En un estudio reciente, un equipo internacional de científicos, utilizando observaciones de satélites GRACE (Gravity Recovery and Climate Experiment) de la NASA, reveló que la cantidad total de agua dulce en la Tierra ha disminuido significativamente desde mayo de 2014 y ha permanecido baja desde entonces. La investigación, publicada en Surveys in Geophysics, sugiere que los continentes han entrado en una fase de sequía persistente.
Según informó EuropaPress, esta disminución equivale a 1.200 kilómetros cúbicos, lo que es aproximadamente “dos veces y media el volumen del lago Erie”, comentó Matthew Rodell, hidrólogo del Centro de Vuelos Espaciales Goddard de la NASA.
El informe destaca que las secuelas de fenómenos climáticos extremos, como el evento de El Niño entre 2014 y 2016, han alterado drásticamente las corrientes atmosféricas, reduciendo las precipitaciones en varias regiones clave del planeta, incluidas América del Sur, Europa, África y Oceanía. Esto ha llevado a una serie de sequías importantes que, junto con temperaturas oceánicas más cálidas, han exacerbado las reservas de agua dulce. Tal como indicó un informe de NASA News, “la pérdida alarmante”, detectada por estas observaciones satelitales, “evidencia cómo el cambio climático y las actividades humanas afectan a este recurso vital”.
Uno de los desafíos más críticos es la relación entre el calentamiento global y la capacidad de la atmósfera de retener más vapor de agua. Michael Bosilovich, meteorólogo del Centro Goddard de la NASA, explicó a EuropaPress: “El aumento de las temperaturas incrementa tanto la evaporación del agua de la superficie a la atmósfera como la capacidad de retención de agua de la atmósfera, lo que aumenta la frecuencia e intensidad de las condiciones de sequía”. Esto, a su vez, resulta en precipitaciones más extremas pero menos frecuentes. La incapacidad del suelo, cada vez más compacto, de absorber el agua de lluvia, agrava el problema.
El fenómeno no solo ha sido un tema de estudio en las ciencias climáticas; el impacto social es igualmente alarmante. Durante las sequías, junto con la expansión agrícola moderna, las ciudades y granjas dependen más de las aguas subterráneas en períodos sin precipitación. ONU Water ha advertido que esto ejerce presión sobre los agricultores y comunidades, aumentando la pobreza, el riesgo de enfermedades y conflictos cuando las personas recurren a fuentes de agua contaminadas. Según su informe de 2024, “el acceso equitativo a los recursos hídricos y servicios de abastecimiento seguros son esenciales para garantizar la paz y prosperidad para todos”.
Adicionalmente, la sobreexplotación de las aguas subterráneas está detrás de la crisis hídrica actual. Susanna Werth, hidróloga de Virginia Tech, compartió: “Aunque hay razones para sospechar que la caída abrupta del agua dulce se debe en gran medida al calentamiento global, es complicado vincular definitivamente ambos factores debido a las incertidumbres en las predicciones climáticas. Las mediciones y los modelos siempre tienen errores”, señaló.
En perspectiva, los datos del satélite GRACE de origen alemán y sucesores como el GRACE-FO desde 2018, son cruciales para monitorear esta progresión preocupante. Desde su lanzamiento, estas tecnologías han registrado que 13 de las 30 peores sequías se han producido desde enero de 2015. Este seguimiento satelital ha permitido a los expertos de la NASA alertar sobre la gravedad de la situación.
En ese sentido, Rodell afirmó que, dado que los “nueve años más cálidos de la historia moderna de la temperatura coincidieron con el abrupto descenso del agua fresca”, no creen que esto sea simplemente “una coincidencia” y lo señalan como “un presagio de lo que está por venir”.
El futuro de la disponibilidad de agua dulce aún es incierto. Los científicos consideran que el agua podría recuperarse, mantenerse estable, o continuar descendiendo en los próximos años. Esta incertidumbre subraya la necesidad de medidas de manejo sostenible del agua y estrategias a largo plazo para mitigar los efectos del cambio climático. La disponibilidad de este recurso vital será crucial para enfrentar los desafíos ambientales y sociales del futuro, asegurando estabilidad y calidad de vida para las comunidades de todo el mundo.