Luis Demetrio Elías, de 64 años, es un ingeniero agrónomo que produce leche y tabaco en el Valle de Lerma. Es un valle templado, situado a 1450 metros sobre el nivel del mar, con lluvias monzónicas de 1000 milímetros en primavera y verano, con prácticamente cero registros en el resto del año. Los suelos son muy heterogéneos, aluvionales, con muchas piedras, al estar cerca de la precordillera.

El campo de Elías tiene 240 hectáreas y dedica 100 hectáreas para el cultivo de tabaco y 140 para desarrollar maíz para silo y grano que se utiliza para la alimentación en el tambo. Todos los demás ingredientes de la dieta de las lecheras son comprados.

Cuatro galpones lecheros y robots

“En 2020 teníamos 200 vacas Holando en ordeño en un dry lot que causaba problemas cuando había mucha lluvia; las vacas sufrían con el barro y las piedras. Entonces, para mejorar el bienestar de los animales y para cambiar un modelo que era inviable en esa dimensión, decidimos ir a una lechería de más escala e intensificada”, rememora Elías.

“Hicimos un proyecto para apuntar al cambio y al crecimiento, y pasar de las 200 vacas iniciales a 600 vacas en ordeño voluntario con robots. El objetivo era aumentar la producción porque con el dry lot no pasábamos de 24 litros por vaca y por día como promedio. Hoy estamos en 33 litros como promedio anual aspirando a llegar a 40 litros a partir de la inversión y un manejo más eficiente”, se ilusiona Demetrio.

Para concretar su propósito, Elías construyó cuatro galpones con cama de compost para 150 vacas cada uno. Tienen 31 por 120 metros de largo, con 12 a 15 metros cuadrados por vaca. En la confluencia de los cuatro galpones está la sala de leche y las oficinas administrativas.

La estructura es de metal utilizando cañerías petroleras recicladas en buen estado. El techo es de chapa de zinc con triple ventilación: tangencial (el aire entra por un lado y sale por otro), “efecto chimenea” y circulación del aire hacia arriba mediante un efecto venturi con un sobretecho. Estos sistemas aceleran la circulación del aire y permiten no tener olor, con una leva brisa permanente.

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La cama de compost para las vacas tiene 80 centímetros de alto y está formada por bosta seca en la parte inferior y aserrín de madera dura arriba. Se airea y mueve frecuentemente.

Con los galpones, Elias resolvió el problema del disconfort de las vacas en el barro. Pero decidió dar un paso más: robots de ordeño. “El proyecto de robotización es algo evolutivo, que se concreta por etapas, y se va realizando con créditos durante un plazo de varios años. Hay apoyo financiero del Banco Nación y de entidades privadas para este tipo de incorporación de tecnologías”, explica Elías.

Galpones desde el aire

De los cuatro galpones ya hay uno con tres ordeños robóticos. El segundo ya tiene tres robots más en proceso de montaje y los dos restantes siguen con ordeño convencional por ahora.

Dentro del galpón, el tránsito de las vacas es guiado con puertas automáticas que las hacen circular entre los distintos sectores. “Si la vaca tiene la ubre muy cargada va al robot y se ordeña sola, habitualmente tres veces por día”, apunta el empresario.

Las 150 vacas a galpón con ordeño robotizado producen 38 litros por día como promedio. “El ordeño robótico da una diferencia muy grande por el solo hecho de ser de esa forma”, distingue Elías. Mientras se las ordeña, las vacas consumen alimento balanceado pelletizado, a base de maíz, trigo, saborizante y aromatizante.

Alimentación

La alimentación se concreta mediante un mixer cargado con una mezcla de alfalfa, harina de soja, afrechillo de trigo, semilla de algodón y sales, que se agregan al silo y grano de maíz de producción propia. Es una mezcla TMR, que se reparte una vez a la mañana y una vez a la tarde. Luego se arrima la comida, de manera que las vacas puedan consumir todo lo que quieran. Por ahora se va se va acercando con un cuatriciclo modificado y en los próximos meses se incorporará un robot eléctrico autónomo.

La leche se entrega a CoSalta, una cooperativa local chica pero eficiente, que procesa 120.000 litros por día y envasa leche fluida y fabrica yogur, dulce de leche y queso. Elías le entrega 15.000 litros por día y el proyecto es llegar a 24.000 litros en los próximos años.

La recría de terneras se hace en un dry lot y los machos se engordan en corrales y se venden para carne. Las vacas de descarte –desechadas principalmente por problemas reproductivos- también van a corrales para engorde.

La visión técnica

“Para alcanzar el objetivo de 40 litros por día en 600 vacas, se deben ir adecuando los equipos de trabajo a los nuevos sistemas a través de la capacitación. La producción de leche a a galpón es más compleja que la pastoril y requiere otro tipo de formación”, define el consultor Martín Gana, que asesora a Elías. En esa línea de ideas, dice que “el desafío es amalgamar las unidades de negocio de tabaco y tambo estabulado buscando sinergia entre las partes y estabilidad del sistema”.

Una vez que se tienen los equipos a punto en el manejo general, dos pilares clave para los tambos de alta producción son la alimentación y la genética. El costo de la primera se podría disminuir “agrandando” el campo de Elías a través de arrendamientos en los que se puedan producir más silaje y grano. Por su parte, la selección genética es clave para alcanzar el objetivo de 40 litros por día. “Aparte de contar con alto potencial de producción de leche, se requieren vacas longevas, fértiles y que se preñen con facilidad. Para eso venimos trabajando desde hace años con Select Debernardi, en un proceso de crecimiento a través de la mejora genética continua”, destaca Gana.

Por ahora, todas las hembras que se recrían con buenos indicadores productivos tienen como destino el tambo, para impulsar el crecimiento. Empero, en un momento se va a llegar a una etapa en la cual, a través de la genómica, se podrán elegir los mejores animales y realizar más descartes que los que se hacen hoy por la retención de vientres para el crecimiento.

El circulo se cierra con la aplicación de todas las demás tecnologías disponibles, con la financiación adecuada para completar el proyecto y con la maximización de los ingresos a través de la venta de la producción a los mejores precios posibles.

Tabaco

Elías cultiva 100 hectáreas de tabaco con riego por surcos utilizando agua del río Rosario o del dique Las Lomitas. Es un cultivo muy artesanal, con altos requerimientos de insumos y de mano de obra (100 jornales por hectárea a lo largo del ciclo). Para cosechar 100 hectáreas de tabaco, durante los meses de diciembre, enero y febrero, en el campo de Elías hay más de 100 personas trabajando.

El cultivo arranca con almácigos, que se hacen en invierno en túneles bajo plástico para protegerlos de las heladas y en septiembre se inicia el trasplante al lugar definitivo en el campo.

Luis Demetrio Elías en cultivo de tabaco

Durante el ciclo, se usan en promedio entre 800 y 1000 kilos de fertilizante por hectárea. Es una fertilización balanceada con una parte de nitrógeno, una parte del fósforo y dos partes y media de potasio, que influye significativamente en la calidad del producto terminado. Normalmente el nitrógeno se provee en formas nítricas o amoniacales, que son mejor aprovechadas por las plantas de tabaco.

El desarrollo del cultivo trasplantado exige 90 días, tras lo cual empieza la cosecha hoja por hoja, a mano. Normalmente, una planta tiene 20 hojas y por semana le sacan dos o tres. Últimamente se están incorporando algunas cosechadoras mecánicas. “Nosotros este año vamos a empezar a cosechar parcialmente con máquina, pero no es lo habitual”, advierte Elías.

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Las hojas, que tienen 60-70 centímetros de largo, van a estufas que producen un proceso de curado en una semana: la hoja del tabaco pasa de ser verde amarillenta al color oro propio del tabaco ya curado.

Para enfrentar plagas y enfermedades en el cultivo, se trata de utilizar variedades resistentes, con el menor uso posible de productos fitosanitarios. “Estamos muy controlados por los compradores por ser un producto de exportación; cuando se comercializa tabaco, se hacen análisis de residuos de plaguicidas y niveles altos pueden ser motivo de rechazo”, aclara Elías.

De hecho, en los últimos 15 años se redujo la cantidad de ingredientes activos aplicados por hectárea a un cuarto de las cantidades originales; solo hay un vademécum muy restringido de productos que se pueden usar. “Un acopiador primero analiza el tabaco y después habilita a ingresarlo; si detecta algún residuo, lo clasifica como no comercial y lo rechaza”, diferencia el empresario.

Un rendimiento promedio de tabaco en el campo de Elías es de alrededor de 2500 kilos por hectárea aproximadamente, como promedio de los últimos 20 años; el promedio de la provincia está en 1800 kilos. Se puede vender a 4 dólares por kilo y facturar 10.000 dólares por hectárea. Pero también tiene un costo elevadísimo, del orden de 8000 dólares por hectárea de gasto directo.

“Lo bueno del cultivo de estos años que hay alta demanda, aunque los precios que logramos los productores argentinos no son buenos comparados con nuestros vecinos de Brasil, por ejemplo”, compara Elías.

El producto se vende a Coprotab, a Masalin Particulares o Alliance One, un dealer internacional que exporta. Los destinos principales son países de la Unión Europea, Estados Unidos, China, Turquía y Japón porque el tabaco argentino es de muy buena calidad.

En síntesis: el tabaco es una fuente de divisas -se exporta el 80%- y un motor para para la economía local, muy importante para la provincia de Salta.