Entre ellos no hay malhumorados, quejosos ni haraganes. Hacen de la sencillez, religión y respiran al compás de la naturaleza. Madrugan contentos y se acuestan con el sol. Comen lo justo, ni una miga de más: de todo pero sin excesos. Más bien activos, optimistas y curiosos, como sus “colegas” a lo largo del planeta, disfrutan de los pequeños placeres, cultivan la vida social y son autodidactas en neutralizar el estrés, palabra que quizá ni conozcan.
Estos “muchachos”, que están entre los 98 y los 103, 105 y hasta 108 años, con la cabeza tan intacta como las ganas de vivir, hace tiempo que son objeto de estudio por parte de expertos en longevidad. Develar los secretos que permiten a muchos habitantes de algunas de las comarcas de Galicia alcanzar esas edades despierta el interés de científicos, demógrafos, periodistas y también políticos.
Hace tiempo que se dice que podría convertirse en la primera “blue zone” de España, y la sexta en todo el mundo. No faltará el lector porteño que saldrá con esa pavada del ‘cuento de gallegos’. De eso nada. Sobran méritos: los índices de senectud en “saludable estado” superan en algunos casos los de la isla de Okinawa, conocido referente global en longevidad. Si esto ocurriera, Ourense, Pontevedra y el sur de Lugo, principalmente, podrían sumarse al quinteto formado por la ya nombrada Okinawa (Japón), Nicoya (Costa Rica), Ikaria (Grecia), Cerdeña (Italia) y Loma Linda en California (Estados Unidos).
Junto a Asturias, Castilla y León, la comunidad gallega es una de las que cuenta con más longevos: en los últimos 20 ha contabilizado 10.000, según confirmó a LA NACION José María Failde, doctor en psicología especializado en gerontología, profesor universitario y presidente de la Sociedad Gallega de Geriatría y Gerontología (SGXX), aunque obviamente muchos ya han muerto. Con la particularidad de que hay el triple de mujeres que de hombres, hoy viven en esta comunidad autónoma cerca de 1600 centenarios, distribuidos de esta forma: Chantada, con una proporción de 203,2 por cada 100.000 habitantes; Terra de Lemos (229,1); O Ribeiro (238,6); Terra de Celanova (373,8); Terra de Caldelas (363,1); A Paradanta (501,9); O Deza (250,6) y, con valores sensiblemente inferiores, Ortegal (122,1) y Arzúa (138,9).
Según un estudio de la SGXX y el grupo de investigaciones de la Universidad de Vigo, del que también participa el demógrafo Michel Poulain, conocido como el creador de las blue zones, la tasa promedio de centenarios es de 75,79 cada cien mil habitantes, única en España. “La gran revelación que tuvimos en este trabajo de campo –continúa Failde– fue que las personas centenarias guardan un patrimonio de salud que hay que investigar y preservar. Porque el patrimonio de salud es tan importante como el cultural o el arquitectónico”.
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–¿Qué significa eso?
–Mire, acá hay una lección para aprender. No han ido jamás al gimnasio, pero tampoco lo han necesitado. Tenían y tienen, los que viven aún, una vida mucho más activa y si algo no son es sedentarios. No conocen internet, redes sociales ni celular, pero ejercitan fervorosamente los lazos sociales. Todos tienen un propósito de vida.
–Y gran resiliencia…
–Sí, el hecho de haber vivido situaciones difíciles y de haber construido con su esfuerzo el estado de bienestar del que disfrutamos hoy, los ha hecho muy resilientes. Aquí hay lecciones para aprender y convertirlas en acciones de salud y prevención. Lecciones de envejecimiento saludable. Eso para mí es lo más importante.
–¿En qué le beneficiaría a Galicia ser blue zone?
–Evidentemente una certificación como blue zone es un apoyo para la investigación y para la promoción de estilos de vida saludables, más allá de otros beneficios como podría ser el turismo y la fortaleza de la marca Galicia Calidade, bandera de la dieta atlántica. Pero lo que más me interesa es la promoción de la vida saludable, partiendo de zonas donde la gente vive muchos años en estado óptimo.
Failde, a quien todos llaman Chema, lleva años trabajando duramente en la investigación de este tema, junto a su predecesor en la SGXX y compañero de facultad Miguel Ángel Vazquez, geriatra también. Bastante antes de la pandemia comenzaron a advertir evidencias estadísticas que les llamaron la atención. “Vimos que Ourense, por ejemplo, tenía 73 centenarios cada cien mil habitantes, pero la comarca de Celanova, que rodea a Ourense, llegaba a 234, lo que superaba más que con creces a la isla japonesa –recuerda hoy Vazquez a LA NACION–. Lo hicimos público, eso quedó reflejado en un artículo que hizo el National Geographic y así se activaron todas las alertas. Luego se conectó con nosotros Michel Poulain y se siguieron recabando datos que revelaron cifras increíbles de centenarios que llegaban bastante bien a los cien años, con un aceptable estado de salud”.
–¿”Aceptable estado de salud” qué significa?
–Con capacidad psíquica, sin problemas cognitivos o neurocognitivos, con aptitud física. Estamos hablando de 102, 103, 98, 99.
–Dicen que una de las claves es la alimentación…
–Sí, lo es. Comen lo que ellos mismos cultivan en las huertas de sus casas y animales que crían en el campo. Una alimentación basada en el consumo de carne de cerdo fermentada principalmente con procesos naturales de conservación por salazón o ahumado. Consumían y consumen alimentos frescos como carnes blancas (pollo y conejo), muchas hortalizas, papas y aceite de oliva, siempre priorizando la frescura de los ingredientes En resumen, dieta mediterránea y atlántica.
–¿Pescado?
–Al contrario de lo que se creía, no tanto, como tampoco en Cerdeña o en Okinawa, porque no son zonas propiamente costeras, aunque no están lejos del mar. Pero lo comían de manera excepcional.
–¿Estilo de vida?
–La mayor parte lleva una vida bastante plana. Están muy acoplados a su entorno, se levantan temprano y se acuestan poco después de que cae el sol. Son muy regulares, tienen un contacto intenso con la tierra y la naturaleza y siguen sus ritmos. A uno de ellos, Eustaquio Pérez, hoy de 103 años, lo hemos visto volver de trabajar en el monte a los 99 con una guadaña y unas botas de goma como si nada… Y creo que sigue haciendo lo mismo.
Aunque le falla un poquito la audición, Eustaquio es pura energía. Vive en Quintela de Leirado, en la comarca de Celanova y trabaja fuerte desde los 8 años, cuando contrabandeaba sacos de azúcar y café desde Ourense hasta Portugal para ganarse la vida. Aún así, fue al colegio, aprendió a leer y escribir, y trabajó en la ganadería y la construcción. Después emigró a Guinea Ecuatorial, donde estuvo doce años ganando ocho veces más que en su lugar natal.
Aún hoy, con su siglo a cuestas, se levanta al alba a cuidar las ovejas hasta la hora de almorzar. Hace una siesta y luego, una de vaqueros por la tele. De cena, poco y nada: unas galletas y a la cama. Los centenarios suelen respetar a rajatabla el conocido y viejo axioma: “Desayunar como un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un mendigo”.
Lo mismo hace Esperanza Cortiñas, de Ourense también, que el pasado 3 de diciembre cumplió 108 años y apareció en el plató de Telecinco maquillada, de tacones altos, uñas al rojo vivo y toda enojada. Coqueta como una actriz de cine, se ufana de que solo se ha cuidado el cutis con cremas de supermercado y confiesa que le encanta la moda.
Sin embargo, su vida no fue fácil. De pequeña quedó sola a cargo de sus cuatro hermanos porque su madre se fue a vivir a Cuba y los dejó en Europa. Lejos de echarse a llorar aprendió a valerse por sí misma, cuidó vacas, trabajó en el campo, limpió casas y hasta llegó a París para ganarse la vida. Por eso fue madre “añosa”, como se decía en aquellos años, y tuvo a su hija a los 30 años, ya casada con el carpintero del que se enamoró y con quien fundó un hogar lleno de amor. Dice que su secreto es tomar todos los días una copita de un licor de café que ella misma prepara: azúcar, café y aguardiente. “Yo me ducho, yo me visto y yo me calzo. Hay que moverse y mover los brazos, porque si no, uno queda duro y no sirve para nada”, cuenta con toda claridad y de corrido.
“De lo que hay, como de todo. Desayuno tostadas con manteca y mermelada, me encantan. Y ahora voy a comer un bistec con pastas. ¿Cenar? Nada, a veces un helado, en casa o fuera, en la terraza. Pero cenar casi nunca”, afirma.
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“Ella es nuestra musa”, dice Pablo Vivanco, farmacéutico, nutricionista y presidente de Ourensividad, asociación sin fines de lucro formada por médicos, nutricionistas, farmacéuticos, empresarios, profesores y psicólogos, que es una suerte de observatorio de la longevidad funcional al proyecto de fondo. A pedido de expertos y distintas universidades están realizando un estudio detallado de 105 parámetros sobre el universo de los 298 centenarios que tiene Ourense, una provincia de 305 mil habitantes. El índice que da cada cien mil es bastante impactante.
El fin es echar luz sobre el secreto de la longevidad en la comarca que es, además, la capital termal de España, un detalle que tanto Vivanco, como todos los expertos consultados, consideran clave: “En las termas de Ourense hay una muy buena calidad del agua, que está especialmente indicada como terapia antirreumática. Ellos lo saben desde siempre y hacen uso de este beneficio cercano”.
No se ven personas con sobrepeso. Y el dato no pasa inadvertido. “En el estudio que estamos haciendo vemos que siempre han tenido un normopeso, es decir un IMC entre 19 y 24. Nunca más. Y eso hace que no tengan problemas con el azúcar en la sangre ni con el colesterol. Sufren muy pocas patologías y prácticamente no toman medicamentos. Solo una o dos cosas para no retener líquidos”, indica Vivanco.
–Muchos incluso trabajan aún…
–Pues claro, en las labores de la casa, en la huerta que tienen… La gente de campo nunca se jubila y quizá ahí hay un gran secreto. Siempre tienen un ikigai, como dicen los japoneses. Un quehacer, un motivo. Siempre tienen el trípode en buen estado: lo físico, lo emocional o lo social.
–Les gusta la vida social según ellos mismos dicen…
–Mucho, aunque en general la mayoría está en zonas rurales, en un cierto aislamiento geográfico positivo, participan de la vida social a través no solo de los lazos afectivos, sino porque disfrutan de las tradiciones, que acá hay muchas.
–Parecen no ser malhumorados…
–Para nada. No, no, son muy resilientes y se adaptan a los cambios con humor. Tienen los cinco rasgos de la personalidad longeva: amabilidad, curiosidad, extraversión, escrupulosidad (un orden físico, en ellos y en sus cosas) y la resiliencia.
Rasgos que indudablemente también presenta Dolores Fernandez Ceijas, conocida como la abuela de Ourense, que va a cumplir 109 el 29 de enero próximo. Se levanta y se asea sola, va a misa, lee, hace sudoku y palabras cruzadas y no se pierde un partido del Real Madrid, su equipo favorito. Se hizo viral en redes cuando su nieto Fran reveló que ella usaba el castellano solo para hablar con el alcalde, con el médico y con el perro, un pastor alemán: “O can e alemán, non creo nin que entenda galego”. Divina.
Ocurrencia, humor, rapidez mental… Especialmente interesante es lo que dice el doctor Failde al respecto: “Muchos de ellos tienen unas facultades mentales y una ausencia de signos de deterioro cognitivo que sorprende. Y esto nos hace pensar que algo genético importante debe haber”.
–Pero se suele decir que la genética influye de un 20 a un 25 por ciento…
–Sí, normalmente se dice eso, pero para llegar a ser centenario hay más de un factor. No tengo dudas de que hay algo genético. Aunque aún hay poca investigación, la que hay apunta en esta línea. Al parecer en los centenarios influye mucho más la genética que en la longevidad en general. Algo tienen que los protege contra la senescencia y los trastornos cognitivos.
–¿Qué lo hace pensar eso?
–Son personas que cuando las entrevistás tienen una energía paranormal, aunque no creo en esas cosas, es verdad que cuando uno las ve, la inmensa mayoría te dejan cargado con una positividad, con ánimo, con fortaleza, con un espíritu que conmueve. Siempre que las vemos decimos: esta gente está hecha de otra pasta. Cómo puede ser que estés con alguien de 108 años con una velocidad de procesamiento de la información, con riqueza de lenguaje, no se le traba la lengua, la memoria, la rapidez y la agilidad mental, captan las bromas y las responden. Ahora justamente estamos empezando otro estudio, esta vez con Ángel Carracedo (NdelaR: genetista español, catedrático y miembro de Real Academia de Ciencias), uno de los mayores genetistas del mundo, para analizar en detalle estos aspectos genéticos. Pero no será un trabajo fácil ni rápido.
Además de sus rías y sus verdes desbordantes. Además de su Camino de Santiago y el botafumeiro de la Catedral. Además de su pulpo a feira junto al irresistible paladar de un ribeiro o un albariños. Además del rugir incomparable de las olas cantábricas. Y además, justo, justísimo es decirlo, de crear esa maravilla que es el imperio Zara y de legarnos la mágica Avenida de Mayo que tanto se extraña desde lejos, los gallegos están investigando y trabajando duramente para alcanzar el estándar de blue zone. Pero atención, que la rutina que ha llevado a muchos de ellos a vivir un siglo es mucho más que un parámetro demográfico. Es un manual de vida.
- Ikigai – Un quehacer, un motivo
La gente de campo nunca se jubila y quizá ahí resida una gran clave; muchos incluso siguen trabajando en las labores de la casa o en la huerta
- Alimentación – Cultivos y animales de sus campos
Comen carnes blancas, muchas hortalizas, papas y aceite de oliva siempre priorizando la frescura de los ingredientes; se trata de una combinación de dieta mediterránea y atlántica
- Termas Ourense – Buena calidad del agua
Están especialmente indicadas como terapia antirreumática; los habitantes lo saben desde siempre y hacen uso de ese beneficio