Cada color tiene un propósito: de la intimidación a la atracción, el cambio de tonalidad cuenta historias visuales

Cuando se habla de camaleones, la primera imagen que surge en la mente es la de un reptil que cambia de color para camuflarse. Esta idea, tan popularizada, no es del todo cierta. Como explica Daniel Flynn, del Zoológico de Oakland, en HowStuffWorks, ”el estado natural de un camaleón, es lo que realmente lo ayuda a mimetizarse. Su capacidad de cambiar de color no busca camuflarlo, sino hacerlo destacar”.

Cambiar de color es una herramienta para comunicarse, mostrar emociones y adaptarse a diferentes situaciones. Este descubrimiento no solo desmonta ideas preconcebidas, también resalta la complejidad biológica de estos reptiles. En la actualidad, su lenguaje visual sigue sorprendiendo a la ciencia.

Las emociones de los camaleones se reflejan en su piel, una herramienta visual que comunica sin palabras

A diferencia de otros animales que alteran su apariencia mediante pigmentos, como los pulpos, los camaleones logran su extraordinario cambio de color gracias a una estructura celular única. Bajo la capa externa de su piel, completamente transparente, se encuentran células especializadas llamadas iridóforos. Estas contienen cristales microscópicos que refractan la luz en diferentes longitudes de onda, creando una amplia gama de colores.

Cuando el camaleón está relajado, los cristales permanecen comprimidos y reflejan principalmente longitudes de onda cortas, como el azul. Sin embargo, ante un estímulo como una amenaza o la necesidad de cortejar a una pareja, los cristales se separan y reflejan longitudes de onda más largas, como el rojo o el amarillo. Este mecanismo fue detallado por un estudio de la Universidad de Ginebra, que describió a los iridóforos como verdaderos “espejos microscópicos” capaces de transformar la luz visible.

El cambio de color en los camaleones está profundamente influido por factores emocionales. Durante un enfrentamiento con un rival, por ejemplo, un camaleón puede desplegar colores vibrantes para intimidar o marcar territorio.

Tonalidad común

Los camuflajes más afectivos de los camaleones ocurren cuando están en estado de reposo. En esta condición, la interacción entre los cristales de sus iridóforos y los pigmentos amarillos en su piel crea una tonalidad verde. Este tono, que imita perfectamente a su entorno, es crucial para la supervivencia. Este es su único mecanismo de defensa, pasar desapercibidos.

La combinación de azul y amarillo que produce el verde funciona como un camuflaje eficaz en hojas y ramas, permitiéndoles evitar a depredadores que dependen de la vista para cazar. Como señala Flynn, “cuando un camaleón está relajado, su apariencia verde es lo que realmente lo protege”.

Su capacidad para camuflarse, comunicarse y regular su temperatura los convierte en un modelo evolutivo incomparable

Sin embargo, no todas las especies de camaleones tienen las mismas capacidades para poder cambiar de color. Según Flynn, mientras algunos solo varían entre tonos más claros y oscuros, otros pueden exhibir una paleta de colores más amplia, llegando incluso a mostrar algunos invisibles para el ojo humano, como el ultravioleta. Esta particularidad pone de manifiesto la diversidad entre las diferentes especies de camaleones y su capacidad de adaptación según las necesidades específicas de su hábitat.

El cambio de color no se limita a la comunicación o el camuflaje, también cumple una función crucial en la regulación de la temperatura corporal. Estos reptiles, al ser ectotermos, dependen de fuentes externas de calor para mantener su metabolismo. Algunos estudios sugieren que el oscurecimiento de su piel permite a los camaleones absorber más radiación solar en climas fríos, mientras que los tonos más claros ayudan a reflejar la luz y evitar el sobrecalentamiento.

Esta combinación de transparencia, reflejo y pigmentación evidencia la sofisticación evolutiva de estos reptiles, que desarrollaron un sistema de adaptación visual único en el reino animal. Luego de diversos estudios, los investigadores llegaron a la conclusión de que cada cambio de color se puede entender como una obra maestra de biología y óptica, ajustada a las necesidades de comunicación, supervivencia y adaptación al entorno.