Los trastornos psicológicos no son exclusivos de los humanos; la neurociencia y la psicobiología avanza en su estudio en otras especies (Imagen ilustrativa, no real, realizada por IA)

Durante siglos, la idea de que los animales podrían experimentar emociones complejas o trastornos mentales se relegó al ámbito de la especulación. Sin embargo, la ciencia moderna está demostrando que muchas especies, especialmente mamíferos y algunas aves, pueden sufrir condiciones similares a las humanas, como la ansiedad y los comportamientos compulsivos.

Aunque las investigaciones todavía enfrentan límites importantes, los avances en neurología y comportamiento animal permitieron arrojar luz sobre estas similitudes .

Carlo Siracusa, veterinario y profesor asociado de la Universidad de Pensilvania, aseguró a Popular Science que, “los animales absolutamente pueden experimentar enfermedades mentales”.

Siracusa, quien trabaja con perros y gatos que muestran agresión o conductas destructivas, señala que estos comportamientos suelen ser el resultado de angustia o miedo. Dichos estados emocionales, asegura que son procesados en regiones cerebrales equivalentes a las humanas, como la amígdala, responsable de regular las emociones.

Cómo se manifiestan las enfermedades mentales en los animales

A diferencia de los humanos, los animales no pueden describir lo que sienten. Esto significa que los trastornos mentales en ellos deben identificarse a través de sus acciones. Perros y gatos pueden mostrar ansiedad al caminar de un lado a otro, temblar, vomitar compulsivamente o incluso perder pelo.

En el caso de los primates en cautiverio, se documentaron comportamientos extremos como automutilación o la ingesta de sus propios excrementos. Algunas conductas destructivas, como destrozar muebles en casos de ansiedad por separación, también evidencian el impacto que el entorno tiene sobre los animales.

Siracusa enfatiza que situaciones de trauma, como negligencia o cambios bruscos en el ambiente, pueden provocar respuestas impulsivas en las mascotas, similares a los humanos que enfrentan trastornos de ansiedad o estrés postraumático (TEPT). De hecho, alrededor del 10% de los perros militares estadounidenses desplegados en Afganistán fueron diagnosticados clínicamente con este último trastorno.

Mascotas y animales salvajes pueden desarrollar ansiedad y estrés como respuesta a cambios en su entorno, según los expertos (Imagen ilustrativa, no real, realizada por IA)

Límites entre las enfermedades humanas y animales

Aunque los animales muestran patrones de comportamiento similares al de los humanos, existen diferencias fundamentales en la forma en que experimentan ciertas enfermedades mentales. Por ejemplo, la esquizofrenia, asociada con una mayor complejidad cerebral, no parece darse en animales.

Estudios recientes del Hospital Monte Sinaí sugieren que esta condición podría ser exclusiva de los humanos debido a cambios evolutivos en regiones específicas del ADN que no están presentes en otras especies.

Asimismo, los animales carecen de la capacidad para experimentar formas complejas de depresión relacionadas con conceptos abstractos o existenciales. Esto, explica Siracusa, podría deberse a la falta de una función cortical prefrontal sofisticada, esencial para planificaciones a largo plazo y reflexiones abstractas. Estas diferencias subrayan los límites biológicos en las similitudes entre humanos y animales.

Impacto del entorno en la salud mental de las mascotas

El entorno desempeña un papel crucial en el bienestar emocional de los animales. Mascotas con ansiedad por separación pueden desarrollar comportamientos destructivos como reacción al estrés.

En otros casos, animales que sufrieron abusos o negligencia manifiestan conductas impulsivas y agresivas. Este fenómeno, según Siracusa, recuerda dinámicas observadas en generaciones anteriores de crianza humana, donde métodos punitivos, como castigos físicos o gritos, exacerbaban comportamientos indeseados en lugar de solucionarlos.

Los castigos físicos en animales, como en los humanos, pueden intensificar las conductas problemáticas (Imagen ilustrativa, no real, realizada por IA)

En su libro Animal Madness (2014), Laurel Braitman documenta casos históricos que ilustran el impacto del entorno en los animales. Uno de los más notorios es el de Tip, un elefante asiático que fue maltratado repetidamente por su cuidador en un zoológico de Nueva York durante la década de 1880.

Tip, que por lo general parecía dócil, atacó violentamente a su agresor años después, lo que llevó a las autoridades a ejecutarlo. Según Braitman, este comportamiento no refleja “maldad” en el animal, sino una acumulación de trauma derivado del abuso.

Cambios en la percepción pública y científica

La creciente conciencia sobre las emociones animales impulsaron un cambio en la forma en que la ciencia y la sociedad entienden su bienestar. Durante el siglo XX, predominaban teorías conductistas que evitaban atribuir emociones humanas a los animales, considerándolo un antropomorfismo poco científico.

Sin embargo, avances recientes en neurociencia y psicobiología demostraron que los animales comparten procesos cerebrales similares a los humanos, legitimando la conexión entre comportamiento y emoción.

Además, esta nueva perspectiva condujo al desarrollo de tratamientos para el bienestar emocional de las mascotas. Según una encuesta nacional realizada en 2017 por Packaged Facts, aproximadamente el 8% de los dueños de perros y el 6% de los dueños de gatos en Estados Unidos administraron medicamentos ansiolíticos o estabilizadores del estado de ánimo a sus mascotas.

A pesar de que Siracusa apoya el uso de fármacos en casos extremos, advierte que el exceso de medicación puede enmascarar problemas subyacentes, como un entorno inadecuado para el animal.

Claves para el cuidado emocional de las mascotas

Los expertos coinciden en que detectar y abordar los primeros signos de ansiedad o estrés en los animales es esencial para prevenir problemas más graves. Por ejemplo, Siracusa señala que las mascotas que no muestran comportamientos destructivos pueden pasar desapercibidas, aunque experimenten angustia emocional. Estudios mostraron que muchos animales simplemente esperan nerviosos el regreso de sus dueños sin expresar su estrés de forma evidente.

La clave, según Siracusa, radica en entender el lenguaje corporal de los animales y evitar asumir comportamientos sin una base científica sólida. Incluso conceptos populares, como la idea de que mover la cola siempre indica felicidad en los perros, son mitos que deben ser cuestionados. “La cara del animal dice mucho más que la cola”, afirmó a Popular Science.