“Es como un traje hecho a medida, no se va a repetir tal cual”, dice a LA NACION Celina Eceiza, artista nacida en Tandil en 1988 y criada en Mar del Plata. En esa ciudad balnearia comenzó a coser para hacer su propia ropa, porque no le gustaba la que vendían. El resultado de ese aprendizaje está a la vista en el Moderno: Ofrenda, su primera muestra individual en un museo argentino ocupa 460m2 en la misma sala que alojó hasta marzo último Pupila, de Eduardo Basualdo. Al igual que aquella, esta también sorprende por la intervención del espacio, ahora “ablandado” por sus creaciones textiles.

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Incluso son de tela las obras colgadas en el pasillo de ingreso, de color amarillo: recreaciones de pinturas que pertenecen al acervo institucional, de autores admirados por ella como Nicolás García Uriburu, Alfredo Londaibere, Alberto Heredia, Yente y Juan Del Prete. “Me vinculo con la colección como una fan, desde lo afectivo. Sus espíritus están rondando la sala”, agrega la artista, que reconoce además la influencia de Marina De Caro en su trabajo.

Celina Eceiza en el Moderno

También se lo podría relacionar con los bordados de Feliciano Centurión, otro de los pioneros de esta tendencia, en la cual también se inscribe la joven Dana Ferrari: en la última edición de arteba cubrió todo el stand de la galería Grasa con telas pintadas por ella, sobre la cual colgaban otras pinturas suyas. Como se verá más adelante, incluso un artista experto en intervenciones urbanas presenta ahora su versión de una “ciudad blanda”, más amigable. Alejadas de la tecnología y de los estímulos lumínicos, estas experiencias inmersivas invitan a detenerse y conectar con las obras a través del tacto.

Incluso son de tela las obras colgadas en el pasillo de ingreso: recreaciones de pinturas que pertenecen al acervo institucional

“Lo primero que hacen cuando nacemos es cubrirnos de tela, para protegernos. Entonces me parece que estos materiales también proponen una familiaridad y un contacto más cercano con los espacios”, observa Eceiza. Concretar su idea le demandó dos años de producción en el taller, más dos meses de costura a mano en sala junto a una docena de personas.

Junto a una docena de colaboradores, Eceiza logró transformar el llamado

De esa manera, transformaron el llamado “cubo blanco” que según ella propone “una forma específica en que los cuerpos se mueven, contemplan”. “Lo que me interesa con las arquitecturas blandas –aclara- es proponer formas de ver que muchas veces están subestimadas, como puede ser el descanso, lo ocioso. Muchas de mis obras se ven en posición recostada, de relajación”.

Como sugiere el título de su muestra, el vínculo con el espacio es recíproco. “Ofrenda propone una manera de habitar el espacio como si la arquitectura fuera un cuerpo que respira espasmódicamente, se agita y cambia de estado en el pasaje de un ambiente a otro –observa su curadora Jimena Ferreiro-. La rigidez edilicia se desarma en la experiencia de vestir las paredes, materializada en miles de metros cuadrados de lienzo unidos a través de la acción colectiva y atemporal de coser, hasta conformar una única superficie suave y sensible a cualquier variación”.

Para aprovechar al máximo esta manera de acercarse al arte, el museo de San Telmo organizó una serie de “juegos yóguicos”: una actividad gratuita para todo público a cargo de la artista Isolda Núñez Portillo, con cuatro fechas matutinas durante febrero, que permitirá “conectar el cuerpo y la mente” a través de posturas y ejercicios de respiración.

En la galería Quimera, la muestra

Mientras tanto, en Palermo, una urbe subterránea volverá a cobrar vida a partir del martes. Inaugurada en la galería Quimera a fin de noviembre, la muestra SoftCity de Jorge Pomar reabrirá tras una pausa veraniega para invitar a perderse en un laberinto de paredes tapizadas y ladrillos recubiertos con alfombras.

Una de las ideas de Pomar fue

“La idea de la ciudad blanda viene por el hecho de trabajar en ese lugar de tensión entre lo duro y lo blando, entre lo hostil y lo suave. También traer un poco de la ciudad, del afuera, hacia un espacio cerrado, hacia un espacio privado de exhibición”, explicó a LA NACION Pomar, que realizó monumentales pinturas a cielo abierto en ciudades de América Latina, Europa y Asia.

“Generalmente hay una idea de que la ciudad es un lugar de paso, que salís de un punto A y llegás a un punto B, y lo que pasa en el medio poco importa –agregó-. Para mí, la ciudad es un punto en sí mismo. Y es un espacio que construimos entre todos, en comunidad”.

El artista pintó de negro un gran segmento de su intrincado recorrido, de modo que incluya también los testimonios de quienes pasen por ahí

Por ese motivo, el artista pintó de negro un gran segmento de su intrincado recorrido, de modo que incluya también los testimonios de quienes pasen por ahí. “Elegí bien tus miedos”, escribió alguien con tiza adentro de un corazón. Y un poco más allá, un mensaje de esperanza: “Del otro lado del muro está la luz”.

Uno de los mensajes dejados por el público en Quimera

Para agendar:

  • Ofrenda de Celina Eceiza, hasta marzo en el Moderno (Avenida San Juan 350). Los juegos yóguicos se realizarán el jueves 6, viernes 7, miércoles 12 y viernes 14 de febrero, a las 10.30, gratis con inscripción previa.
  • SoftCity de Jorge Pomar en la galería Quimera (Güemes 4474), hasta el 4 de abril. Entrada gratis.