Durante mucho tiempo se pensó que el envejecimiento era un proceso continuo y progresivo, con un deterioro biológico paulatino a lo largo de la vida. La teoría predominante sostenía que los cambios asociados con la edad ocurrían de manera lineal, influenciados por factores genéticos y ambientales acumulativos. Bajo esta perspectiva, la salud y la longevidad dependían principalmente de la acumulación de daños celulares, el estrés oxidativo y el desgaste progresivo de los sistemas fisiológicos.
Sin embargo, un reciente estudio de la Universidad de Stanford puso en entredicho esta visión tradicional. Los investigadores descubrieron que el envejecimiento no ocurre de manera uniforme, sino en “saltos” o “puntos de inflexión” a lo largo de la vida, hallazgo que plantea un nuevo enfoque sobre cómo y cuándo ocurren los cambios más significativos en nuestro organismo.
Para analizar este fenómeno, el equipo de científicos llevó a cabo una investigación longitudinal en la que examinaron a 108 personas de entre 25 y 75 años durante un período promedio de 1,7 años. Mediante tecnologías multiómicas avanzadas, analizaron diversos aspectos biológicos, como la expresión genética (transcriptómica), las proteínas celulares (proteómica), los metabolitos resultantes de procesos metabólicos (metabolómica) y las citocinas, moléculas esenciales en la respuesta inmunológica.
Los resultados fueron reveladores. En lugar de un deterioro paulatino y constante, los investigadores identificaron dos momentos clave en los que el envejecimiento se acelera de manera significativa: alrededor de los 44 años y nuevamente a los 60 años. En estos puntos se producen cambios profundos en el metabolismo, la respuesta inmune y la inflamación sistémica.
Los dos “estallidos” de envejecimiento: qué sucede en el cuerpo
El primer punto de inflexión ocurre alrededor de los 44 años, cuando los investigadores detectaron alteraciones en el metabolismo de los carbohidratos y los lípidos. Este desajuste podría explicar por qué muchas personas comienzan a notar un aumento de peso y mayores dificultades para mantener su composición corporal en esta etapa de la vida.
Además de estos cambios metabólicos, el estudio evidenció signos de desregulación inmunológica. Esto indica que el sistema inmune empieza a perder eficacia, lo que puede traducirse en una mayor vulnerabilidad a infecciones y una menor capacidad de regeneración celular. En conjunto, estos factores podrían ser la base de la aparición de enfermedades crónicas relacionadas con la edad.
El segundo “estallido” de envejecimiento se produce alrededor de los 60 años, cuando el cuerpo experimenta un aumento marcado de la inflamación crónica, también conocida como «inflammaging“. Este proceso se asocia con una mayor predisposición a enfermedades como la diabetes tipo 2, las afecciones cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer, según los estudios publicados en PMC.
Paralelamente, se evidenció un deterioro más pronunciado en la regulación de los niveles de glucosa y lípidos en sangre, lo que eleva el riesgo de enfermedades metabólicas y cardiovasculares. A medida que el organismo pierde capacidad para mantener la homeostasis, el envejecimiento biológico se acelera aún más, e intensifica los efectos del paso del tiempo en la salud.
¿Se pueden frenar estos “estallidos” de envejecimiento?
Si bien el envejecimiento es un proceso inevitable, los hallazgos de este estudio ofrecen nuevas posibilidades para diseñar estrategias que permitan mitigar sus efectos en estos momentos críticos. Según un estudio publicado en JAMA Network Open, entre las recomendaciones clave se encuentran:
- A partir de los 40 años, adoptar una alimentación rica en antioxidantes, proteínas de alta calidad y grasas saludables puede ayudar a mantener la función metabólica y prevenir la inflamación crónica. Reducir el consumo de azúcares refinados y alimentos ultra procesados es fundamental para evitar alteraciones metabólicas y fortalecer el organismo ante los cambios propios del envejecimiento.
- El entrenamiento de fuerza y las actividades aeróbicas demuestran ser eficaces para mantener el metabolismo activo y reforzar el sistema inmunológico. A los 60 años, incluir ejercicios de flexibilidad y equilibrio también es clave para prevenir caídas y mejorar la movilidad, lo que garantiza una mayor calidad de vida en la etapa adulta.
- El estrés crónico y la falta de sueño son factores que contribuyen a la inflamación sistémica y aceleran el envejecimiento. Implementar técnicas de relajación, practicar meditación y priorizar una buena higiene del sueño pueden marcar una gran diferencia en la salud a largo plazo.
Con esta nueva perspectiva, los investigadores sugieren que, en el futuro, los chequeos médicos podrían incluir análisis de biomarcadores específicos para detectar señales tempranas de envejecimiento acelerado. Esto permitiría intervenir antes de que aparezcan enfermedades crónicas y adoptar un enfoque más preventivo y personalizado en la salud de cada individuo.