Su lip sync es perfecto al escuchar el textual que cito en el inicio de esta charla: “Hay una grieta en todo, así es como entra la luz”. Y no es solo por tratarse de un pasaje de Anthem, canción de su tan venerado Leonard Cohen (1934-2016), sino porque ha sido, además, frase presente e inspiradora durante “el año, los cinco meses y los nueve días” en que ha permanecido “limpia de todo”. Chloe Bello (37) está de regreso. A la ciudad de la que alguna vez decidió “desaparecer”. A las arenas profesionales en las que resultó un tanto “irresponsable”. Al timón de una vida con la que alguna vez se pasó pilla y se las cobró. Y en este encuentro celebraremos su presente, desandando y entendiendo el camino que la trajo, sin dejar de mirar hacia adelante ni olvidando jamás que “el éxito no es más que sentirse en paz”.

Chloe Bello exhibe el llavero del grupo terapéutico anónimo que reza “limpia y serena por un año”, conseguido el pasado primero de enero

Admite haber transcurrido por ahí, “envidiando a la gente que tenía salud mental o una vida más o menos lineal”. Pero hoy, y a fin de cuentas de “la que me tocó” –como señala en términos del destino– “creo que debía atravesar el dolor y la más profunda de las oscuridades para sentir de qué va la felicidad, el agradecimiento genuino y cuánto vale todo eso realmente”. Es así que Chloe concluye ser “una bendecida”. El primer día del pasado enero, recibió una insignia con la leyenda “Limpia y serena por un año”. Y ella eligió leer ese reconocimiento, por parte de su grupo anónimo y terapéutico, como “el mejor regalo que me di en la vida”. Se refiere a la determinación de la que se jacta orgullosa. “Yo me propuse cortar con sustancias que me estaban lastimando y que lo habían hecho durante muchísimos años. Y fue increíble porque se trató de lo único, en mi historia, que creí no tendría las fuerzas necesarias para revertir por motus propio, sin terceros, ni sitios de internación, ni pedidos de la ley”, cuenta respecto de su adicción a las drogas. “Esta es una enfermedad que, por lo general, plantea tres salidas: la cárcel, los hospitales o la muerte. Yo estuve muy cerca de alguna de ellas, pero sobreviví para encontrar otra forma de vida que, que desde hacía mucho tiempo, ya no veía posible”.

Chloe Bello adolescente, en sus comienzos como modeloChloe Bello, hoy figura de la agencia ChekkaChloe Bello en A Solas

Comenzó “por diversión y sin medir las consecuencias”, con la típica irreflexión de la adolescencia y la desventaja que supuso, a la postre, el hecho de que “ya a los quince pareciera de veinte”. Así fue que las puertas de “lugares inadecuados” se abrieran a su paso entre “hombres que no eran, para nada, a quienes debía tener alrededor”. Todo se trató de “malas influencias”, define. “Recuerdo y pienso: ¿Hoy, con treinta y siete, le daría drogas a un chiquita de dieciocho? Jamás se me cruzaría por la cabeza. A mí me tocó”, dice referenciado a una suerte de “pasos agigantados, trabajo exhaustivo, demasiada vida social y muchas cosas al alcance de la mano”. Apenas había cumplido la mayoría de edad cuando se enamoró de alguien que consumía cocaína y entonces “fuimos convirtiéndonos en algo así como Sid (Vicious) y Nancy (Spungen). Todo se hizo un gran descontrol”, apunta. No sin la siguiente salvedad: “Pero aun así éramos dos buenas personas, porque suele asociarse al adicto con lo malvado, lo peligroso y lo delictivo. Y no. La mayoría de los que conozco son tan sensibles que justamente ese es problema: No pueden con tanta sensibilidad”.

Chloe Bello (37) –nacida el 30 de julio de 1987– en brazos de su madre, la ex modelo Nora Portela (66)Chloe Bello, 1990Chloe Bello y su madre, Norta PortelaChloe Bello a sus trece añosChloe Bello y su hermana ThaisChloe Bello y su hermana ThaisChloe Bello, con cuatro años, musa de Federico Klemm y protagonista de “La niña dorada”, obra del artista plásticoChloe Bello y su padre, el empresario y ex modelo Marcelo Bello

Mamá, que no hablaba en vano, oficiaría de agorera. Nora Portela (66), quien supo entrar en el top chart de las modelos de los años setenta, fue reacia al inicio precoz de la carrera de Chloe. Al menos, claro, hasta finalizado el secundario. “Tenía mucho miedo de verme así de chiquita en ese ambiente de tanta presión y expuesta a flagelos como la anorexia y las drogas, entre otros tantos. Aunque, hoy en día, nada tiene que ver con un ‘ambiente’ en particular”, señala. Pero la mira obstinada de los diseñadores ya estaba puesta en esa chica de dieciséis años que, desde los catorce, ya medía un metro setenta. Casi con la misma fascinación con la que Federico Klemm (1942-2002) –amigo de Ricardo Kleiman, su padrino– la había inmortalizado en su obra La niña dorada siendo Chloe una pequeña de cuatro años. “Y entonces vislumbré por ahí una beta laboral que me entusiasmaba”, recuerda. Fue así que “la chiquita salvaje e imparable de manera autodestructiva” que devino en rebelde durante “la era punk contra el sistema”, tal vez como escape a la etiqueta de “la linda” o “al pack de la supuesta perfección” que no dejaba foco al azar, ya era económicamente independiente con tan solo diecisiete. “Para mí, todos los días debían ser una gran fiesta. Tenía mi casa, mi auto, mis vuelos… Nada normal. Y eso fue como pisar a fondo el acelerador”.

Chloe Bello sobre la pasarela de ArmaniChloe Bello elegida por ArmaniChloe Bello, musa de Gilbert François para el portfolio “Supernatural”Chloe Bello en la portada de “Sex & cigaretttes” by Daniela Midenge

Y un envión la llevó hasta “la crème de la crème” parisina. Con diecisiete, “un novio” compañero, y agallas de sobra, Chloe se alistó en las mejores agencias. Conoció a John Galliano (64), se relacionó con Jean-Paul Gaultier (73), hizo amistad con Giorgio Armani (90) –“el único caballero con tiempo para saludar a sus modelos”– y discrepó hasta la renuncia con otros tantos que pretendían que pesara menos de cincuenta y cinco kilos si soñaba subirse a sus pasarelas. “Jamás pacté con el medio. No cedí a nada de lo que no estuviera realmente convencida. Y mi madre, con sus límites muy claros y a través de un teléfono, fue guiando y avalando esas decisiones. Yo sé muy bien que mi éxito en el mundo de la moda pudo haber sido mayor”, concluye desde este lado de la vida y no solo refiriéndose a su intransigencia profesional sino también a esos tantos “impases” vinculados a los temas que en esta charla nos ocupan.

Chloe Bello en escenas de back

Jamás se cansará de mencionar a Gustavo Cerati (1959-2014), pero está decidida a dejar atrás el rol de la viuda eterna porque hoy, y finalmente, sus recuerdos se enmarcan “en la alegría”. De todos modos, se hace imposible tratar la lucha con sus demonios sin abrir el capítulo que partió su historia en dos. Porque la muerte de Gustavo fue para Chloe un claro y contundente ‘antes y después’. Ni su carrera, ni su salud, ni todo lo que creyó haber sabido del amor, fue lo mismo. “Sé muy bien que soy una persona adicta. Y que todo puede resultar una gran mecha que enciende fácil”, explica Bello. “Pero ese hecho detonó la autodestrucción como ningún otro. Nunca había experimentado una sensación de pérdida tan inmensa y, principalmente, de alguien tan crucial. El dolor era demasiado grande como para poder soportarlo”. Y es entonces que, a sus veintidós, desenfrenó aún más el consumo.

Chloe Bello y Gustavo Cerati, con quien compartió cinco “mágicos e intensos meses”

Habíamos logrado juntos algo muy mágico e hicimos todo a velocidad luz”, recuerda. Fue entonces que desde el 4 de septiembre de 2014, “me sentí un fantasma”. Convertida en foco de la opinión pública y de ciertos entornos que la tildaban de ‘mala influencia’ y hasta de “causante” de la desgracia, Chloe decidió “desaparecer”. Confinarse a una vida “nómada” que la alejase para siempre de “actitudes malévolas e insensatas” y de toda esa “violencia verbal que recibía en batallones”. Y no fue un suerte local. “Estaba toda Latinoamérica diciéndome guarangadas de un nivel aterrador”. Deduce que se trató de “gente que jamás pudo aceptar que alguien tan admirado por todos se haya equivocado tanto consigo mismo, con su salud. Entre ellos, varios que años después se acercaron para pedirme disculpas”, señala. La “locura colectiva y esa saña en los miles de inventos de profesionales serios y reconocidos de la comunicación”, llegaron al punto de “darme asco. Era la bajeza humana contra una chica atormentada”, evoca. “Con el tiempo entendí que, muchas veces, ante la hecho de aceptar la realidad, la primera reacción es echar culpas”. Al fin y al cabo, “cualquier recurso sería válido para que el ídolo no se les cayera”.

Chloe Bello y Gustavo Cerati planeaban casarse en Marruecos tras la fatídica gira del cantante que culminó en Venezuela

Le resultó “imposible”, según dice, “lutar” al “amor más inmenso” que alguna vez conoció. Al tiempo que Cerati sufría el accidente que lo dejaría en coma (y posteriormente en estado vegetativo) durante el Fuerza natural Tour por Venezuela, Chloe visitaba a una amiga en Amberes desde hacía un par de días, tras la inminente cita laboral en Londres. “Ni pude despedirme en aquel entones ni acompañarlo luego”, relata. “Había muchos frenos de parte de sus allegados. Mucha gente en medio que, creo yo, por miedo a ser ‘descubiertos’ decidieron indilgarle falsas responsabilidades a ‘la más nueva’”. Había marchado escuchando de su novio la frase: ‘No quiero alejarme de vos’. Y esa madrugada fatal en la que sonó el teléfono, desde el otro lado del océano alguien le dijo: ‘Gustavo pide por vos’. Lo demás ya es sabido. Al entrar, “me reconoció sin hablar”, relató Bello en su momento. Lo abrazó “en cucharita”, le tomó la mano y “sin hablar nos dijimos todo”. Ese 15 de mayo de 2010, “al irme de ahí sentí que él se alejaba de su cuerpo”. Nunca más dejaron que lo viera.

Chloe Bello y Gustavo Cerati, ella tenía 22 y él 50

Entonces decidió ‘autoexiliarse’, “por mi propia paz”, aduce. Lejos, “tan lejos como para no volver a escucharlo al encender el televisor o subirme a un taxi”, contó en charlas pasadas. “Todo, en los medios, se había convertido en un circo muy turbio, inmundo. Se suponía que, sufriendo como lo hacía, debía, además, tolerar semejante ignorancia. ¡Y fue demasiado para mí!”. Las versiones más perversas apuntaban a su influencia en el consumo de pastillas, incluyendo viagra. Del departamento que compartieron, donde todo había quedado tal cual como lo dejaron, había desaparecido su cámara de fotos con las últimas imágenes de los dos y ella solo rescató un buzo del cantante que aún conserva y que sigue oliendo cada tanto imaginándose un abrazo. Fue en Madrid, la ciudad de su primer refugio, donde se tatuaría ‘conscientia’ (del latín) en uno de sus brazos. “Pero tener conciencia quedaba solo en el anhelo”, recuerda.

El hecho la sumió en una profunda depresión. “Ya no podía remontar ninguna de mis actividades. Transitaba el momento de oro en mi profesión: viajes por el mundo, acumulaba desfiles y campañas en varios países… Y de repente, en un segundo: ¡Puf! Mi carrera se partió en dos”, recuerda. Dice haber tocado fondo recurrentemente, pero con “la relativa suerte” de tener recursos económicos suficientes para no terminar tirada por ahí. “Mi salud mental se había desmoronado al punto que tenían que acompañarme a los sets, porque no… No podía sola”, dice danto cuenta del apoyo recibido de un contexto familiar “temeroso de mi impredecibilidad”, que “hizo lo que pudo” resistiendo, muchas veces, “a la impotencia por mis reclamos o a la angustia de mis rechazos cuando me decían lo mal que estaba”, mecanismo típico del enfermo. Así se inició un camino de medicación, tratamientos con un equipo especialista en PTSD (Post-Traumatic Stress Disorder o Trastorno de Stress Postraumático) y algunas internaciones. “Yo necesitaba salir adelante. No quería estar tirada en una cama arruinando mi juventud, mi carrera, mi luz y el futuro que podría tener”. Y, por supuesto: “Todo se mezcló con la adicción en los intentos de encontrar (en la droga) el refugio ante tanto dolor. Ya no sabía qué hacer para no sentirlo. Pero el consumo trae más dolor aún. Entonces quedaba cada vez más atrapada en esa rueda infernal”.

Gustavo Cerati junto a Jack, el cachorro que acompañó a la parejaJack, el border collie de Gustavo Cerati y Chloe Bello, falleció a raíz de un ACV en abril de 2024Chloe Bello y su adorado Jack, fallecido a sus 14 años

Es así que habla de Jack, “un ser muy especial”. Se trata del perro que compartió con Cerati. Ese mismo que “tenía en la mirada algo tan diferente que me hacía creer que había quedado algo de Gustavo en él”, describe. Y el que corrió suerte similar al sufrir un ACV. Dato no menor para alguien “tan mística” como Chloe. “Yo lloraba temiendo que llegase el día en que Jack partiera. Ya en tratamiento de mi adicción, me decía a mí misma: ‘¿Cómo hago ahora para enfrentar este momento sin una copa que me ayude a calmar este dolor?Mi perro murió y no tuve necesidad de tomar nada de nada. Transité ese duelo horrible por la tristeza de perderlo a él y a eso último que me quedaba de Gustavo, con llanto y agua mineral. En definitiva, con salud”, destaca. “Aprendí que transitar el dolor ‘a pelo’, en estado puro, ayuda a trabajarlo mejor. Ese episodio me dio fuerzas para ese momento y para otros eventos recientes que me han tocado vivir. Porque mucha gente quiere verte caer… Cuando estás en el piso pueden manipularte mejor y abusar de ese sentimiento de culpa”, dispara. En fin, “¿Sabés qué? Hoy puedo atravesar lo que sea, limpia. Me hace bien saber que cuento con una fortaleza que ni yo conocía. Y no se trata de ser un superhéroe, no. Es algo que puede lograr cualquier persona que se decida a hacerlo. La voluntad es clave”.

Fueron cinco “intensísimos” meses en los que solo quedó pendiente una boda en Marruecos tras la gira fatal en Venezuela. “De hecho todavía tengo el vestido colgado en casa”, revela respecto del diseño guardado como reliquia. Sin duda alguna, Gustavo fue “lo más lindo que me ha pasado en la vida”. Tanto que “aún sigo viéndolo en sueños y recibiendo sus mensajes”. Como en el último fin de semana, “en el que durante una siesta volví a charlar con él. Y todas, siempre, son charlas de alegría”, señala Bello tras “quince años de tanto proceso”. Porque, como asegura, “uno debe ir encontrando otros sentidos, resignificar mucho de lo que nos pasa para no quedar instalados en el sufrimiento de por vida”. Y claro que no podemos continuar sin saber, al menos, algo de ese último reencuentro onírico. “Yo le decía: ‘Te extraño… Dale, volvé’ Como suelo hacerlo en esas conversaciones muy sueltas. Y él, con su voz tan importante, me respondía: ‘Pará, flaca. Aguantá un rato’. Y me mostraba no sé qué cosa…”, relata quien confensó (alguna vez) haber encontrado “mi hogar” en el astro popular.

Chloe Bello y Gustavo Cerati

Sonríe al recordar “cuando lo filmaba y me cantaba Vitaminas muy cerca de la lente de la cámara”. Cree en “las energías” y está convencida de que existen “mundos paralelos” y que “quienes se van no se van del todo y nos visitan entre sueños”. En el programa (de Narcóticos Anónimos) “buscamos un poder superior, que no necesariamente tiene que ver con algo religioso. En mi elección, fui por el lado del Cosmos, del Universo, de la naturaleza. Pero también lo agregué a Gustavo. Porque cuando estoy frente a una situación de duda, de angustia o de temor, lo invoco para encontrar las fuerzas de superación. Yo sé que él me cuida. Y me quedo con esa parte de lo vivido para que no todo se lea como pérdida o tristeza. Porque para mí, su paso fue amor y romance, pero para el mundo un gran legado musical”, refiere antes de confesar que “jamás pude volver a escuchar sus canciones”. Ni siquiera Trátame suavemente, la que los unió y se instaló como propia de ese vínculo que comenzaba a vislumbrarse en uno de los cientos de intentos de conquista durante las veladas esteñas de Alan Faena (61), largos meses antes del primer beso “en el que todo se detuvo” en la platea ‘gallina’ de Coldplay. Aquella vez, Bello, sin tener demasiada idea respecto de quién la cortejaba con su guitarra, pidió “ese tema tan conocido de una banda de los ‘80”. A lo que Cerati, iniciando los acordes, respondió con humor: “Pero la puta madre… ¡Justo la única que no escribí yo!”

Tan inconmensurable fue su compañía que solo alguna vez más creyó haber estado enamorada. La comparación será ineludible. “Porque… ¿Cómo hubiese terminado mi historia con Gustavo? No hubo tiempo de saberlo… Lo que más quería no se diluyó, sino que me fue quitado. Entonces: ¿Quién más podría, si quiera, igualar tanta fascinación? Fue y es difícil volver a tener relaciones”, reflexiona. Chloe viene de un tiempo de soledad “muy elegida” tras otro de pareja y enorme desilusión. No está dispuesta al detalle, pero deja entrever el escape de una “pareja tóxica” y el daño típico que hace “un hombre narcisista”. Ítems que la instruyeron en el arte de “saber ver las red flags“ para evitar “lo traumático” que resulta luego “desprenderse de todo eso”. Conclusiones del envión espiritual que hoy transita consigo misma como “prioridad absoluta”. Sin duda, la base para el camino que se abrió en el terreno afectivo. Bello dice estar “conociendo a alguien”. Y, esta vez, se trata de “un hombre realmente hombre”. Un rubro “al que no estaba acostumbrada en los últimos meses” y con quien vuelve a disfrutar tanto que ya no importa demasiado si cruza la barrera de noviazgo o aflora en “una linda y sana amistad”.

Dice que siempre fue “noviera” y “romántica” por demás. Pero recuerda la constante insatisfacción de los veinte en la que faltaba criterio para “saber elegir”. Fue una edad en la que “el éxito dependía del afuera”, gobernado por “el tener”. Claro que fue amada. Y por supuesto que amó con intensidad. A veces tanto, que “arañaba amor de donde no había”, declaró. Pero fue una era en la que Chloe “no tenía paz” y “dependía de la mirada de quien tuviese al lado”. De algún u otro modo, “buscaba su validación”. Un pasado como de otra vida para su presente. Porque, indefectiblemente, “en el momento en que empecé a brillar nuevamente, todo alrededor vuelve a ser luz y ya no hay lugar para la gente incorrecta”, asegura. “Cuando lográs sacudirte la porquería, la vida se equilibra. Siempre se equilibra”. Y esta lección se desprende de lo que contará a continuación.

Chloe Bello y Milton Kremer, publicista y director audiovisual, su última pareja

Al tiempo que Chloe celebraba su primer año de sobriedad, recibía la notificación de una denuncia en su contra. Su ex, el publicista y director audiovisual Milton Kremer, aducía ser víctima de la violencia física de Bello, por lo que habría recibido un botón antipánico de parte de la Justicia. “Nada de eso sucedió jamás”, afirma hoy, todavía “sorprendida de lo bajo y miserable que la gente puede llegar a ser”. No entiende cómo “a esta persona no le da vergüenza haber mentido e intentar perjudicarme del modo en el que lo hizo y tan ordinariamente que hasta llegó a la televisión con esa payasada”. ¿El móvil? “Despecho, por supuesto”, responde Chloe sin titubeos. Resabio de “un ego demasiado herido” al haber sido ella quien tomara la decisión de dar por terminada la relación de casi tres años. Y, sin obviar, “alguna cuota de problemas mentales”, dispara sin pretender “entrar en esa”. La causa sigue en manos de sus abogados y la indignación de Chloe se dispara en pos de “todos esos verdaderos casos de violencia de género que existen en el país” y, desde luego, del sagrado anonimato que propone y garantiza Narcóticos Anónimos para cada uno de los concurrentes. “Con todo esto consiguió sacar a la luz mi participación y la identidad de mi madrina. Hasta ese límite cruzó”, declara. “Realmente me da pena y solo deseo que encuentre la paz y el presente luminoso al que yo logré llegar”.

De regreso a lo que nos ocupa, Chloe da cuenta de viejas e intermitentes internaciones “forzadas” en tiempos en los que, dice: “Mi vida corría peligro”. Esta vez, convencida y finalmente decidida, buscó ayuda. “La persona con la que compartía mi vida (su ex), ya había comenzado en estos grupos y me los recomendó. Yo lo seguí con mucha fuerza y valentía. Porque valentía no es la ausencia de miedo, sino la entereza para atravesarlo con la intención de seguir adelante. Y te aseguro que yo estaba sumamente aterrada. No veía cerca ni posible una puerta de salida a mis adicciones. Porque el adicto no puede parar… ¡Realmente no puede parar! Y no se trata de una falla moral, sino de estar inmerso en lo que realmente es: una enfermedad”, explica. “Así me largué, dando el primer paso que es reconocer que tenemos un problema. Por eso no voy a cansarme de repetir: ‘¡Hablen! Pidan ayuda. Dejen a un lado el miedo y la vergüenza. ¡Pidan ayuda! De eso no se sale solo. Y créanme que nos espera una buena vida”.

A Solas con Chloe Bello

Finalmente, “y después de mucho tiempo de no concebir ni siquiera una semana sin consumir”, Bello cumplió un año “limpia de todo”. Hoy, orgullosa de sí misma como nunca antes, valora y agradece la guía de su madrina en el grupo, “alguien con mucho más tiempo de sobriedad que nosotros que oficia de ángel guardián que nos rescata de las confusiones, los bajones y las angustias típicas en los comienzos del largo proceso”. Fue entre pares –“de distintas procedencias, idiosincrasia y estilos de vida, porque la adicción no discrimina”– que Chloe encontró otro nivel de conexiones, “que nada tenían que ver con las charlas que pueden entablarse con un profesional de la salud que sabe mucho de libros pero nunca fue adicto”. Ahí, en medio de tantos testimonios, “escuchaba mi propia historia, lo que despierta en todos una mayor compasión, una mayor empatía y un corrimiento del ego tan fuerte en quienes sufren adicciones. Porque muchos, centrados en ‘mi problema’, se olvidan del alrededor”. Entonces aprendió que ‘adicción’ es ‘lo no dicho’ y que el flagelo nace de un dolor de camino a conocerse mejor.

Describe el proceso como “ponerse de pie y aprender a caminar otra vez”. La socialización se hace un ejercicio y “todo va encajando en la perspectiva correcta de la vida”, enlista Chloe. Lleva su llavero en la cartera y a donde quiera que vaya. A diferencia del naranja, que corresponde a los treinta días de sobriedad, o al verde, que evoca los sesenta, el suyo es fluorencente: “Para que el logro se haga presente hasta en la oscuridad”, suelta dándole significancia personal. Y ante la mínima sensación de miedo, angustia o adversidad, Bello lo sujeta con fuerza para recordar qué “gran triunfo” que representa el poder de su voluntad.

Chloe Bello de visita en casa del gran cineasta David Lynch, en Los Angeles, de quien aprendió la práctica de la Meditación Trascendental en el contexto de su fundación

Reconectó con ella, con lo que quiere ser y hacer. Tenía veintiocho cuando decidió jubilar a la modelo. No obstante, “sigo siendo convocada y teniendo experiencias maravillosas con mi primera profesión”, advierte la reciente protagonista de, al menos, seis campañas de las firmas de moda más reconocidas. Pero en sus viajes por el mundo (durante dos años ininterrumpidos), y especialmente en Asia, descubrió que es posible “otro tipo de vida”, lejos del pavimento, las urbes y el ritmo desenfrenado, “todo eso que hoy me cuesta tanto”. Practica Meditación Trascendental –“durante veinte minutos por las mañanas y otros veinte por la noche”– técnica ancestral que implica la inmersión en el propio interior para experimentar la fuente de la conciencia, fundamental para estimular la creatividad, la felicidad y la paz consigo mismo. Y que Bello aprendió en Los Angeles (California, Estados Unidos) siguiendo indicaciones del prolífero y multifacético David Lynch (1946-2025) en aulas de su fundación.

Chloe Bello atendiendo las indicaciones del director Leonardo Damario para “Resentimental” (2016)Chloe Bello y el reconocido Abel Ferrara, director y guionista estadounidense, quien la dirigió en uno de sus cortometrajesChloe Bello y John Cusack en “We are not animals” (2013), de Alejandro Agresti con guión del actor Chloe Bello participó de “Dos 20” (TV Pública, 2022) junto a Jorge Marrale y Alberto Fernández de RozasChloe Bello junto al director Oliver Stone, su “casi tío”, según lo defineOliver Stone estuvo a punto de dirigir a Chloe Bello en un film autobiográfico que nunca vio la luz. Ella sería una de las novias del director

Pero la mira de sus aspiraciones está puesta en “mi pasión de toda la vida”, como llama a la actuación. La alumna del exigente Stella Adler Studio of Acting, en su sede angelina, y de Alan Gordon, en New York, que llegó a trabajar bajo la dirección de Abel Ferrara (73) en un cortometraje, participó en el film We are not animals (de Alejandro Agresti, 2013) con guión de John Cusack (59) –“con quién compartí escenas y pegué buena onda”–, en Resentimental (2016, de Leonardo Damario), en la serie Limbo, hasta que lo decida (de Mariano Cohn y Gastón Duprat / Disney 2022) –para la que debió a hablar en ruso–, en un episodio de Dos 20 (TV Pública, 2022) y como Javiera en Buenos chicos (PolKa, 2023). Sin mencionar su entrañable vínculo con Oliver Stone (78) –a quien considera “casi un tío”– gestado mientras trabajaban juntos el rol que ella tendría en “el peliculón” que jamás vio la luz y que sería “una especie de autobiografía” en la que Chloe interpretaría a una de sus novias. Hoy, la figura de la agencia Chekka se alista para retomar el rol de directora en el documental que inició tiempo atrás en Bali y Tailandia, y que surgió a partir “de una de las mayores atrocidad que me tocó presenciar alguna vez”.

Chloe Bello en Bali, durante el rodaje de su documental en el entorno de un colegio público en el que se imparte educación animalChloe Bello en la Phuket Elephant Nature Reserve, en TailandiaChloe Bello en Bali (Indonesia) en reunión con uno de los gurús más importantes de la región en el contexto de su documental sobre maltrato animalChloe Bello en Rwanda, invitada por el presidente Paul Kagame, al evento anual de bautismo a los gorilas salvajes en extinción (2023)Terribles imágenes captadas por Chloe Bello sobre la trata de perros y gatos destinada al consumo gastronómico que incluye torturas en pos de maximizar la calidad de la carneOtra de las repudiables imágenes captadas por Chloe Bello sobre la trata de perros y gatos en Asia, destinada al consumo gastronómico

Bello se refiere al inicio de un relato que llamará a conciencia sobre “la trata de perros y gatos para el consumo” en el mercado negro del sudeste asiático. “Yo vi a esos animalitos violentamente hacinados en lo que se asemejaba a un campo de concentración y apestados por la ausencia de controles sanitarios”, dispara. “Lo peor es que son torturados por la creencia de que, a través del shock de estrés, se logrará una mejor calidad de su carne”, completa con indignación. “Estuve días sin dormir por semejante brutalidad. Pero aún así nunca dejé de entrevistar gente y registrar imágenes con cámaras ocultas entre mi ropa, metiéndome en sitios muy peligrosos y regenteados por mafias que andan por ahí portando armas y machetes sin ningún tipo de miramiento para eliminarte”, asegura. “Y hoy me propuse concluir esa tarea para despertar al mundo respecto de esta terrible situación y conseguir frenarla”.

Chloe Bello y su madre, Nora Portela, entre juegos y lecciones que no olvidaría jamásChloe Bello y Nora Portea, de quien dice haber aprehendido “el amor y el respeto por los animales” Chloe Bello en Marbella, junto a sus primeros amigos de cuatro patasNora Portela, madre de Chloe Bello, lidera una ONG llamada “Aliento de vida animal”, una de las tantas actividades altruistas que desempeña desde hace añosChloe Bello acercando donaciones a una villa de San Isidro, parte del legado de su madre, la ex modelo Nora PortelaChloe Bello asistiendo a su madre, Nora Portela, en acciones solidarias conjuntas con fundaciones bonaerenses ocupadas de personas con síndrome de Down

La asistencia a “los sintientes” es, sin dudas, una vocación más genuina que la del modelaje, legada también de mamá (aunque bien podría ser de papá, ex modelo y empresario Marcelo Bello). Nora Portela ha dedicado las últimas décadas a liderar una ONG llamada Aliento de vida animal, encargada del rescate, tránsito y cuidado de todo animal que lo requiera. “Y ahí estoy, colaborando con ella de un lado para el otro”, cuenta Chloe. Y esa mano se extiende a otros ejes altruistas que Portela despliega de barrio en barrio, brindado ayuda en zonas carentes, centros de salud y hogares de ancianos.

Chloe Bello y sus adorados Nelson y Petunia

Cada vez que brindaba, no lo hacía deseando ganarme la lotería o tener la mejor de las casas. Yo brindaba pidiendo salud mental. Eso era lo único que yo quería tener, porque sin eso no se tiene nada”, revela Bello. “Se puede, realmente se puede. Y te confieso que cada vez que escuchaba esa frase de boca de otros, pensaba: ‘Vos, podés. Él puede’. Pero aprendí que podemos todos. Te lo dice alguien que creía imposible seguir adelante”, reflexiona. “Y crean que no sólo se puede, sino que además se pone mejor. Se siente mejor. Se ve mejor, con más lucidez”, asegura. “Entonces se hace muy orgánico despertar agradeciendo. Algo que hacemos todos esos que después de tanto daño que nos hemos infringido, seguimos vivos”. Enfatiza que ningún adicto deja de serlo jamás, “pero sí se convierte en responsable de hacerse cargo de eso y de su propio cuidado”, remata. “Hoy priorizo mi salud. Y siento que el mundo está empezando para mí… Alguno podría decirme: ‘¡Ey, señora, tiene 37!’ Sí, tengo 37 y ya sé muy bien que nunca es tarde. Me he perdonado por lastimarme y lastimar, nada ha sido adrede. La vida me dio una segunda oportunidad con el trabajo, con los vínculos, con el amor… Estoy recuperando todo, todo, todo. De nada me arrepiento y nada cambiaría, porque aprendí a resignificar lo malo, sin dar lugar al lamento y abriendo camino al ‘¿Qué haremos con eso?’ Desde ahora miro hacia adelante: Solo así es posible avanzar”.