El Presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. REUTERS/Adriano Machado

Esta semana, hemos sido testigos de las repercusiones de la decisión del Presidente Lula de retirar a Brasil como miembro observador de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés), una organización intergubernamental que trabaja, desde su fundación a fines de los años 1990 por la preservación de la memoria del Holocausto y la lucha contra el antisemitismo.

Brasil es miembro observador de esta organización desde el año 2021. Después de tres años, los países observadores pueden aspirar a convertirse en miembros plenos, comprometiéndose aún más con la causa mediante acciones educativas y políticas públicas. Sin embargo, en medio de un aumento global del antisemitismo, el Presidente Lula, con este anuncio ha colocado a Brasil en la dirección opuesta.

Esto no pasa desapercibido para quienes se sensibilizan con la historia del Holocausto y en especial para las familias de sobrevivientes, sean judíos o no, ya que la barbarie nazi asesinó a seis millones de judíos y a otros cinco millones de personas, entre ellos gitanos, personas LGBT, afrodescendientes, personas con discapacidad física o mental, masones, asiáticos, eslavos, comunistas, opositores al régimen Nazi, prisioneros comunes, en fin, diversos grupos minoritarios considerados indeseables.

Hasta principios del siglo XX, el antisemitismo atravesaba la historia desde un sesgo religioso; con el nazismo, el antisemitismo religioso dio lugar a un criterio racial, referido no solo al color de la piel, sino también a la herencia genética. El parámetro era la raza aria, con características biológicas, físicas y culturales consideradas superiores en relación con otros grupos. La ideología nazi aún perdura en el mundo, intentando nuevamente ocupar espacio en la política partidaria, con las mismas prerrogativas racistas y totalitarias.

Aunque repetimos que debemos estudiar la Historia para evitar que se repita, lo que vemos es precisamente la repetición de actos bárbaros. La banalización de la violencia se manifiesta en una serie de ataques terroristas en distintas partes del mundo, sorprendiendo a víctimas de diversas minorías. Pero, bajo los focos de los medios de comunicación, están aquellos cuyo objetivo central es el Estado de Israel y los judíos. El antisionismo, posición contraria a la existencia del Estado de Israel, es hoy la manifestación más fuerte del antisemitismo contemporáneo. Desde el ataque del 7 de octubre de 2023, cuando el grupo terrorista Hamas, que gobierna la Franja de Gaza de forma totalitaria, invadió el sur de Israel, asesinando a 1.200 personas y tomando más de 250 rehenes en un solo día, la respuesta defensiva de Israel ha generado reacciones antisionistas que a menudo traen consigo un odio renovado hacia los judios.

Es momento de decir basta a esta nueva forma de discriminación, sustentada en una narrativa sesgada sobre la guerra entre Hamás y el Estado de Israel, que ha tenido que defenderse de un grupo que declara abiertamente su intención de destruirlo, junto con los judíos, y que aún mantiene rehenes desde su ataque atroz.

Son muchos los esclarecimentos históricos necesarios, pero, fundamentalmente, vale recordar que Brasil fue un país bien recordado por muchos sobrevivientes del Holocausto que llegaron aquí después de 1945 y encontraron acogida.

Esa es la palabra que los brasileños deseamos volver a ver como rostro del país: una nación que recibe con los brazos abiertos e integra a las personas. Un país que queremos ver, en la práctica, viviendo una democracia plena. Por eso, esperamos que Brasil retome pronto su lugar en la IHRA, reafirmando su compromiso internacional con la preservación de la memoria del Holocausto y con la lucha contra el antisemitismo, tan urgente en los tempos que corren.

*Sofia Débora Levy es Comisionada para la Memoria del Holocausto del Congreso Judío Latinoamericano