Frente al avance acelerado de la inteligencia artificial y sus implicancias para la existencia humana, el empresario Bryan Johnson impulsa una propuesta que entrelaza prácticas extremas de longevidad con rituales espirituales y datos biométricos.
Según reveló en entrevista con MIT Technology Review, el creador del movimiento Don’t Die (No te mueras) promueve un sistema de creencias donde “el cuerpo es Dios”, pensado como una alternativa a los modelos religiosos tradicionales y como respuesta a lo que interpreta como un momento de quiebre civilizatorio.
La preocupación no surge de una búsqueda espiritual, sino de una urgencia tecnológica: evitar que los sistemas inteligentes escapen al control humano. “Estamos en un momento existencial como especie”, afirma.
Este enfoque dio forma a una nueva forma de organización basada en valores vitales, que integra salud, longevidad y algoritmos, y que se presenta como un credo compartido para una era de incertidumbre.
Del lema al dogma: el origen de Don’t Die
En un encuentro sobre longevidad en Berkeley, California, Johnson compartió su diagnóstico sobre el riesgo que representa una inteligencia artificial desalineada. Según explicó al medio del Instituto Tecnológico de Massachusetts, sus estrictos regímenes para conservar la juventud no existirían si no creyera que el mayor peligro actual para la humanidad es el desarrollo incontrolado de estas tecnologías.
Don’t Die nació con la aspiración de ser una filosofía de vida, y se estructura ahora como una doctrina global.
Inspirado en cómo distintos sistemas de pensamiento perduraron, Johnson señaló que las religiones fueron históricamente las herramientas más eficaces para organizar esfuerzos colectivos.
Sostuvo que figuras como Buda, Jesús o Mahoma, dieron origen a estructuras ideológicas con una narrativa fundacional clara. Su proyecto busca seguir esa lógica, pero adaptada al siglo XXI.
Prácticas y estructura del nuevo “credo”
Esta propuesta se materializa en encuentros semanales entre grupos reducidos, denominados Don’t Die fam, en los que se reproducen dinámicas similares a las de Alcohólicos Anónimos.
Tal y como detalló a MIT Technology Review, las sesiones incluyen rituales de apertura, repetición de mantras y un espacio en el que los participantes se disculpan con su cuerpo por conductas dañinas. El objetivo es reconstruir la relación con la salud desde un plano emocional y colectivo.
A diferencia de las religiones centradas en líderes carismáticos, Johnson asegura que Don’t Die no le pertenece. La describe como una iniciativa abierta, descentralizada, y compatible con distintas tradiciones. “Pueden ser cristianos y hacer esto, pueden ser musulmanes y hacer esto. Don’t Die es un ‘sí, y además’ para todos los grupos”, explicó.
El rol de los algoritmos en la práctica espiritual
Más allá del temor que dice le despierta, la IA también ocupa un lugar funcional dentro de la visión de Johnson quien reveló que delega sus decisiones cotidianas a un sistema algorítmico que, según él, puede administrar mejor su bienestar que sus propios impulsos. Alimentado con datos fisiológicos y evidencia científica, este programa determina su alimentación, descanso y ejercicio.
Como retoma MIT Technology Review, esta delegación responde a la hipótesis de que la mente humana, guiada por estados de ánimo, no siempre elige lo mejor para el cuerpo. Por eso, en su sistema de creencias, el organismo toma un lugar de autoridad.
“Es en mi mejor interés que el algoritmo me diga qué hacer”, argumentó, y comparó este proceso con el modo en que hoy las tecnologías completan frases: pronto también podrían completar pensamientos.
La presencia constante de estos sistemas es inevitable, señaló, y al mismo tiempo deseable si logran alinearse con la preservación de la vida. Consultado sobre si eso podría interpretarse como una forma de divinidad artificial, Johnson evitó responder, pero reafirmó un principio común: nadie quiere morir ahora.
Más allá de las estructuras tradicionales
En contraste con credos centrados en dogmas revelados, esta visión propone una forma flexible, orientada a la práctica y sin jerarquías espirituales, dice. Pese a ser el inventor de la propuesta, el propio Johnson asegura que su “religión” se diferencia de las demás por no depender de un fundador, y porque apunta a ser moldeada por quienes la adopten.
Ambicioso, dijo a MIT Technology Review, que aspira a que su proyecto se convierta en la ideología más influyente del mundo en el plazo de un año y medio. Aunque reconoce que el término “religión” puede generar resistencia, confía en que el contexto global, atravesado por avances tecnológicos disruptivos, favorecerá el retorno a marcos simbólicos capaces de otorgar sentido.
Un cuerpo como templo, una existencia como virtud
En este marco, la existencia física adquiere un nuevo estatuto moral. Don’t Die postula que vivir es el valor fundamental, y que cuidar el cuerpo equivale a preservar lo sagrado. En palabras de Johnson, la idea de que “el cuerpo es Dios” representa un giro conceptual: no hay salvación externa, sino responsabilidad interna.
Para MIT Technology Review, esta propuesta representa una tentativa singular de articular ciencia, espiritualidad y supervivencia en un mismo relato. En un mundo que se redefine por la interacción entre algoritmos y humanidad, la respuesta de Johnson no es trascender el cuerpo, quiere convertirlo en el centro absoluto de la experiencia vital.