamos estímulos, redes humanas y el compromiso de desafiarnos a construir hábitos que se sientan bien, que se adecuen a nosotros.