Este viernes, a los 92 años, murió en la ciudad de Buenos Aires el sociólogo, investigador y profesor Mario Margulis. Había nacido en Buenos Aires el 4 de septiembre de 1932. Se licenció en Sociología en 1973, en la Universidad de Buenos Aires (UBA), y con los años se convertiría en el primer decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA (creada en 1988), de 1988 a 1990, durante la reapertura democrática. En el exilio, de 1976 a 1986, se había desempeñado como profesor e investigador en el Centro de Estudios Económicos y Demográficos (actualmente, Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales) de El Colegio de México. Sus restos fueron despedidos el sábado en el Aula 3 de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en Santiago del Estero 1029.

Margulis fue investigador del Instituto Gino Germani y profesor titular de la cátedra de Sociología de la Cultura, en la que se formaron referentes de la sociología, como Marcelo Urresti, Sofía Cecconi, Hugo Lewin, Juliana Marcús, Maricel Rodríguez Blanco, Lucía Wang y Carlos Belvedere, entre muchos otros. Profundizó en “objetos de investigación” hasta entonces poco considerados por la academia en el país, como la juventud, la discriminación social, la sexualidad y el papel identitario de los consumos culturales. Docentes, investigadores, intelectuales y periodistas Carlos Campolongo, Esther Díaz, Juan Di Loreto, Eugenia Zicavo y Andrea Matallana lo despidieron en redes sociales.

“Le estoy muy agradecido -dice el sociólogo y escritor Ernesto Meccia a LA NACION-. Fue generoso conmigo cuando casi nadie lo era por los temas que yo trataba [las minorías sexuales] y el modo en que lo hacía. Durante los años 90 y los primeros 2000 fue el gran referente de los estudios sociales de la juventud en la UBA”.

Mario Margulis, que no creía en las trascendencias post mórtem, ha trascendido en la forma más intensa que lo puede hacer un profesor apasionado no solo por su especialidad, sino también por su solidaridad, la profundidad de sus enseñanzas y la predisposición a investigar sobre temas que pudieran llevarnos a un mundo mejor -dice a este diario la filósofa Esther Díaz-. Me considero su discípula; cursé con él seminarios de posgrado, y tuve la suerte de ser su amiga. No olvidaré aquellas tardecitas en las que volábamos con el pensamiento bajo los pinos de Villa Gesell, mientras su amorosa mujer nos convidaba con exquisiteces. Hoy, esa escena se hizo eterna”.

Estuvo a cargo de las compilaciones La cultura de la noche. La vida nocturna de los jóvenes en Buenos Aires, Juventud, cultura y sexualidad, La segregación negada. Cultura y discriminación social e Intervenir en la cultura: más allá de las políticas culturales (con Marcelo Urresti), Las tramas del presente desde la perspectiva de la sociología de la cultura y La juventud es más que una palabra (con Claudia Ariovich). En 2010, publicó Sociología de la cultura. Conceptos y problemas.

Mario Margulis con un ejemplar de

Quienes lo acompañaron en la cátedra de Sociología de la Cultura de la UBA difundieron una despedida donde se lo define como “un fundador en el pleno sentido del término”.

“En la segunda mitad de los años 60, con poco más de treinta años, sorprendió al entonces pequeño mundo de las ciencias sociales con un libro precursor: hecho a pulmón, sin subsidios, con una vocación aventurera por los caminos de La Rioja, da a luz Migración y marginalidad, un libro que se convertiría prontamente en éxito editorial, con múltiples reimpresiones -se lee al inicio-. En ese texto aborda la problemática de las migraciones internas sumando la perspectiva de los actores y el rol que cumple la estructuración de las motivaciones. Comienza a desentrañar allí un tema que acompañaría sus investigaciones desde entonces: la precaria integración de importantes segmentos de la sociedad, en especial los migrantes, los provincianos mestizos, objeto de sistemático prejuicio y desvalorización, expulsados a una marginalidad difícil de superar. En esos años, Mario Margulis está embarcado en otro proyecto innovador: el desarrollo de una sociología de la cultura. En ese momento en la Argentina no hay antecedentes de una campo de estudios semejante. […] Esa tarea la desarrolla fundamentalmente en las aulas, en proyectos de investigación colectivos y en algunas publicaciones breves, que se vieron interrumpidas por los acontecimientos históricos de los primeros setenta”. […]

Tras su exilio en México, Margulis volvió al país y, a pedido de los distintos claustros, fue nombrado delegado del Rectorado para normalizar la Carrera de Sociología, “una carrera que había sido sistemáticamente atacada por la dictadura militar, empobrecida en sus contenidos, envejecida en sus enfoques, convertida en una auxiliar menor de la justicia penal”, apunta el comunicado de la UBA. “El impulso precursor de Mario Margulis sembró el terreno para expandir las ciencias sociales en la Universidad de Buenos Aires, con su compromiso particular y su modo específico de construir y transmitir conocimiento”. En su tarea, unió la docencia a la investigación.

“Mario Margulis entendía la escritura de un modo transitivo y humilde -destaca el comunicado institucional-. Escribir era una tarea que no debía perder el objetivo de acercar las ideas a los lectores. La claridad en la formulación, la llegada al otro, el diálogo abierto debían ser prioritarios frente a la distinción, el efectismo retórico o el elitismo. La tarea de la escritura consistía para él en ampliar auditorios y facilitar la llegada a los lectores, algo que cualquiera que conozca sus textos podrá atestiguar. Esa vocación se manifestaba también en las aulas, de grado, de posgrado, en las salas de conferencias, en las reuniones públicas”.

Y concluye: “Mario Margulis ha vivido una larga y productiva vida, con un legado amplio y tangible de obras y realizaciones, con discípulos y seguidores de distintas generaciones, y por sobre todo, con una familia siempre presente en el amor y el acompañamiento. Su reciente partida nos deja tristes ante ese vacío que no podrá ser llenado. Quienes estuvimos cerca de él lo recordaremos con su sencillez, su enorme empeño para encarar tareas, su inteligencia teórica y práctica, lo que se elevó con el tiempo a verdadera sabiduría, su templanza para afrontar las dificultades de la vida y su inagotable humor, siempre presente en sus palabras, en sus gestos, en su cálida sonrisa”.