En el bullicio de la vida moderna hay un rincón al que todos acuden, aunque no siempre de manera consciente: la mente. En ese espacio invisible se desarrollan conversaciones que definen lo que sucede y lo que no. Diálogos unipersonales, silenciosos y constantes, que pueden motivar, cuestionar, o incluso sabotear a quien los idea, coordina y protagoniza. ¿Se puede decidir la manera en la que nos hablamos y, en definitiva, la manera en la que pensamos? En el marco del ciclo de charlas organizadas por BBVA, Aprendemos Juntos, Alba Cardalda, neuropsicóloga y autora de los libros Cómo dejar de ser tu peor enemigo, compartió observaciones y reflexiones sobre este universo, interno, inmenso y fascinante en simultáneo, invitando a su audiencia a una mejor comprensión de la comunicación que, inevitablemente, cada quien mantiene a diario consigo mismo.
“Gracias a la neurociencia hoy sabemos que existen diferentes tipos de diálogo interno y que cada uno tiene una función distinta”, comenta Cardalda, y hace referencia a seis tipos de diálogos internos que se llevan a cabo en la mente: el diálogo de identidad propia, el diálogo motivacional, el diálogo instruccional, el diálogo disociativo, el diálogo social y el diálogo compulsivo.
La especialista en terapia cognitivo-conductual sostiene que el diálogo interno tiene un gran impacto, no solo en la percepción propia, sino también en el manejo del estrés y de las emociones en general; y que, practicado de manera consciente, es una herramienta poderosa para regular estados anímicos.
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Los seis tipos de diálogo interno principales
- Diálogo de identidad propia
Es un tipo de diálogo reflexivo se centra en cuestionamientos profundos como “quiénes somos”, “por qué estamos acá” o “cuál es el sentido de nuestra vida”. Según Cardalda, los psicólogos suelen fomentar este tipo de introspección, puesto que se trata de interrogantes existenciales cuyas respuestas tienen mucho valor en la salud mental individual.
- Diálogo motivacional
Descrito por Cardalda como el “mejor de los diálogos”, el diálogo motivacional impulsa a uno a equilibrarse emocionalmente cuando uno se percibe un poco alterado, estresado, triste o nervioso. “Es el que usaríamos en una situación tensionante, repitiéndonos que estamos capacitados para hacer lo que estamos haciendo”, indica. Ejemplos de frases características de este tipo de diálogo son: “tranquila, vos podés hacerlo”, “paso a paso, con calma se puede” o “te preparaste para esto, relajá”.
- Diálogo instruccional
De carácter imperativo y metódico, el diálogo instruccional, identifica, ordena y comanda los pasos necesarios para llevar a cabo procesos complejos. “Cuando aprendemos algo nuevo, como ecuaciones matemáticas –por ejemplo–, este tipo de diálogo nos ayuda a recordar pasos específicos y a organizarnos para alcanzar la meta”, explica la terapeuta. “Nos da instrucciones para poder avanzar efectivamente”.
- Diálogo disociativo
En cuarto lugar, Cardalda ubica al diálogo disociativo como una especie de debate interno en el que diferentes “voces” expresan posturas opuestas. Se trata de una dinámica que suele darse frente a la toma de decisiones importantes, como cambiar de trabajo o enfrentar un cambio significativo en la vida. “Es muy divertido”, admite la oradora. “Porque es una conversación que tenemos con nosotros mismos, pero pareciera que la tenemos con muchas personas al mismo tiempo”.
Para ampliar sobre el mecanismo de activación del llamado diálogo disociativo, Cardalda profundiza en el ejemplo del cambio de trabajo: “Por un lado tenemos a la voz de la seguridad, que reconoce la comodidad del salario, de saber lo que se está haciendo y con quienes se comparte el espacio laboral. Por otro, aparece una voz más intrépida y rebelde”, indica. Esta última, continúa, cuestiona la existencia de una vocación real, amenaza con el aburrimiento eterno y, en muchos sentidos, pone de manifiesto la posibilidad de una vida infeliz por no animarse a tomar el riesgo.
“Estas dos vocecitas que se debaten son facetas diferentes de nuestra propia personalidad y escucharlas nos permite conocernos en profundidad: saber cuáles son nuestros miedos, deseos, sueños y anhelos. Nos disociamos dentro de nosotros mismos”, explica.
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- Diálogo social
El diálogo social consiste en imaginar o recrear conversaciones con otras personas. Puede ocurrir al anticipar una entrevista de trabajo o reflexionar sobre lo que podría haberse respondido en una situación pasada. “Todos lo tuvimos en algún momento, al recrear conversaciones en nuestro cerebro; conversaciones que podríamos haber tenido, que podrían haber salido mejor”.
- Diálogo compulsivo
Por último, considerado por Cardalda como “el más problemático”, el diálogo compulsivo es aquel marcado por la rumiación excesiva: los “¿y si…?” y la tendencia a sobreanalizar situaciones. Cardalda enfatiza la importancia de aprender a redirigir o silenciar esta voz interna para evitar el agotamiento emocional. “Esta es la voz de nuestro peor enemigo. Cuanto antes aprendamos a controlarlo o callarlo, mejor”, concluye.