Imagen de una calle de la localidad valenciana de Paiporta, una de las más castigadas por la DANA. (Rober Solsona / Europa Press)

Los fenómenos climatológicos extremos como la DANA que el pasado 29 de octubre arrasó numerosos municipios de la Comunidad Valenciana no son nuevos, especialmente en el litoral mediterráneo. La diferencia es que ahora este tipo de eventos ocurren con mayor frecuencia e intensidad debido al cambio climático e incluso en lugares donde antes no se producían, como en zonas del interior del país. Por eso resulta más importante que nunca replantear el modelo de edificación teniendo en cuenta los riesgos y “modificar las regulaciones”, dice a Infobae España la arquitecta Carmen Mendoza, para evitar el urbanismo descontrolado de las últimas décadas y evitar construir en zonas inundables. En el caso de las viviendas afectadas por la DANA en la provincia de Valencia, tres de cada diez se construyeron en zonas de riesgo de inundación durante la burbuja inmobiliaria.

Para mitigar el efecto de lluvias torrenciales e inundaciones a nivel arquitectónico en el espacio público sería necesario crear “recolectores de agua, drenajes sostenibles, pavimentos permeables en los parques”, así como apostar por una renaturalización con más espacios verdes y arbolado, explica Mendoza, directora del Máster de Cooperación Internacional en Arquitectura Sostenible de Emergencias que imparte la Universitat Internacional de Catalunya. Y en cuanto a las edificaciones, añade, “hay que pensar en prevenciones, en dónde construir y dónde no, en lugar de ocupar todo”, lo cual se puede hacer a través de “planes y regulaciones”. Uno de los aspectos a tener en cuenta es el nivel freático de los edificios, es decir, la acumulación de agua que se ubica bajo la superficie de una casa, y los riesgos climáticos, ya sean inundaciones, incendios o calor extremo, señala la doctora en Urbanismo y Ordenación del territorio.

También es importante la percepción del riesgo, destaca Mendoza, “entender los ecosistemas y la naturaleza, cómo funciona el territorio”, porque aunque se construya cerca de un barranco seco donde aparentemente no existe peligro, en el momento en el que se produzcan lluvias torrenciales el nivel de agua crecerá rápidamente, en cuestión de segundos, y bajará con fuerza arrastrando todo a su paso. “El agua al final sigue su curso, por eso los planes urbanísticos son los que regulan dónde se puede construir y qué tipo de edificación se puede levantar”.

Un hombre limpia sus enseres en Paiporta. (Rober Solsona / Europa Press)

Preparar a la población

Mendoza recuerda que la preparación ante los desastres no solo implica planificar, sino también “preparar a las comunidades y a las organizaciones existentes para que puedan responder de forma efectiva” cuando ocurre una catástrofe. “Cuando tenemos claro cuáles son los sistemas de emergencia es más fácil responder, por eso es importante capacitar y crear planes detallados, además de conocer la gestión de los recursos para asegurar una logística a nivel de distribución”, señala la experta, al tiempo que destaca la importancia de “establecer estrategias de comunicación”, pues en la Comunidad Valenciana se constató que la población no estaba bien informada, además de que la alerta de Protección Civil llegó tarde, cuando el agua ya estaba descontrolada en muchas zonas y muchas personas se sujetaban a las ramas de los árboles o se refugiaban en los tejados.

La arquitecta no tiene duda de que el paso de la DANA en la Comunidad Valenciana, que ha dejado más de 200 víctimas mortales, así como importantes destrozos en Andalucía y Castilla-La Mancha servirá al menos para tomar mejores decisiones en el futuro y evitar nuevas tragedias, tal y como ocurre en países acostumbrados a desastres naturales como Japón, donde son habituales los terremotos y tanto su arquitectura como su población está cada vez más preparada para afrontarlos. No obstante, Mendoza también advierte de que los gobiernos en España, tanto a nivel autonómico como central, también deben estudiar en qué fallaron y “reconocer los errores” para poder mejorar en el futuro, pues de lo contrario, “el problema se perpetuará”.

Han pasado 17 días de aquel fatídico 29 de octubre y las labores de limpieza e higienización continúan en la Comunidad Valenciana, especialmente en Albal, Aldaia, Alfafar, Algemesí, Benetússer, Catarroja, Massanassa, Paiporta, Picanya, Sedaví, Utiel y Paiporta, las localidades más castigadas por la riada. Tanto los centros escolares de Valencia como de sus pedanías, a excepción de los de La Torre y Horno de Alcedo que continúan cerrados, han recuperado este viernes su actividad tras haber decaído las alertas y las restricciones del Centro de Emergencias.