Salar correctamente las comidas es un arte y una ciencia. Una pizca de más o de menos puede transformar un plato de delicioso a incomible. Todos los que cocinan cayeron alguna vez en ese error, especialmente en platos como los guisos, donde los sabores se intensifican con el tiempo. Pero no todo está perdido: los chefs tienen un truco infalible para corregir el exceso de sal sin comprometer el sabor ni la textura del plato.

El problema de salar mal un guiso va más allá de un simple error de cálculo. La cantidad de sal afecta directamente la percepción de los sabores: si hay poca, los ingredientes pueden parecer apagados y sin vida; si hay demasiada, el plato se vuelve difícil de comer. En preparaciones que requieren mucho tiempo en el fuego, como los guisos, el exceso de sal puede pasar desapercibido hasta el final, cuando corregirlo parece casi imposible.

Con el afán de solucionar este problema, surgieron diferentes métodos caseros que se transmitieron de generación en generación. Sin embargo, no todos funcionan como se cree. Por ejemplo, agregar una papa cruda al guiso es una creencia muy extendida, pero la realidad es que solo absorbe líquido y no tiene la capacidad de eliminar selectivamente la sal del caldo. Lo mismo ocurre con el pan o el arroz crudo: aunque absorben algo de líquido, la concentración de sal no cambia.

La cantidad de sal influye directamente en la percepción de los sabores: poca sal apaga los ingredientes y demasiada, hace que el plato sea difícil de disfrutar

Otra solución popular es agregar azúcar o alimentos dulces como zanahoria o miel, con la idea de “equilibrar” el exceso de sal. Sin embargo, esto no resuelve el problema, solo lo enmascara, lo que puede resultar en un guiso con un sabor raro o desbalanceado.

Si estos métodos no son realmente efectivos, ¿qué hacen los chefs cuando se enfrentan a un guiso demasiado salado? La respuesta es simple: diluir la sal con más líquido. Como la sal se disuelve en el caldo, la única forma de reducir su concentración es aumentar la cantidad de líquido en la preparación. Así lo afirma el sitio especializado The Kitchn.

Según el tipo de guiso, esto se logra al agregar agua, caldo sin sal o incluso leche, ya que los productos lácteos ayudan a suavizar la percepción de la salinidad en el paladar. Lo importante es incorporarlos de manera gradual y ajustar el resto de los ingredientes para que el guiso no pierda intensidad de sabor.

Los chefs solucionan este problema al añadir más líquido para reducir la concentración de sal

Cómo evitar salar en exceso desde el principio

Más allá de saber cómo corregir un guiso salado, lo ideal es prevenir el problema con una correcta dosificación de la sal. Para lograrlo, hay que tener en cuenta estas recomendaciones:

  • Salar en capas: agregar sal poco a poco durante la cocción permite un mejor control del sabor final.
  • Probar constantemente: no hay que esperar hasta el final para ajustar la sazón; degustar el guiso mientras se cocina permite hacer correcciones a tiempo.
  • Usar medidas de referencia: aunque cada preparación es diferente, según el portal gastronómico Fine Dining Lovers, las siguientes cantidades pueden servir de guía:

– Sopas y caldos: 1 cucharadita de sal por cada litro de líquido.

– Carnes: 2 cucharaditas de sal por cada 500 g de carne deshuesada.

– Pastas y arroces: 1 cucharada de sal por cada 2 litros de agua de cocción.

La evaporación concentra los sabores, por lo que es recomendable ajustar la sal en los últimos minutos

  • Considerar los ingredientes con sal propia: algunos productos, como quesos, aceitunas o embutidos, ya contienen sal, por lo que hay que ajustar la cantidad añadida al guiso.
  • Optar por sal gruesa en lugar de sal fina: la sal gruesa se disuelve más lentamente y permite un control más preciso de la sazón.
  • Corregir la sal al final en cocciones largas: en guisos y estofados, la evaporación concentra los sabores, por lo que es recomendable ajustar la sal en los últimos minutos.