La euforia de los miles de hinchas Racing que coparon la Plaza de la República para vitorear el paso del micro con los héroes de Asunción estuvo en consonancia con la vibrante y emotiva historia que arrastra el club Avellaneda. Nada fue casualidad en esa sutil postal de la espontaneidad diseminada por la avenida 9 Julio y la calle Corrientes. Grandes, chicos, señoras y chicas cantando y bailando. Soñando y queriendo ser parte de otro capítulo más en la historia del club. Bebiéndose la vida y pulverizando aquellos momentos de resignación y escepticismo que los invadió en 1999 cuando la síndica Liliana Ripoll esgrimió la inoportuna frase “Racing Asociación Civil ha dejado de existir”.

Racing se volvió carne en el cuerpo de Gustavo Costas, el director técnico hincha. Aquel que fue criticado por comulgar con la vieja escuela de entrenadores. Costas apeló al sentimiento, sin drones ni pizarras eléctricas. Besó cuanta estampita tuvo a su alcance. Les habló con el alma racinguista. El DT nunca dejó de sentirse uno más. La Academia es suya. Por eso se lo veía de acá para allá en el ómnibus, confundiéndose entre los más jóvenes, demostrando que el vigor nada tiene que ver con el calendario.

Había ansiedad en el Obelisco. “Ya llegaron”. “¿Arrancó el micro?”. “¿Se ve la Copa?”. Eran las preguntas más frecuentes en medio del calor porteño. Todo era celeste y blanco. Como el sábado a la noche. De algo puede jactarse Racing: llena estadios y convoca masivamente dos días consecutivos a su gente en el máximo monumento argentino.

Quizás los eufóricos festejos no se hubieran alargado tanto en las horas y todo hubiese sido diferente si los 36 años de espera para volver a lograr una copa internacional no hubiesen existido con el hermoso agregado del sufrimiento. Por eso esa justificada postal interminable de alegría, con los hinchas mirándose a los ojos, convocando al asombro, seduciendo a los pliegues que aún parecen no convencerse de lo que Costas y sus muchachos consiguieron con total justicia ante Cruzeiro, el mismo rival que Racing venció en la Supercopa de 1988 y perdió en la de 1992.

El fanatismo de los hinchas de Racing que esperaron al plantel campeón de la Copa Sudamericana, a flor de piel

En el momento exacto que asomó el micro por la 9 de Julio, pasadas las 19, estuvo gran parte de la justificación a tanta pasión y tanto amor por los colores. El grito de “dale campeón, dale campeón” armonizó la emoción y los fuegos artificiales transformaron la escenografía en un recuerdo perfecto mientras Agustín Almendra levantaba la Copa y se la ofrecía a su gente. Fueron más de 25 minutos de excitación plena, que sirvieron para terminar con la ansiedad de tantas horas de espera y comenzar una mini vuelta olímpica alrededor del Obelisco y poner rumbo final a Avellaneda. Fue un momento eterno que quedó retratado en todas las tecnologías posibles.

A nadie le importó el calor del cemento, bañarse en transpiración, llorar, abrazarse con desconocidos hasta la extenuación y gozar infinitamente del momento sublime de acompañar el micro descapotable con los jugadores a bordo. Fue pura bonhomía y pasión académica. Porque este título de Racing llega en un gran momento para el club, que desde el inicio del siglo XXI cambió el paradigma de derrotas para pasar a ganar títulos de distinto tipo, como el recordado de 2001 con Mostaza Merlo y los 2014 y 2019, además de dos definiciones ante Boca, con Fernando Gago de entrenador.

Allí quedó la fiesta, por más que muchos querían continuarla en el Cilindro de Avellaneda, destino final del micro de la alegría, aunque para dejar los jugadores con sus seres queridos, listos para partir a otro festejo íntimo y familiar.

Desde temprano, la Policía de la Ciudad dispuso de un operativo de prevención en el centro porteño con 400 efectivos, carros hidrantes y un helicóptero para evitar los incidentes que se habían vuelto una costumbre desagradable en las últimas celebraciones en ese lugar. Si bien, al principio la convocatoria fue modesta, pasadas las 17.15 horas, minutos después que el plantel arribara al aeropuerto de Ezeiza procedente de Paraguay, la cantidad fanáticos presente en el microcentro porteño se duplicó y obligó a prohibir la circulación de los vehículos sobre la populosa avenida 9 de Julio. Esto trajo aparejado algunas escaramuzas entre algunos hinchas borrachos que no pasaron a mayores.

El micro que trasladó a los jugadores de Racing tras la obtención de la Copa Sudamericana frente a Cruzeiro, en Asunción

Este Racing campeón de la Copa Sudamericana 2024 que esparció su fiesta por el mítico por el Obelisco no significa apenas la técnica cuenta de sumar su cuarto título internacional de su historia. Este Racing significa, sobre todo, volver a leer las páginas de un ayer dorado, pero también de una vida llena de sufrimiento. Ver esa multitud que le hizo frente a los 34° de calor a grito pelado abrió un cofre que desempolvó recuerdos mágicos y brillosos emparentados con la consagración “paso a paso” del Apertura 2001, donde se cortaron 35 años sin títulos locales. Con las dos canchas llenas (Amalfitani y el Cilindro y ahora la Olla de Asunción y el presidente Perón), sin revancha, sin odio, sin antinomia. Con el goce pleno de un merecido campeón.