Forjado con un estilo personalista y declarado admirador de los liderazgos fuertes, Donald Trump no tiene dudas de que los presidentes tienen un poder casi absoluto. “Cuando alguien es el mandatario de Estados Unidos, la autoridad es total. Es muy poderosa”, afirmó meses antes de terminar su primera experiencia al frente de la Casa Blanca, en 2020. “Así es como tiene que ser”, remató.
Ahora, fortalecido como nunca en su versión 2.0 que acaba de despegar, confía en tener vía libre para reforzar esa idea central de su concepción de gobierno, a la que promete sumarle una agenda transformadora más radical. “A partir de este momento, el declive terminó. La edad de oro de Estados Unidos empieza ahora mismo”, afirmó en su discurso de investidura. Pero, ¿qué riesgos conlleva que haya asumido como uno de los presidentes más poderosos de la historia del país? ¿Y con qué límites podría toparse?
Trump volvió a la presidencia tras un arrollador triunfo electoral en noviembre pasado, que le dio una legitimidad popular de la que no había gozado entre 2017 y 2021, y el control de ambas cámaras del Congreso; dejó al Partido Republicano arrodillado a los pies de su movimiento MAGA (Make America Great Again) y desmoralizó a la oposición demócrata. En la transición conformó un gabinete de leales, y está ante la posibilidad latente de amplificar el dominio conservador de la Corte Suprema que él mismo forjó. Con todo ese viento a favor, Trump podría buscar una expansión drástica del poder presidencial.
La gran duda, en un líder con sobradas muestras de un temperamento volcánico, está en cómo reaccionará cuando por algún motivo no pueda lograr lo que se propone.
Una reciente encuesta de The New York Times/Ipsos reveló que muchos estadounidenses a quienes no les gusta Trump comparten su evaluación de los problemas del país y apoyan algunas de sus recetas más polémicas para solucionarlos, como la deportación masiva de inmigrantes ilegales (respaldada por el 55% de la población). Para una figura política tan divisiva (los estadounidenses lo valoran más negativamente que a cualquier otro presidente que haya asumido el cargo en los últimos 70 años), el nivel de apoyo a sus ideas es sorprendente, destaca el prestigioso diario. De todas formas, eso no se traduce en una carta blanca para el líder republicano.
“Siempre que tenemos un nuevo presidente con mucho poder para hacer numerosos giros hay ciertos riesgos. Y Trump ha anticipado que buscará un montón de cambios desde el primer día en el cargo y, ciertamente, durante los primeros tres meses”, señaló a LA NACION Aubrey Jewett, politólogo de la Universidad Central de Florida, que enfatizó que los peligros para la democracia y las instituciones “es algo que preocupa a muchos norteamericanos”.
Los expertos advierten que aunque no sea seguro que un Trump empoderado vaya a reforzar su desprecio a los controles y equilibrios institucionales, su comportamiento político y empresarial pasado, marcado por desafiar cualquier restricción que se le cruce, enciende una luz de alerta para los próximos cuatro años.
El magnate tiene hoy una visión de su poder muy distinta a la de la víspera de su primera jura, en 2017. En aquel entonces estaba a la defensiva, ante una feroz resistencia. Ahora siente la debilidad de sus adversarios y un clima de época más benigno con su figura, y se considera a sí mismo su mejor consejero, remarcan en su entorno. Multimillonarios del mundo de la tecnología que en su momento denostó -como Bill Gates, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos– visitaron a Trump en su residencia Mar-a-Lago, en Palm Beach, epicentro físico de su órbita de poder.
“El pueblo estadounidense nos dio su confianza y, a cambio, vamos a darles el mejor primer día, y los 100 primeros días más extraordinarios de cualquier presidencia en la historia de Estados Unidos”, auguró Trump antes de jurar, dispuesto a firmar un centenar de órdenes ejecutivas desde el arranque mismo de la gestión, incluida la que él promocionó como el operativo de deportación más grande en la historia del país.
“Declararé una emergencia nacional en nuestra frontera sur” con México, dijo en su discurso, en el que volvió a la carga con los aires expansionistas de las últimas semanas, al prometer que Estados Unidos recuperará el Canal de Panamá. “El propósito de nuestro acuerdo y el espíritu de nuestro tratado han sido totalmente violados”, advirtió Trump, que considera que las autoridades panameñas incumplieron las promesas y permitieron que sea China el que tenga el control de facto de esa estratégica vía fluvial.
En su discurso de investidura, Trump hizo pocas alusiones a temas de política exterior -omitió la guerra en Ucrania, que en campaña prometió resolver-, pero resumió su doctrina diplomática en que quiere que Estados Unidos “recupere su lugar como el país más poderoso y respetado de la Tierra”.
“Será un Trump mucho más poderoso, sin frenos, que llega con un plan en alguna medida revolucionario, porque no tiene mucho para perder. En el primer mandato estaba pensando siempre en la reelección, no tenía control del partido, y había otros centros de poder en su gobierno, como James Mattis, su primer secretario de Defensa; H.R. McMaster, consejero de Seguridad Nacional, y John Kelly, su jefe de gabinete. Ellos trataban de moderar los impulsos de Trump, y en cierta medida lo hicieron”, explicó a LA NACION Brian Winter, editor general de Americas Quarterly.
“Esta vez esa gente no estará, el partido es totalmente suyo y está liberado de cualquier necesidad de medir sus palabras o acciones, porque no puede pensar en la reelección. Sin embargo, no veo un control autoritario. Ya vimos señales de republicanos dentro del Senado que hay por lo menos una voluntad de no aceptar todo lo que Trump manda”, señaló el analista, en referencia a las resistencias que enfrentó el exlegislador de Florida Matt Gaetz – investigado por conducta sexual inapropiada- para ser fiscal general. “Pero no hay dudas de que Trump tendrá mucho poder, y lo usará”, añadió Winter.
Diatriba postelectoral
En esta etapa, Trump aparece más preocupado por sus propias filas que por un deshilachado Partido Demócrata. Las mayorías republicanas en el Congreso son estrechas y bastaría un puñado de legisladores desobedientes para complicar algunos de sus planes.
En su diatriba postelectoral, Trump ya ha advertido que buscará castigar legalmente a sus enemigos políticos a través del Departamento de Justicia. También podrían entrar en la bolsa periodistas y el llamado “Estado profundo” (referencia para una presunta red de funcionarios públicos que operaría secretamente en contra del gobierno de turno). “Es un mandato para revertir completa y totalmente muchas traiciones”, advirtió este lunes.
“Eso sería realmente inaudito en la democracia norteamericana moderna. Pasó en otros países en los últimos años, pero en Estados Unidos nunca hemos visto una represalia política generalizada utilizando el gobierno para persecuciones a adversarios”, dijo Jewett.
Según el estudio de The New York Times/Ipsos, aunque la mayoría de los norteamericanos cree que Trump utilizará al gobierno para investigar y procesar a sus oponentes políticos, una gran mayoría no quiere que lo haga. Eso incluye a la mayoría de los republicanos. El 73% se opuso a la idea de que el flamante presidente presente cargos legales contra sus adversarios, con un 49% que dijo que lo rechazaba “con firmeza”.
El sondeo también reveló que Trump carecería de apoyo mayoritario para eliminar la garantía constitucional de ciudadanía para cualquier persona nacida en suelo estadounidense. Sin embargo, según The New York Times, “la encuesta cuenta la historia de un país que se está replegando sobre sí mismo, donde la gente está más alineada con la agenda ‘Estados Unidos Primero’ de Trump que durante su primer mandato”.
“Es un hombre que cree mucho en su propio poder, y llega en un momento en el que las instituciones en Estados Unidos y en Occidente sufren un gran desprestigio. Así que dependiendo de diversos factores, en especial el éxito de su plan económico, en una economía que ya está saludable, él realmente podría cambiar el equilibrio de poder entre las instituciones. Es una posibilidad”, señaló Winter.
Trump, el primer candidato republicano en ganar el voto popular desde 2004, llegó a su segundo mandato arropado por un fallo de la Corte Suprema que otorga inmunidad significativa a los presidentes por actos oficiales. La decisión, resultado directo del esfuerzo del magnate por desafiar su acusación federal por interferencia en las elecciones de 2020, es limitada, pero él seguramente le otorgará una visión expansiva de su significado legal. “Es un peligro muy real”, consideró Corey Brettschneider, profesor de ciencias políticas en la Universidad Brown, en Providence.
“El respeto de Trump a los límites institucionales siempre está en duda. Y los hombres con 78 años raramente cambian su esencia”, indicó Winter. “En el momento en que no consiga lo que quiere, se volverá a abrir una incógnita, con una persona que siempre se enorgulleció de su imprevisibilidad”, completó.