Se denominan Flores de Bach a la serie de 38 esencias florales cuyas propiedades curativas fueron descubiertas por el médico inglés Edward Bach entre 1926 y 1934 para tratar estados emocionales negativos que pueden sufrirse en un determinado momento, y que provocan que el cuerpo pierda su vitalidad y resistencia natural y, en consecuencia, se haga más vulnerable a las enfermedades.
“Las esencias florales tienen fundamentalmente una acción energética con repercusión a nivel emocional, pero de manera indirecta también repercuten en el físico. No son medicamentos y no interactúan con ellos, pueden usarse sin riesgo ya que no tienen acción bioquímica o principio activo, y por lo tanto, no hay posibilidad de sobredosis, efectos secundarios o dependencias”, explica Miriam Initello, terapeuta floral, profesora de yoga y fundadora, junto a su esposo Alejandro Zumbo, del Centro Amiz.
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Además, agrega que pueden complementarse con otros tratamientos o terapias, ya que potencian el proceso de curación y, en los casos de procesos incurables, aportan sosiego y paz interior. “Pueden ser usadas a cualquier edad y son especialmente eficaces en niños. También pueden utilizarse en animales”.
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Vale aclarar, ninguna de las plantas con las que se forman es tóxica y de ellas se usa solo la flor, donde se concentran las energías esenciales del vegetal en el momento de su madurez o “perfección completa”. Los elixires florales son un extracto de la parte curativa viviente de la planta. No puede ser mensurada ni analizada como una droga o compuesto químico.
“El uso de las flores con fines terapéuticos se remonta a la antigüedad. Tradiciones como la hindú, la celta, la taoísta o la inca ya usaban la riqueza energética y curativa del reino vegetal. Hipócrates y Paracelso hablan de la recolección de gotas de rocío sobre los pétalos de las flores para curar condiciones”, precisa Initello, que también se desempeña como facilitadora de Psych-k y terapeuta en biomagnetismo.
El sistema terapéutico desarrollado por Bach fue introducido al país en los años 80 por María Luisa Pastorino, a través de la publicación de su libro La medicina floral de Edward Bach. Bárbara Espeche también fue una gran divulgadora y fundadora del Instituto de Terapeutas Florales.
“Las flores actúan sobre las emociones, aportando la virtud necesaria para transformar estados negativos en positivos. Cada emoción deprimente y preocupante entra en nuestra mente. Si se sostiene en el tiempo, tiene este mismo efecto en cada célula de nuestro cuerpo, que de esa manera tiende a producir la enfermedad. Estos sentimientos son los precursores de las enfermedades físicas, que terminan alejándonos de nuestro propósito esencial en la vida”, explica Patricia Pelorosso, terapeuta floral y profesora de Hatha yoga.
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En cualquier caso, la hipótesis que se plantea es que la vibración de las flores actúa sobre las vibraciones del campo energético del ser vivo, armonizándolo. Cada bloqueo o ruptura que se produce en los circuitos de energía se convierte en un desequilibrio emocional, que si perdura, da lugar a manifestaciones patológicas orgánicas. Cada flor, entonces, actuaría desbloqueando esas lesiones, disminuyendo su acción a medida que el equilibrio se recupera.
“Bach nos dice que tenemos un alma y una personalidad y cuando no hacemos aquello que vinimos a hacer a este plano, nos enfermamos. Por ende, deberíamos agradecer a esa enfermedad ya que nos indica que no estamos en el camino correcto”, apunta Pelorosso. Y añade: “Las flores de Bach actúan sobre el campo emocional desde adentro hacia fuera, como capas de cebolla. Nos ayudan a mejorar los estados de ánimo, nos brindan serenidad, confianza y eliminan tensiones. Potencian las virtudes opuestas a estados emocionales discordantes, que causan sufrimiento como estrés, miedo e incertidumbre. Conocer a Bach fue mágico, cambió mi vida, como así también la de mi entorno, mi familia. Influyó en mi estado de ánimo y mi comprensión del mundo”.
Al llegar a una consulta y luego de una charla sobre la vida personal, el terapeuta elige qué esencias suministrar según las necesidades. “En mi caso, también utilizo otros métodos para la elección de las esencias. Primero realizo una limpieza energética, luego la persona se acuesta en la camilla y se colocan unos filtros para desbloquear y armonizar los centros energéticos”, cuenta Initello. Una vez seleccionadas las esencias, se colocan algunas gotas de cada flor de la fórmula personal en un frasco gotero, en una solución de agua y brandy.
La indicación es tomar 4 gotas entre 4 y 6 veces por día, según el caso. Al finalizar el frasco, consultar con el especialista si hay que repetir la fórmula o cambiar alguna flor, ya que pueden desaparecer síntomas y aparecer otros. Se aconseja tomarlas, como mínimo, durante tres meses.