La memoria es un proceso de almacenamiento que está ideado para reclutar y almacenar la información. Basándose en esto, los científicos explicaron que no solo el cerebro incide en este mecanismo, sino que también existen otras células del cuerpo que tienen una injerencia directa.
En una investigación ideada por el neurocientífico Nikolay V. Kukushkin, se logró replicar uno de los principios de la formación de la memoria llamado “efecto espaciado”, en dos tipos de células no neuronales.
Estas células fueron expuestas a señales químicas que modificaron su accionar. Fue ahí donde los profesionales encontraron que podían “recordar” y responder de manera diferente a los estímulos que se aplicaban de manera intermitente.
Esto dio como resultado que la memoria no solo tiene un lugar en el cerebro, donde los impulsos, acciones y otros movimientos la estimulan, sino que también existen otras células alejadas de este lugar que contribuyen activamente al mecanismo.
Una de las conclusiones que sacó Kukushkin en un estudio publicado en la revista Nature, es que el aprendizaje “se distribuye en intervalos espaciados” en vez de concentrarse en “sesiones intensivas y prolongadas”
Por otra parte, el profesional indicó que las “células de tejido no neuronales” responden con mayor fuerza al captar las señales químicas de manera espaciada. De esta forma, la medicina tomó nota de un estudio revelador e impactante que busca comprender cómo funcionan estos “recuerdos celulares” para desarrollar terapias innovadoras relacionadas con el trastorno de la memoria.
Qué tipos de memoria existen y cuáles son sus finalidades
Enfocado en lo estrictamente cerebral, la memoria tiene diferentes fases que fueron reconocidas por la medicina. Cada una de ellas tiene una función específica que nos hará trabajar el cerebro de una manera particular y abocada a un objetivo.
Dentro del concepto existen tres tipos de memoria: inmediata, a corto plazo y a largo plazo. Cada una de ellas encierra una manera de actuar de acuerdo a los estímulos que se perciben.
- Memoria inmediata. Este proceso se denomina de esta forma al retener información a muy corto plazo. Entre los ejemplos más conocidos están: recordar un número telefónico o una dirección. Para ejercitarla, los especialistas recomiendan hacer pequeñas tareas diarias que impliquen recordar detalles recientes. Un ejercicio sencillo sería intentar recordar lo que se cenó la noche anterior o cuál fue la última película que se vio en un cine.
- Memoria a corto plazo. Este tipo de memoria puede durar de minutos hasta horas. Uno de los ejercicios para entrenarla es saber qué se hizo el último fin de semana o qué eventos significativos ocurrieron en los últimos días.
- Memoria a largo plazo. Este tipo de memoria requiere un mayor esfuerzo, pero termina significando clave para recordar hechos importantes de toda nuestra vida. Un buen ejercicio es intentar recordar fechas o nombres de personas o familiares que fueron relevantes en nuestra historia de vida, o desafiarse a nombrar diez actores o futbolistas actuales. Este procedimiento es vital debido a que este tipo de memoria precisa estar constantemente aceitada para cumplir su función.