A San Lorenzo le cuesta todo. Siempre. Se habituó a esa sensación. Cambia de entrenadores, de formaciones, cuenta con retornos de lesionados y choca. No se asienta. Y se hunde. Aun cuando Belgrano empieza un mini interinato por un momento muy similar al que pasan en Boedo y tiene que ver qué hace en terreno visitante. Con ese combo, el equipo de Miguel Ángel Russo cayó por 2-0 en el Nuevo Gasómetro (goles de Nicolás Fernández y Franco Jara) y la paciencia de la gente se colmó.

Se acerca la culminación de la Liga Profesional y San Lorenzo es, entre los cinco grandes, el que los mira rezagado. Mientras el resto lucha por estar en las competencias internacionales, en Boedo atendieron en el año más a la proximidad al último puesto (en el presente torneo y en la tabla anual) que a la aspiración de objetivos grandes.

Por eso, su gente exige. Sumar de a tres y colocarle una sonrisa, al menos, a una noche de viernes como ésta ya basta para que los ánimos sean diferentes y la proyección al 2025 sea con mejores expectativas. Pero nada de eso ocurre.

Enfrente, Belgrano. Paralelismos casi absolutos en sus sentires de los respectivos balances, hoy apenas distanciados por una ínfima marcha: el “Ciclón” transita la autopista regulando mientras mira el mapa y define mediante su conductor quiénes serán imprescindibles en el viaje; los cordobeses, con la obligación de mantener el motor encendido, esperan un pequeño rato en la banquina mientras trabajan para el futuro entrenador que los guiará en el arranque del año próximo: no hay un nombre definido.

La mayor obligación, entonces, era para el local. Por estar ante su público, por las respuestas que precisa su experimentado técnico y porque los vestidos de celeste llegaron a Bajo Flores con el interinato de Norberto Fernández tras la salida reciente de Juan Cruz Real. Así y todo, San Lorenzo no estuvo a la altura.

Los jugadores de San Lorenzo saludan a sus hinchas como pidiéndoles perdón, tras la derrota contra Belgrano, de Córdoba, por 2-0.

En medio de la búsqueda por ver los mejores rendimientos de cara a la planificación hacia el año que viene, Russo mantuvo nueve nombres de los once que últimamente decide priorizar para su equipo: parece considerar y avisar que es lo mejor que tiene para encarar la parte final de este olvidable torneo.

Apenas colocó a Facundo Altamirano por la descompostura de Gastón Gómez, que no pudo ser siquiera suplente. Resistido por el público, (Russo sólo lo había utilizado en la derrota con Independiente Rivadavia) el arquero tenía una leve revancha por delante y debía cumplir, aunque su futuro cercano parece estar lejos del Gasómetro.

Belgrano llegó al Nuevo Gasómetro con un entrenador interino, en medio de una crisis, pero se fue con una sonrisa por el triunfo ante San Lorenzo.

La buena noticia de cara al futuro sí fue la vuelta de Malcom Braida: no jugaba desde el 21 de septiembre por una fractura en su pie derecho. Siempre titular en los ciclos previos, Russo no dudó en usar desde el inicio su experiencia. Quizá, por eso se le notó la lógica falta de ritmo de partido, expuesta en ciertos desencuentros. Sin embargo, no preocupa en sí aquello, sino la referencia que transmite: su regreso está a tono con el nivel general e individual de sus compañeros.

Belgrano, contrariamente, salió a poner condiciones en los primeros cinco minutos. No obstante, durante media hora, entre uno y otro no generaron situaciones de gol. Aburrían. Por eso sorprendió lo ocurrido cuando el reloj marcó ese tiempo.

La pelota impulsada por

Juan Espíndola sacó fuerte desde el arco cordobés, la pelota cruzó la última línea azulgrana, apenas picó una vez y “Uvita” Fernández aprovechó el mano a mano: aquel que lloró tantas veces por las frustraciones de errar con la camiseta rival, esta vez fue verdugo. Y la gente, entonces, despertó: “¡Movete, Boedo, movete, movete y dejá de j…!” se sumó al insulto a los jugadores.

Miguel Russo no perdió tiempo, rompió el doble 5 para introducir a Nahuel Bustos en la conducción y el cotejo empezó a desestructurarse. Los espacios en el medio campo local le dieron al encuentro, al menos, un ida y vuelta que no permitía cerrar ojos: San Lorenzo, vertiginoso; Belgrano, manejando la pelota con calma y hacia adelante.

Compacto de San Lorenzo vs. Belgrano

Así, en un partido que igualmente no perdió el carácter de insinuaciones, el visitante construyó el gol que liquidó la historia: toques pacientes que derivaron en el desborde de Juan Velázquez y el centro exacto para la definición de Franco Jara, a los 36. Todo al revés para el local, que –enfurecido– sufrió la expulsión de Bustos por un exceso verbal.

Miguel Ángel Russo se preocupa y, aunque tenga la certeza de que a Ezequiel Cerutti le tienen que renovar el contrato, su equipo precisa mucho más que apenas un nombre y el análisis pensando en el año entrante acumula dolores de cabeza.